Siete de doce candidatos panistas a gobernador, ¡antes fueron priistas!
Focos rojos: Aguascalientes, Chihuahua, Durango, Hidalgo y Veracruz
La sociedad civil ya no admite ser engatusada por políticos electoreros
Consorcios encuestadores han encontrado un mercado harto atractivo
Este día inician campaña los candidatos a doce gubernaturas.
La de Tamaulipas va implícita.
Y aunque el Partido Acción Nacional (PAN) no tiene cuadros propios que garanticen triunfos –de ahí su recurrencia de postular a siete priistas chaqueteros–, lo cierto es que sólo en dos entidades el tricolor luce clara ventaja sobre sus adversarios: Quintana Roo y Tamaulipas.
En Oaxaca, Puebla, Sinaloa, Tlaxcala y Zacatecas, las encuestas no marcan diferencias significativas, lo que me hace suponer que ahí habría contiendas cerradas.
Como focos rojos para el PRI aparecen: Aguascalientes, Chihuahua, Durango, Hidalgo y Veracruz, porque los mandatarios Carlos Lozano de la Torre, César Duarte Jáquez, Jorge Herrera Caldera, Francisco Olvera Ruiz y Javier Duarte de Ochoa, han sido señalados de cometer actos de corrupción y peculado.
Pero esa es otra historia, que luego comentaré.
Actualmente las doce gubernaturas en juego, están (dos) en manos del membrete albiceleste: Puebla (Rafael Moreno Valle Rosas) y Sinaloa (Mario López Valdés); Oaxaca en poder del Movimiento Ciudadano (MC) con Gabino Cué Monteagudo; y las otras nueve son de corte priista.
Con relación a los chaqueteros ex priistas que fueron ‘seducidos por el canto de las sirenas’ y hoy son candidatos panistas, anote usted a:
1) José Rosas Aispuro Torres, quien fue alcalde de Durango (por el PRI), dos veces diputado federal tricolor, y dirigente del Comité Directivo Estatal (CDE) del PRI en Durango.
2) Francisco Xavier Berganza, conocido saltimbanqui en Hidalgo, ya que del PAN se fue al PRI y hoy retorna nuevamente al albiceleste luego de haber abjurado contra el partido que lo hizo legislador federal.
3) José Antonio Estefan, en Oaxaca, fue el contralor interno del CEN del PRI; director general de Programación y Presupuesto de Desarrollo Rural e Integral, secretario de Finanzas y General en el Gobierno estatal; presidente del CDE priista oaxaqueño, diputado federal y delegado de la Secretaría de Pesca, entre otros.
4) Carlos Joaquín González, de Quintana Roo, fue subsecretario de Turismo federal y secretario de Turismo estatal; tesorero en el municipio Solidaridad y alcalde de ese ayuntamiento, así como diputado federal de mayoría relativa por el PRI.
5) Martín Alonso Heredia Lizárraga, fue alcalde de Cosalá (Sinaloa), por el PRI. Hace dieciséis años aceptó la postulación del PRD a diputado federal por el distrito 06. Y en plena campaña regresó al PRI para apoyar la campaña presidencial de un candidato tricolor.
6) Miguel Ángel Yunes Linares, de Veracruz, militó en el PRI desde 1969; y ocupó importantes cargos como la Oficialía Mayor de la Cámara de Diputados; y la subdirección general de Aeropuertos y Servicios Auxiliares (ASA); fue coordinador del Consejo Estatal de Seguridad Pública y secretario de Gobierno con Patricio Chirinos Calero; diputado local y dos veces diputado federal.
7) Pedro de León Mojarro, en Zacatecas se sumó al tricolor en 2009 tras renunciar al PRD por diferencias con Amalia García, y convertirse en cuñado del actual gobernador Miguel Alonso Reyes. En 2012 fue coordinador de campaña presidencial de Enrique Peña Nieto y posteriormente fue nombrado coordinador de delegados de la Secretaría de Desarrollo Social.
Cito estos casos para confirmar que el membrete albiceleste no tuvo figuras propias para competir en los actuales procesos.
Y por eso recurrió a los mercenarios de la política.
Nada es igual
En lo personal, muy en claro tengo que ninguna lid electoral es igual a otra, por lo que resultaría ocioso fincar estimaciones en el pasado, aún cuando el partido en el poder haya ganado popularidad y/o perdido credibilidad, en su ejercicio constitucional.
