En medio de un proceso no oficial para renovar la dirigencia estatal, el PRI de Tamaulipas evidencia una enorme realidad: no aprendió de la derrota del 5 de junio pasado.
Así es mis queridos boes, pese a que harto se ha escrito de que el proceso para elegir al candidato a la gubernatura estuvo plagado de golpes bajos y en total desunión, lo que a la postre abonó a la histórica pérdida de la gubernatura, hoy los priistas siguen el mismo camino fuera de todo método y en la anarquía para conseguir a quien sustituya a Rafael González Benavides.
Hoy a poco menos de dos meses de la peor de las caídas del tricolor, los nombres de quienes suspiran por convertirse en ‘dueño’ o mandamás de los despojos del PRI se han reducido a unos cuántos, pero igual en una lucha donde todo se vale y no importa que las heridas sean a muerte.
Siguen en la pelea nombres como el de Édgar Melhem, Humberto Valdez Richaud, Manuelito Muñoz, Ernesto Robinnson y Alejandro Guevara.
Parecen haberse bajado de la pelea ‘próceres’ como Enrique Cárdenas, Marco Antonio Bernal y hasta Baltazar Hinojosa, y hay otros ‘loquitos’ que salen una vez en la prensa y no se vuelven a nombrar.
El caso es que hasta ayer no sabíamos cómo se va a elegir al nuevo presidente estatal tricolor, no se dice si el gobernador Egidio Torre Cantú, si como lo dejó entrever Baltazar es quien lleva mano en la designación o será el nuevo dirigente nacional el que mande el dedazo desde la CDMX.
Y mientras las dudas permanecen sobre las reglas del proceso que iniciaron los que quieren sin permiso de nadie, porque pareciera que no hay ni siquiera quién ponga las reglas, la opinión pública se da gusto dividiendo con análisis a priori; que si Baltazar no tiene la calidad moral para reclamar el partido para él o para Melhem, que si Geño impulsa a Manuelito o que si el ex rodolfista se mueve solo, que si Yarrington también desde la clandestinidad busca influir.
Es, como lo vemos, un revoltijo en el que no se logra adivinar por ejemplo el papel que juega Enrique Cárdenas del Avellano, que primero levantaba la mano para ser el pastor de las pocas ovejas que le quedan al PRI estatal y ahora se erige como promotor de Alejandro Guevara.
Tal vez lo único que hacía cercanos a Guevara y Cárdenas era que nunca se les vio cercanos a Baltazar en campaña, salvo en eventos en los que su presencia era obligada.
Por su parte, Alejandro Guevara aprovecha la falta de reglas para aplicarse con todo, tal vez su máxima es que lo que no está prohibido está permitido y como no hay límites ante la falta de directrices, aprovecha toda su hiperactividad política para estar presente a través de las redes, por medio de sus cercanos en los análisis; tal como pasó en la precampaña, donde evidentemente fue el que más se movió.
De ahí parte mi comentario de que en el tricolor no han aprendido de la lección del 5 de junio, porque otra vez han comenzado los rencores ahora en pos de la presidencia estatal tricolor.
Y es que aunque digan lo contrario, nunca hubo operación cicatriz tras la designación de Baltazar Hinojosa, al que mentirosamente llamaron candidato de unidad, dado que los que quedaron en el camino se quejaron en lo cortito de que nunca los convocaron, nunca los oyeron, nunca los incluyeron y por eso se alejaron.
Hoy la disputa por el PRI tamaulipeco es entre los mismos, los que se jalonearon la candidatura, los que se acusaron por un lado de marearse al recibir la estafeta y por el otro hasta de jugar a las contras.
La advertencia debe ser que de seguir las cosas en el PRI como van, sí habrá un nuevo dirigente, eso es inevitable, pero de ahí a que sea líder habrá mucho trecho de diferencia.
El PRI estatal corre el riesgo de tener un presidente igual de solo que estuvo su candidato a la gubernatura, porque los que queden en el camino tendrán dos heridas infectadas, la de la que brotó pus el 5 de junio y la que se le sume de este proceso en el que los raspones ya sangran.
Por lo pronto ahí andan los simpatizantes de Baltazar reclamando que tienen el respaldo de 500 mil tamaulipecos y los de enfrente enojados porque la cerrazón hizo que el tricolor por primera vez perdiera la gubernatura con todo y lo que eso significa en empleos perdidos para sus simpatizantes, la falta de financiamiento para la estructura y la desbandada natural que ocurre cuando hay una nueva figura de poder.
¿Hasta dónde van a llegar los del PRI antes de que se sepa quién sustituirá a Rafael González Benavides?, nadie sabe, ¿quién es capaz de poner reglas y aplacar los ímpetus desbocados de los que se promocionan como salvadores del moribundo tricolor?, tampoco se sabe porque parece que a nadie le interesa.
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