Después del desastre electoral que sufrió el PRI en Tamaulipas, parece que el Comité Ejecutivo Nacional tricolor no tiene la menor prisa en operar la renovación de la dirigencia estatal partidista.
Vaya, ni siquiera Enrique Ochoa Reza, quien está a punto de cumplir de cumplir 100 días en la presidencia nacional del Revolucionario Institucional ha visitado el estado con el objetivo de escuchar a los militantes del partido que gobernó tierras tamaulipecas durante 86 años.
Cierto, el ex director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) ya estuvo en Tamaulipas, pero su estancia fue breve y fue para asistir al sexto y último informe del entonces gobernador Egidio Torre Cantú.
Después de la catástrofe que sufrió el PRI en las urnas en la histórica jornada del 5 de junio, algunos grupos de poder trataron de dar ‘madruguete’ con una serie de reuniones en la capital de la entidad con el objetivo de apropiarse de la dirigencia del priismo.
Sin embargo, esos grupos fueron frenados por Egidio Torre Cantú, quien utilizó lo que le restaba de poder para detener a ‘los acelerados’. Tras esa ‘intentona’, se manejó que el relevo en el comité estatal del tricolor se registraría a finales de agosto o hasta septiembre.
Luego se impuso la lógica política del ‘sistema’ priista: el nuevo presidente del partido debería ser elegido o designado una vez que ya no existiera la mítica figura del ‘primer priista del estado’, es decir, una vez que Egidio Torre dejara el poder… a fin de que interviniera lo menos posible en el proceso interno.
Así sucedió: el último gobernador del régimen priista estatal se marchó, mientras Rafael González Benavides, actual diputado local, renunció a la presidencia del priismo tamaulipeco. En su lugar, ascendió, de manera temporal, la ex legisladora Aída Zulema Flores Peña. Los tiempos se cumplieron.
Lo que no se ha cumplido es la visita de Enrique Ochoa Reza a Tamaulipas a fin de consolar y atender los múltiples quejidos y lamentos de un PRI que se encuentra moribundo, en la sala de terapia intensiva y en virtual estado de coma. El viejo partido se encuentra inmóvil, paralizado.
Por lo visto, el presidente nacional del Revolucionario Institucional dejó hasta el último lugar de su agenda al priismo tamaulipeco. En cierta forma, se entiende que lo haya dejado para ‘el último’. El expediente explosivo de Veracruz ya estalló y existe un gobernador con licencia en fuga.
El caso jarocho promete ponerse más candente en caso de que el gobernador electo, el panista Miguel Angel Yunes Linares, cumpla con la advertencia de ‘cimbrar a México’ con los turbios y secretos manejos financieros del gobierno estatal que encabezó Javier Duarte.
¿Acaso Miguel Angel Yunes se refiere al muy comentado, pero nunca comprobado, financiamiento que recibió Enrique Peña Nieto en su campaña electoral de los entonces gobernadores priistas, entre ellos, Javier Duarte -y Eugenio Hernández Flores-? ¿Será? Bueno, esa es otra historia.
De acuerdo a los tiempos que manejan en lo que queda del priismo estatal, las cosas vendrían de la siguiente manera:
– Primero, cumplir con el protocolo de la actual lideresa del partido, Aída Zulema Flores Peña, quien ya tiene programada una serie de reuniones con dirigentes y ex titulares de los sectores y organizaciones (CNOP, MT, CNC, ONMPRI, el antes denominado Frente Juvenil).
– Después, algún día de estos, la visita de Enrique Ochoa Reza… ¿tal vez, en noviembre?
– Con la presencia del presidente nacional del PRI, llegaría el nuevo delegado del CEN priista en Tamaulipas, personaje clave en el capítulo que se escribirá para definir la nueva dirigencia estatal tricolor.
– Finalmente, se lanzaría la convocatoria… ¿a mediados de noviembre?… ¿con la intención de elegir el nuevo comité priista tamaulipeco en diciembre?… Puede ser.
Sea quien sea el próximo dirigente del priismo de la entidad, se encontrará un partido no sólo en terapia intensiva en el aspecto político (se esperan más renuncias), sino que el principal problema a atender será… ¡el económico!
Según cálculos de quienes saben lo que es operar una dirigencia partidista estatal, se necesitan de 5 a 6 millones de pesos mensuales para darle vida activa a un partido acostumbrado a vivir del presupuesto oficial, pero que ahora tratará de sobrevivir con las prerrogativas y de alguno que otro apoyo de la iniciativa privada (¿habrá empresarios interesados en invertir en una organización maltrecha y moribunda?).
El problema de los recursos económicos para el Revolucionario Institucional en el estado será mayúsculo, enorme, inmenso. Contará con una dirigencia más o menos bien pagada, pero con una estructura famélica, con la necesidad de ser alimentada con recursos… lo que ya no sucederá.
Veremos qué sucede en los próximos días y semanas, una vez que Enrique Ochoa Reza decida visitar Tamaulipas, una entidad que, por lo visto, no es prioridad para el CEN del PRI.
Y PARA CERRAR…
Ni Chuchín de la Garza, ni Oscar Almaraz, ni mucho menos Magdalena Peraza Guerra van a desviar recursos de sus administraciones municipales para sostener los comités de Matamoros, Victoria y Tampico, respectivamente. Ni de chiste lo van a hacer.
Para comenzar, saben que los van a tener sumamente checados y fiscalizados desde el Congreso del Estado, con aplastante mayoría blanquiazul. Y, además, no tienen presupuesto suficiente para canalizar la nómina alterna que representa o, mejor dicho, representaba el partido tricolor.




