Y de repente está en boca de todos que en los últimos años el gobierno federal ha sobre-endeudado al país. ¿Es eso cierto? Definitivamente no, aunque sí es cierto que el saldo de la deuda pública y la relación deuda a Producto Interno Bruto (PIB) ha aumentado. Ahora explico el porqué. ¿Debe cambiar la dirección de la política de la Hacienda pública para tener control sobre el nivel de la deuda y el costo financiero? Definitivamente sí.
Como suele suceder, tiene que ser un agente externo el que nos tiene que llamar la atención para que en México se reaccione. El tema del crecimiento de la deuda pública no inició con esta administración; se dio básicamente después del año 2000, cuando la relación deuda del gobierno federal (dgf) a PIB llegó a uno de sus mínimos históricos: 17%. A partir de 2001 la dgf como porcentaje del PIB empezó a subir, primero paulatinamente, y después de 2006 hasta 2012, abruptamente. En ese lapso este ratio, dgf a PIB, pasó de 18.8 a 27.9%, esto es 9.1 puntos porcentuales, con lo que el saldo de la deuda del gobierno federal pasó a precios actuales de 2016 de 2.9 billones de pesos (bp) a 4.9 bp, con un crecimiento promedio anual de la economía de 2.1%; un precio promedio de la Mezcla Mexicana del Petróleo de 79.78 dólares por barril, una plataforma de producción petrolera promedio de 2.6 millones de barriles diarios y tasas de interés históricamente bajas. Sin llevar a valor presente, la suma de la inversión física en ese período fue de 2.5 billones de pesos.
Y entonces, ¿qué pasó? La presente administración tenía una expectativa de mayor crecimiento económico, por lo que con montos de endeudamiento ligeramente superiores a los de años anteriores tendría el espacio para mantener una relación deuda a PIB ligeramente superior al cierre de 2012. Sin embargo, el entorno externo cambió radicalmente: la economía global disminuyó su tasa de crecimiento y el comercio mundial se estancó. Esto en realidad es uno de los choques externos más fuertes que ha recibido la economía mexicana, pues su principal motor —la demanda de exportaciones de manufacturas— se detuvo e incluso este año disminuyó; afortunadamente no como en 2009.
Entonces, ¿cuál es el problema si la gran mayoría de los países de la OCDE tienen relaciones de deuda a PIB muy superiores a la de México, e incluso llegan a más del doble de ésta? La respuesta está en lo siguiente: primero, sus deudas están básicamente en moneda local; por ejemplo, la deuda de Estados Unidos está denominada sólo en el US dollar, la de Japón en yenes y la de los países de la Unión Europea en euros. Segundo, las tasas de interés de estas deudas públicas no sólo no se mantuvieron constantes, sino que disminuyeron. Vaya, hasta la tasa de interés de la deuda pública del Reino Unido disminuyó después del Brexit y de la depreciación de la libra esterlina frente al dólar y al euro.
Entonces, ¿qué ha sido diferente en México? Uno, no toda la deuda pública está en pesos; a fines de 2012 20% del saldo de la dgf estaba en moneda extranjera. Dos, si nuestro peso mexicano se deprecia frente a estas divisas extranjeras, aunque no se endeudara el gobierno federal, el saldo en pesos aumenta y su porcentaje dentro del total del saldo de la deuda pública aumenta. Y tres, aquí sí empezaron a subir las tasas internas de interés.
Lo que sí está siendo diferente es la composición del gasto público al aumentar las tasas de interés el costo financiero de la deuda pública, y al tener montos de inversión física menores. De fines de 2012 a 2015, el saldo de la deuda pública pasó de 4.9 bp a 6.4 bp, mientras que durante este período la inversión física acumulada (sin traducirla a valor presente) del gobierno federal fue apenas de 1.6 bp.
Nos haya gustado o no la reforma fiscal, lo que sí es innegable es que la capacidad de pago con ingresos recurrentes del gobierno federal aumentó sustancialmente. El gobierno federal ha transformado pasivos laborales en pasivos financieros, con lo que antes un pasivo que no era deuda pública se volvió deuda pública. La última fue la que el gobierno federal hizo con Pemex. Esto es una paradoja: México, que sí hace reformas de pensiones, se ve penalizado, mientras que la mayoría de los países de la OCDE (Chile no), aumentan sus pasivos laborales y además aumentan sus deudas públicas. Urge transformar la composición del gasto público para impulsar la inversión pública, y definitivamente tiene que aumentar el superávit primario para cubrir el costo financiero.
En suma, nuestros precandidatos para la presidencial de 2018, para ser considerados como políticos serios, tienen que empezar a estudiar los problemas de la Hacienda pública, porque de no tener una propuesta sólida serán demagogos.
Twitter: @jchavezpresa