Sobre todo porque en todo proceso aparecen factores de decisión directa –como el voto, pese a los enjuagues de quienes de antemano, por intereses comunes, hayan acordado triunfos y derrotas–, lo mismo que indirectas (en complicidad con la autoridad electoral), para alterar, obscenamente, el escrutinio real.
La sociedad civil ya no deja engatusarse por las dirigencias de los partidos –hasta el grado de considerarlos inútiles para representarla–, y de eso existe constancia, por lo que la lucha para conservar el poder gubernamental o acceder a éste en las doce entidades donde habrán de desarrollarse campañas, debiera envolver sólo a los políticos de tiempo completo y/o líderes sociales con renombre estatal.
De otra forma se correría el riesgo de que, ante la abstención, los, las e indefinidos personajes (menos impopulares) arribaran al poder y, hasta eso, avalados por minorías ciudadanas, como ha ocurrido en los años más recientes.
Así lo reflejan, prueban y lo comprueban los escrutinios que obran en poder de los archivos ‘muertos’, por lo que resulta irrebatible e inútil impugnar el hecho.
Sobre todo, cuando de comparar cifras se trata, ya que en ningún caso la votación registró una participación ciudadana arriba del 50 % y de ése porcentaje los ganadores de la contienda (en turno) alcanzaron la mayoría de votos, estimándose en promedio cerca del 25 por ciento del padrón que significa precisamente más/menos una cuarta parte su aceptación, ante la omisión del grueso del conglomerado.
Por eso insisto: inútil resultaría todo proyecto sin antes convencer al electorado mediante un trabajo territorial, político-administrativo, y/o en posiciones de elección popular que avalen trayectorias, so pena de resultar su interés permitido aunque separado, de la balanza partidista con que debiera aquilatarse el peso real de cada contendiente.
Qué se disputa
El calendario electoral refiere procesos en trece estados de la República Mexicana, aunque en Baja California sólo se renovará al Congreso local y sus ayuntamientos (cinco), mientras en los otros se elegirá gobernador, ayuntamientos y diputados locales.
En total: doce jefes del Ejecutivo estatal, 965 ayuntamientos (donde van implícitos alcaldes, síndicos y regidores) y 388 legisladores (son 239 de mayoría relativa, conocidos también como diputados uninominales, y 149 de representación proporcional, coloquialmente llamados plurinominales).
Desde luego, cada contienda tiene lo suyo.
Y hasta eso importantes le resultan (en lo doméstico) al señor de Los Pinos para la convalidación de su régimen, como al tricolor que en manos está de Manlio Fabio Beltrones Rivera quien también debe actuar con inteligencia en su objetivo sucesorio.
Las encuestas
En la última semana fueron divulgados a través de las redes sociales y la prensa los resultados de supuestas encuestas relacionadas con el proceso electoral del estado.
Pero la opinión pública no ha caído en el juego de sus promotores y en lugar de darles credibilidad empieza a pitorrearse de ellas, pese a que varias son las que atinan en su apreciación.
Usted bien sabe que todos procesos electorales se distinguen por la recurrencia a medir las preferencias ciudadanas, aunque las cifras de estos diagnósticos no se repitan fielmente en el escrutinio.
Ésa práctica sin embargo, permite a los partidos ajustar, modificar o incrementar su actividad proselitista, a fin de consolidar la tendencia observada o remontarla, según sea el caso.
En función de esas mismas estadísticas las dirigencias partidistas determinan cómo ganar más espacios en los medios de comunicación masiva –si acaso creen necesario redoblar esfuerzos en el contacto con los posibles electores–, e incluso pueden realizar ajustes en las áreas que no hayan cumplido las metas trazadas (hasta el momento de la medición).
Así ha sido la costumbre desde que aparecieron en la palestra los estudios de opinión, por lo que el hándicap estatal es medido desde hace meses, aunque no todos los sondeos son confiables.
También es una práctica que al conocer los porcentajes y sobre todo las conclusiones de estos, ningún equipo político se quede con los brazos cruzados.
Unos por haber decrecido en ánimo popular y otros por perseguir victorias más holgadas que las pronosticadas por los resultados de los estudios de posicionamiento.
