CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Si Victoria tuviera memoria, esa sería Felisa Licona, la señora «Cucú», una mujer de mediana estatura y complexión pequeña.
Sus ojos pequeños y chispeantes, dibujan las imágenes de Victoria tal y como ella las recorría.
Felisa Licona, es un personaje victorense de gran arraigo en la ciudad, su familia vivió la época constitucionalista, su madre, que también se llamaba Felisa, llegó un día junto a sus padres a la casa del Obispo Eduardo Sánchez Camacho para protegerse de la invasión a Victoria de don Pablo González…
“Mis abuelos tenían mucha amistad con el señor Obispo, dueño de la Quinta del Olvido, que fue el que dijo que no creía que la virgen fuera real, sino que fuera una pintura. Y eso lo obligo a él a retirarse de la Iglesia, pero siempre lo visitaba Monseñor de Léon, le traía la comunión.
Yo creo sinceramente que al decir eso, no era pecado, porque no era pecado contra el Espíritu Santo, que son los que te alejan de la Iglesia”.
El Jefe de la Guarnición en Victoria era un hombre de apellido Nafarrete, venía entre los revolucionarios el General Pablo González y entre la gente que podrían llevar a fusilar venía el nombre de su abuelo, Aurelio Collado Cueto, entre otras personas comerciantes y agricultores que sin ser millonarios pagarían con su vida.
“Ellos pidieron el asilo al señor Sánchez Camacho, dicen que era muy curioso el Obispo. Mis abuelos vivían enfrente del Sierra Gorda, en el centro, ahí tuvo el despacho del licenciado Fidel Zorrilla. Les dijo que sí, pero que la casa se abría a las cinco de la mañana y eran las once de la noche y ahí enfrente vivía un pariente, mi tía Carmen Collado, media hermana de mi mamá y el Doctor Felipe Pérez Garza, se brincó la barda y le abrió la puerta, para que no se quedara la familia afuera en una noche donde estaban entrando los revolucionarios en Victoria. Y ahí estuvieron todo el tiempo que duró la refusilata aquí”.
Con el tiempo nació Felisa Licona, y cómo admiraba las palomas desde niña le llamaron de cariño “Cucú” en casa de sus padres.
«Cucú» vivió algún tiempo en la Ciudad de México, viajó por Europa durante meses enteros, pero siempre volvía a Victoria y se quedó aquí para pasar los mejores años de su vida.
Cuando salía a la calle era famosa por caminar todas las tardes de norte a sur por la Alameda, es por ella que existe el adoquín de esta avenida y la razón de que exista uniformidad en sus banquetas.
En esas caminatas un día observó que deseaban instalar en el bulevar Praxedis Balboa las oficinas de la Comisión Federal de Electricidad y ella se opuso sola a dicha construcción ante el propio Superintendente de la Comisión Federal de Electricidad.
No conforme la señora Felisa, habló con el gobernador Manuel A. Ravizé y se detuvo la obra.
Pasaron algunos años y en 1974 se inauguró La Plaza de la República en el 10 y 11 Zaragoza, el área que salvó la señora «Cucú».
De igual modo, detuvo una cacería que deseaba emprender un ayuntamiento en contra de las palomas de la Plaza Juárez, y ahora asegura que sus fuerzas están encaminadas a salvar la Santa Cruz de Río Verdito.