CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Jornadas de más de 40 horas de trabajo bajo el sol, en medio de los escombros y con el temor de un nuevo terremoto, fueron parte de las experiencias que vivieron en Ecuador Juan de la Cruz Báez y Luis Gerardo González, paramédicos de la delegación de la Cruz Roja en Ciudad Victoria.
A unas horas de regresar a ésta ciudad capital, Juan y Luis Gerardo narran la historia de ayuda que formaron durante su semana de estadía en la provincia de Manta, en Ecuador, zona que sufrió muchos daños luego del sismo de 7.8 grados Richter ocurrido el 16 de abril.
Para brindar su ayuda como parte del equipo de búsqueda y rescate, los victorenses se reunieron en la Ciudad de México donde se unieron al equipo México, elementos más de la Policía Federal, Ejército, Marina y Protección Civil de Jalisco, quienes en un avión de la Policía Federal viajaron a Ecuador.
Las primeras horas luego de una tragedia como ésta son las más importantes para poder rescatar gente dentro de los escombros, es por esto que una vez que llegaron a la ciudad de Porto Viejo en la costa del océano Pacífico, inmediatamente se unieron a la búsqueda de personas.
«Nosotros llegamos al aeropuerto de la Fuerza Aérea en Manta, de ahí nos mandaron a Porto Viejo, donde empezamos a trabajar en un hotel que fue destruido en su totalidad por el sismo», comenta Juan de la Cruz.
Cargados con sierras y martillos de impacto los dos rescatistas de la Cruz Roja de Victoria empezaron la búsqueda de personas en el hotel que cayó por los movimientos del sismo, labor que desarrollaron con una temperatura de 37 grados, con mucha humedad, pero más ganas de ayudar.
«La zona de destrucción fue en la zona centro de la ciudad, donde una gran extensión de casas y edificios fueron destruidos», agrega Luis Gerardo Gonzalez, quien para dar una idea del desastre narra que la zona destruida era aproximadamente dos veces la extensión del complejo Bicentenario.
Pese a estar preparados para enfrentar los desastres Juan y Luis Gerardo recuerdan el olor a descomposición de los cadáveres que llegaron a encontrar, a lo que se sumaba el olor de la comida y restos que quedaron en la zona de destrucción.
«En la zona que atendimos nos tocó sacar a un niño con sus papás, quienes quedaron enterrados en un hotel que se derrumbó», comenta Juan de la Cruz.
Como parte de los recuerdos que se quedan en esta experiencia está el agradecimiento de la población al equipo de búsqueda y rescate mexicano, quienes con muchas ganas de ayudar y de colaborar en el rescate hicieron un esfuerzo algunas veces extraordinario.
«Lo que se nos queda de esta experiencia es el recibimiento de la gente, cuando andábamos en labores de rescate la gente se acercaba para darte las gracias, a veces iban y nos daban comida o agua en agradecimiento», menciona Luis Gerardo.