Una de las actitudes más nefastas es la apatía de casatenientes y propietarios de edificios de riqueza de arquitectura vernácula, incluso, algunas verdaderas joyas de la arquitectura del noreste a base de sillar, piedra y ladrillo.
El caso del edificio La Primavera, construido en 1895, es algo latente que lastima a nuestro ojo en una ciudad que llega tarde a la Colonia y no tuvimos oportunidad de gozar del pastel de la gran arquitectura mexicana.
Lastima por la apatía e ignorancia de sus propietarios, duele porque el INHA hace caso omiso en una obra presuntamente repintada, y que daña la calidad del ladrillo aparente bajo la escusa de dar vida al bello edificio.
Pintarla de blanco una fatalidad y un descaro para quienes por decenas de años han obtenido jugosas ganancias en ese edificio señorial.
Da pena, que una de las construcciones insignes de nuestra ciudad haya sido mancillada y colocarla al nivel de un adefesio.
Construida en 1895 por el afamado arquitecto Williams W. Price, con una planta Pancopec o chata de ladrillo aparente y una majestuosa herrería que aún conserva su vitalidad de diseño.
Edificio originalmente planteado para un banco, se convirtió en una de las tiendas más importantes de la ciudad.
Ahora, con cuatro cubetas de pintura virilice de la más corriente le han pintado su piel de blanco.
Da tristeza la apatía, la ausencia de visión de nosotros ciudadanos lastimados por esta afrenta urbana.