CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Don Gil Sánchez Terán, un hombre que vió la luz en 1937, es la mano que de manera artesanal elabora cada año el pergamino que reconoce a la Mujer Más Distinguida del Año en Victoria.
La tradición inició a mediados de la década de los noventa, cuando en memoria de la Maestra Prisca Báez, el Profesor Antonio Maldonado y la Maestra Socorro…. decidieron otorgar ese reconocimiento a mujeres de trayectoria profesional o trabajo altruista.
El reconocimiento se hacía año con año en piel de cabra, pero en 2016, cuando se entregaría el reconocimiento del año 2015, don Gil ya no encontró materia prima para realizar su trabajo.
Él es el último pendonista de la ciudad.
Y aún cuando el diccionario define la palabra como el hombre que lleva el pendón en una procesión, en Victoria, se le llamó a don Gil, pendonista por ser el único hombre en la ciudad que elaboraba mantas, títulos, invitaciones y cartas de manera artesanal, mucho antes de que el trabajo de impresión lo realizaran grandes empresas.
Pero en el año 2016, por primera vez y apenado dice; «Quedé mal» y es que su proveedor don Andrés Rivera, el talabartero de la ciudad, también está pensando en retirarse del oficio y ya no vende pieles como antes.
Don Andrés es cada vez más callado, más serio y se rehúsa a pláticar como antes.
«Mire, en aquel tiempo se cobraba de 50 a 75 pesos por un título, había gentes que llegan sin él y yo la primera vez lo hice como pude, después me compré un equipo especial para hacer las letras. Era mucho el trabajo, todo era a mano y muy laborioso, tardaba hasta una semana en hacer un diploma», recuerda don Gil.
Ese dinero servía para completar los gastos familiares, pues además don Gil era Profesor, ganaba 450 pesos por quincena, y era fundador del Centro Audiovisual en la Dirección de Educación, ubicada en el tercer piso del Palacio Federal en Victoria.
Don Gil no pensaba ser pendonista, estudió en la Secundaria Preparatoria y Normal de Tamaulipas durante 3 años, pertenece a la generación de 1958, fue alumno del Profesor Raúl García García y de él aprendió a servir en el medio rural por la educación de Tamaulipas.
Ahí, en la Normal, conoció también al Profesor Carlos Zamora, el Profesor de Dibujo, de quien aprendió la técnica y a quien le debe el oficio.
En sus años de profesor don Gil, se dedicaba a impartir clases de Geografía, Biología, Aritmética, Geometría, Civismo, Historia.
«Nada que ver con las clases de ahora, además, en el medio rural era más difícil, porque había más carencias. Uno como Profesor era todo, era enfermero, médico, consejero, hacía todo porque los mismos padres de familia lo buscaban a uno. Los niños nos llegaban desde «Guayabas», «El Roble», «El Alamito», de la Hacienda de San José de Santa Engracia, «La Diana», «Crucita», «Servando Canales», que le decían «Balconcitos», «El Porvenir» y otros también de Güemez, pero todos esos niños se concentraban ahí, y yo me llevé toda una generación de alumnos desde tercero hasta sexto y ahí hay médicos, ingenieros y técnicos que todavía se acuerdan de mí», dice don Gil.
Fue la Maestra Elvia Rangel de la Fuente, diputada victorense, quién da a conocer el talento de don Gil, lo invitó a trabajar al Centro Estatal de Educación Audiovisual. Era la década de los sesenta, ella era coordinadora de las Rondas Monumentales que entonces se realizaban en la entidad.
Para presentar los proyectos y los alcances de los mismos la Profesora Elvia Rangel, pedía portadas exclusivas, dibujos con detalles y diferentes que hicieran lucir los proyectos y los resultados de los programas a su cargo.
Ahí estaba la mano de don Gil, con el talento impreso en cada uno de sus dibujos.
Llegaban estudiantes de Veterinaria para encargar un pergamino de agradecimiento a sus padres, sobre todo los de Chihuahua, el día de la graduación en la Facultad recordaban el esfuerzo de sus progenitores.
Luego estaban los enamorados que deseaban el mejor poema en el papel más fino de entonces; el albanene.
Seguía el papel de lino para algunas cartas y los reconocimientos con el nombre escrito a mano. La forma más especial de expresar el aprecio y reconocimiento por los logros obtenidos y las promesas de amor por realizar.