El reconocimiento de los errores es valioso en un estado de derecho cuando es una práctica cotidiana que ayuda a tender puentes de comunicación entre los gobernantes y los ciudadanos, la cual debería de ser reforzada con acciones que allanen el camino de gobierno, generando esa confianza tan necesaria para tener gobernabilidad y fuerza moral para implantar políticas generales de gobierno.
Esas acciones son las que deberían de hablar de la voluntad de remover la injusticia y erradicar la impunidad que genera la corrupción, este terrible cáncer de la sociedad.
La intervención del presidente Enrique Peña Nieto en el acto de promulgación de las leyes secundarias del Sistema Nacional Anticorrupción, durante el cual pidió perdón a los ciudadanos “por el agravio y la indignación” causados por la compra de la llamada Casa Blanca, podría constituir un gesto positivo de un gobierno que en lo que va de su gestión no se ha caracterizado precisamente por las manifestaciones de ese tipo. Otro gesto que respaldó su arrepentimiento es que su esposa Angélica Rivera devolviera el inmueble a la constructora Higa.
Por eso, por ser un gesto aislado, parece más bien una declaración de dientes para fuera, algo que pretende ser parte de una estrategia para aminorar el desprestigio que le a causado al gobierno federal y en especial al presidente Peña Nieto, pues este acto aún no a pasado del puro reconocimiento de «un error» minimizando el hecho.
Como dijera la editorial de un periódico nacional «En México, el tema de la corrupción va estrechamente ligado al de la ostentación, que en un país afectado por múltiples carencias e inaceptables indicadores de pobreza resulta doblemente ofensivo».
Es por ello que este reconocimiento publico debiera ir acompañado con una acción de gobierno, porque las leyes que se promulgaron no son suficientes, cuando el oprobio viene de quien las esta protegiendo.
Se requiere algo más que un vulgar arrepentimiento para evidenciar la disposición de cambiar las cosas y comenzar a enmendar todo aquello que por corrupción a sido parte de muchas afrentas cometidas en contra del pueblo mexicano.
El sentir generalizado de los mexicanos en contra de la corrupción, la ostentación y el cinismo de la impunidad se manifestó el pasado 5 de junio, y seria tanto más ciego que insensible su posición de no aceptar que parte de ese hartazgo manifestado en las urnas por la gente es por los continuos escandalos de corrupción que a representado su partido en todo el país.
Ésta ocupa un lugar preponderante en la escala de preocupaciones que agobian a la población, lo que explica que en el Indice de Percepción de Corrupción elaborado anualmente por Transparencia Internacional –organización dedicada a combatir ese fenómeno– el país haya recibido, en 2015, puntuación de 35 puntos sobre cien (donde cero es el punto más alto y cien el más bajo de la corrupción).
Los graves cuestionamientos en contra de gobernadores priistas, de acciones como los abusos en el presupuesto de Moreira desde su gobierno en Coahuila, la generación de políticos corruptos de Tamaulipas, o Duarte en Veracruz, como el caso más reciente, con la cínica compra de su nuevo departamento en un exclusivo club de Houston, Texas, cuando esta a menos de tres meses de dejar el puesto, son parte de ese rezago de impunidad y corrupción en nuestro país y que debiera de ser ya combatido por la fuerza de la ley con todo su peso.
La cárcel a tales personeros del poder daría la pauta para pensar que la posición del gobierno por fin es honesta y que antes de proteger a más delincuentes de cuello blanco, se acatará el respeto al estado de derecho a los ciudadanos de este país, que en todo caso estos tendrían que reconocer a fuerza de hechos, que el ejecutivo ha rectificado realmente su posición.
De la eficacia de los nuevos instrumentos legales, y sobre todo de la voluntad y decisión para usarlos que muestren los organismos y los funcionarios encargados de su aplicación, dependerá el grado de éxito que se alcance en la lucha contra el dañino hábito.
Mientras no haya más acción que leyes en este sentido, nuestro país seguirá siendo el paraíso del cohecho y la mordida, del chantaje y del enriquecimiento ilícito, del trafico de influencias y la degradación… Bueno eso decimos nosotros, Pero usted, ¿Cómo ve?
La ojeadita…
Alejandra Barrales Magdaleno le dará una nueva cara al PRD… cuando menos será más bonita…