La humedad, el mar y los millones de huellas que se van, con la promesa de volver. Las olas son la risa superficial que nos atrae a su juego de espuma, y de dulce engaño, de levedad, de brisa inconstante que nos seduce, y nos despoja de la razón, atrapándonos, en el imperio de los sentidos. Ir a la playa, es hacer planes, para visitarla de nuevo. Es renovar la voluntad de ese deseo, eternamente insatisfecho, como una especie de condena al estilo de Schopenhauer y su filosofía, navegante impetuosa de la travesía emocional de la existencia.
La arena es una concesión a la suavidad de la vida descalza y desenfadada. Es el dibujo ocasional de nuestros impulsos que nos espera, para cobijar el cuerpo y consentirlo en todas sus expresiones. La arena del océano, es la orilla más emblemática del tiempo, que abandona la tierra por un instante y se vuelca en una visión de agua horizontal, infinita e inacabada.
Pararnos frente al mar, equivale a vaciar el alma poco a poquito, extendiéndonos como larvas primitivas en la vastedad de la mirada, cuyos límites se pierden en las fronteras de la luz, y el ritmo giratorio de los astros. Sol, estrellas, luna, y el vuelo de las aves, como agujas que se clavan en dorso de las olas. Más allá, entre las sombras de la lejanía, se mueven lentamente los cuerpos alargados de los barcos, llegando o alejándose, con el aliento de algas y de peces.
En el mar, las cosas mudan, se van como los sueños. De nuestra visita a la playa, solos nos queda la imagen de un misterio que promete volver, para mirarnos y reflejarnos en su ir y venir que nunca cansa, porque está hecho de plenitud y libertad, las alas más amorosas del espíritu.
Por lo tanto, vivir y convivir frente al océano, implica entregarle la piel de nuestras dudas cotidianas, dejar entre sus olas, el traje desgarrado del temor, y renovar el brillo existencial de nuestras metas. A eso vamos al mar. A dejar un suspiro, una mirada, y a alimentarnos de la melancolía tan necesaria, para redescubrirnos en nuestros saludables balances interiores. ¿Quiénes somos? ¿Qué hemos sido? ¿Y qué podemos ser, en nuestras expectativas de crecimiento interno?
Llegar al mar, equivale a un grito de alegría que puede salir o bien quedarse, como un monumento a la secreta satisfacción de los sentidos… y del alma.
LA PROFECÍA DE VIDAURRI
El 23 de octubre del 2014, escribí:
“A estas alturas del calendario, ha llegado la hora de preguntarnos: ¿Qué onda con Cabeza de Vaca? Es un personaje controvertido, de eso no hay duda. Pero en Monterrey, algunos especialistas de renombre, como es el caso del célebre oftalmólogo Jesús Vidaurri, lo consideran, ya desde ahora, el próximo gobernador de Tamaulipas. Batallador incansable de la periferia política en Tamaulipas, Cabeza parece decidido a coronar su congruencia opositora, a lo largo de tres sexenios”.
Ahora, ya que se ha hecho realidad, lo que en aquel entonces, era una predicción de lo que ocurriría en la historia de Tamaulipas, les platico la película completa. Acompañado por mi familia, viajé a la ciudad de Monterrey, para consultar al médico Vidaurri, considerado como una eminencia oftalmológica en el país, pero especialmente en el norte de la república. Pese a su dimensión profesional, dicha persona, atiende a todo el que busca sus servicios, siempre y cuando se encuentre en la ciudad. Tiene un trato sencillo.
Tuvimos suerte de que estuviera en su consultorio, y también la fortuna de entablar con el citado especialista, una charla de escasos minutos, que más o menos fueron en el siguiente tono: después de que le dije que mi trabajo es el de periodista, me dijo que, él había atendido a personalidades como Felipe Calderón, y también a familiares de ex gobernadores de Tamaulipas.
¿Bueno, y quién va a ser el próximo gobernador de tu estado?, me soltó la pregunta, de manera repentina. No supe que decirle. Pero le comenté que las cosas tanto en el PRI, como en el PAN, aún no estaban del todo claras, sobre quien se perfilaba para dicho cargo. Fue entonces, cuando me dijo, sin asomo de duda: “El próximo gobernador de Tamaulipas, será Cabeza de Vaca”.
El 23 de octubre próximo, CV se encontrará ya despachando en palacio de Gobierno. De la fecha en que Vidaurri lo adelantó al primer mes del poder institucional cabecista, habrán transcurrido exactamente dos años. Ignoró si el hoy gobernador electo tiene alguna amistad con el famoso médico regio. Lo que me impresiona de éste tema, es que si yo le hubiese preguntado, quien iba a ser el próximo gobernador de Nuevo León, en la elección de un año después, en el 2015, seguramente no hubiese acertado, diciéndome que sería el “Bronco”.
En cambio, en el punto tamaulipeco, fue certero. Como buen oftalmólogo, para efectos del tema de una entidad colindante con su estado de origen, tuvo buen ojo.




