La política es una guerra que se escenifica para alcanzar el poder en una sociedad bajo las reglas dictadas por la civilidad.
De hecho, la civilización es la represión de los instintos que caracterizan a ese animal llamado ser humano.
Muchos de quienes participan en el quehacer político y electoral a nivel local o estatal no entienden nada de lo anterior porque nunca han leído a Herbert Marcuse ni a Sigmund Freud.
Voy mucho más allá: nunca han leído un libro… por más que critiquen con dureza en las redes sociales (esa comunidad electrónica en la que destaca la ignorancia) a Enrique Peña Nieto por lo mismo… por nunca haberse topado con un libro.
En ese contexto, la competencia en un proceso electoral debe darse bajo las normas establecidas por la ley -elaborada por los propios partidos a través del Congreso de la Unión y aplicada por una autoridad estatal o federal-.
Pero también debe darse la contienda electoral en un marco de civilidad, una civilidad emanada de los reglamentos que definen la convivencia social bajo la línea del respeto a quien piensa, simpatiza o vota diferente.
Lo que sucedió ayer en el Desfile del Primero de Mayo en Tampico es muy lamentable en varios sentidos, pero sobre todo porque existen autores intelectuales que envían a un contingente de simpatizantes o militantes de un partido o proyecto político a alimentar la provocación.
Una cosa es meterse a una marcha organizada por sindicatos afines a un partido político (lo que podría ser válido siempre y cuando defendieran las causas de la clase trabajadora) y otra muy distinta es asistir para gritar improperios a los obreros que participan en su marcha y a las autoridades que atestiguan, en calidad de invitados, esa participación de un sector de la sociedad.
Imaginemos que un grupo del partido tricolor hubiera asistido a un mitin político del partido blanquiazul y, justo a la mitad del evento, gritaran consignas en contra de sus candidatos y de sus más reconocidos representantes. ¿Verdad que eso estaría fuera de lugar? ¿Verdad que eso sería una artera provocación?
Eso fue lo que sucedió ayer en el Desfile del Primero de Mayo en Tampico, una marcha organizada, año con año, por la Confederación de Trabajadores de México (CTM), a la que asisten el alcalde, los diputados locales, síndicos, regidores y representantes del gobierno del estado.
Se reitera: se vale la manifestación política en un evento de esa naturaleza… siempre y cuando se defienda la causa obrera (la más vapuleada de todas por las prácticas neoliberales puestas en boga por tricolores y blanquiazules desde hace más de 3 décadas).
Lo que no se vale es la provocación descarada, cínica y vergonzosa para después de gritar hasta insultos recibir golpes de los trabajadores que simpatizan con otro partido y otro proyecto político.
Y lo que menos se vale es llevar a esa provocación a gente de la tercera edad y a niños de escasos seis o siete años, a quienes expusieron a una bronca que, obvio, se iba a desatar tarde o temprano tras los gritos.
Aquí queda algo en evidencia: quien provoca en una competencia política electoral, es porque va abajo en las encuestas.
Germán Pacheco, candidato panista a la alcaldía de Tampico, sabe que va abajo en los sondeos de opinión pública y, por ello, es muy probable que haya enviado a esas 30 o 40 personas de las zonas populares a provocar la mini-bronca, la que pudo terminar en algo lamentable.
En vez de andar de perverso -cosa que tampoco le sale, por lo que se observa-, el aspirante blanquiazul porteño debería prepararse en serio para competir por la presidencia municipal. Para comenzar -ya lo he escrito en esta columna-, no sabe siquiera lo más elemental de la comunicación política. Por lo visto, no le ha aprendido nada a su candidato a gobernador, cuya comunicación -se le debe reconocer- ha sido efectiva.
Germán está desesperado y, por eso, es posible que recurra a situaciones tan lamentables como la que se registró ayer durante el Desfile del Primero de Mayo, evento -se reitera- organizado por la clase trabajadora. Ojalá y el aspirante azul jaibo entienda que las elecciones se ganan con propuestas, con inteligencia, con estrategia, con una comunicación que vaya más allá de colocar unas ‘fotitos’ y unos ‘mensajitos’ en Facebook.
Y ojalá simpatizantes y militantes de los diversos partidos políticos entiendan que los electores, es decir, los ciudadanos, privilegian el respeto y eviten caer en la provocación y en la violencia. Es decir, la pluralidad debe manifestarse bajo las reglas de la civilidad política.
OLIVA CON LOS FERROCARRILEROS
Humberto Oliva, candidato de la coalición PRI-PVEM-PANAL a la alcaldía de Madero, estuvo ayer con los trabajadores del Sindicato Ferrocarrilero.
Al evento asistieron el dirigente de los ferrocarriles, Efraín Córdoba, y el diputado federal priista, Esdras Romero Vega (quien está muy atento al desarrollo de la campaña de su amigo Humberto Oliva).
‘Nuestra propuesta de gobierno está estrechamente ligada a la realidad de la ciudad y a atender las principales necesidades de la población, como la prestación de los servicios públicos que eleven la calidad de vida de los maderenses’, dijo el candidato tricolor a la presidencia de la urbe petrolera.
En el acto también estuvieron presentes los candidatos de la coalición PRI-PVEM-PANAL a las diputaciones locales por los distritos 19 y 20, Esteban de la Portilla y Honoria Mar.