Ahora bien, pese a existir otras técnicas de investigación que recogen las preferencias y tendencias de los individuos en edad de votar, las encuestas son mayormente utilizadas en tanto que combinan en la aplicación y codificación, como en la interpretación de datos, procedimientos que permitirían acceder a una radiografía de la realidad más amplia en un período determinado.
Claro, siempre y cuando se apliquen correctamente y el resultado no sea maquillado.
Quienes se encargan de planear, diseñar, aplicar e interpretar las encuestas, son empresas que se han especializado para ello; y es a través de los años y la certeza de sus resultados como encuentran sitio en un mercado que se significa por la frenética competencia.
Lamentablemente, para ellos, las empresas encuestadoras han perdido mucha credibilidad, a tal grado que su contratación (formal) podría ser menor en este proceso.
Mercado atractivo
En toda coyuntura electoral proliferan los membretes (con nombres rimbombantes) que se ostentan como serios y confiables encuestadores en relación a los datos que exhiben –resultado de la consulta ciudadana–, pero sé que muchos de ellos carecen de domicilio fijo, aunque circulan profusamente por el correo electrónico y páginas en la internet, ofertando ‘la contundencia del dato’, la identidad de sus contratantes y hasta los montos económicos que cobran por practicar cada estudio.
Sin embargo, existe la fundada sospecha de que el grueso de esas firmas encuestadoras son ‘patito’, ya que en la presentación de su trabajo no especifican los requisitos mínimos que demanda un estudio sociológico.
En apariencia, ninguna de ellas se conduce a partir de la aplicación de metodologías y técnicas científicas, ya que se dice venden su trabajo a la medida del cliente.
Obviamente, sin observar la menor responsabilidad, con respecto a los candidatos y posibles electores.
La antítesis de estas organizaciones ‘patito’ es representada por otras empresas que se distinguen por su seriedad, experiencia y el profesionalismo con el que levantan las muestras.
Lo anterior tiene qué ver con una postura de principios y objetividad, que, aunados al riguroso procedimiento metodológico aplicado, constituyen el soporte de su confiabilidad.
Por tanto, señores candidatos, lo mejor es que pidan autorización a sus dirigentes partidistas antes de contratar estudios para medir su presencia en las demarcaciones, pues sé, por experiencia, que las estadísticas no influyen en el electorado a la hora de emitir su voto; y en ocasiones hasta resultan contraproducentes, pues los ciudadanos libres, por su misma rebeldía a secundar lo establecido, votan en contra de lo que marcan los parámetros.
Los contratantes
En los procesos constitucionales, nada podría evitar que quienes tengan más saliva traguen más pinole, como los candidatos gubernamentales que a través de sus testaferros (ya) manipulan
encuestas y sondeos de opinión, y han empezado a torcer las preferencias a favor de ellos mismos pagando a empresas desconocidas y/o no tan serias, cuyos estudios les resultan favorables.
Los medios de comunicación masiva, por su parte, han abierto sus espacios a todos los candidatos de todos los partidos y han dado cuenta de la inconformidad social.
Tan lo sabe el Instituto Electoral de Tamaulipas (Ietam), que haría lo correcto si se apegara a derecho para privilegiar la democracia, en lugar de andar atendiendo prontamente los reclamos de la oposición.
Priistas acelerados
Hay, en el membrete tricolor, candidatos a las alcaldías con ‘pedigrí’ que, incluso, miran con malos ojos al actual comité estatal, dando la impresión de que no les conviene que se mantenga la cohesión en la estructura ni entre sus cuadros. Menos una alianza entre los grupos de interés, que han hecho del membrete, en algunos municipios, el escenario de todo un sainete político.
Muestra de ello, es que esos expertos lanzan buscapiés sin saber, a ciencia cierta, en qué términos se emitirá la línea para llevar a cabo las campañas, y hasta se dan el lujo de jugar con los tiempos y formas como si de ellos dependiera la gran decisión.
En sus charlas privadas los candidatos día tras día se comprometen a respetar las formas y los tiempos para desarrollar su proselitismo.
De dientes para afuera, claro está, porque en la práctica andan tan acelerados como los panistas y perredistas.
Es más, hasta se dan el lujo de adelantar que sus campañas serán para fortalecer la unidad PRI-sociedad –siempre y cuando ellos resulten favorecidos–, pero ésta habrá de definirse en junio cinco, cuando ocurra la jornada comicial.
No antes, ni a capricho de los candidatos.
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