En la edición de octubre, la revista ‘Letras Libres’, publicó un interesante ensayo central llamado ‘Trump y el Colapso Cultural’, escrito por Paul Berman, analista político norteamericano y autor de los libros ‘Terror y Libertad’ y ‘El Poder y los Idealistas’.
Cuando lo leí, me impactó. Es un análisis, elaborado en la temporada de las campañas electorales, que profundiza en las causas del fenómeno Trump, las que se originan en una severa crisis cultural, ligada, a su vez, a los nuevos flujos en el manejo de la información.
Para tratar de entender lo que ayer sucedió en la elección presidencial de los Estados Unidos, transcribo algunos párrafos de un ensayo que usted puede consultar, repito, en la revista ‘Letras Libres’, dirigida por el historiador Enrique Krauze.
Escribe Paul Berman:
‘Ningún periodista, comentarista político o historiador respetado predijo un modesto éxito político para Donald J. Trump: es algo que resulta asombroso. El propio Trump siempre ha alardeado de sus ambiciones presidenciales, del mismo modo que se jactaba de su riqueza. Ha pensado en temas vinculados a la Casa
Blanca desde la década de los ochenta. Pero nadie lo tomó en serio’.
‘Los líderes y los sabios republicanos fueron igual de ciegos. Un extraordinario grupo de republicanos, Jeb Bush y todos los demás, ofrecieron sus candidaturas: dieciséis personas, en total, muchas de ellas visiblemente talentosas, entrenadas por curtidos veteranos del partido, cuyas experiencias se remontaban a los tiempos de Richard Nixon, el más astuto de todos los políticos estadounidenses. Y ni uno de ellos parece haber sospechado que Trump, el candidato diecisiete, el bárbaro, iba a aplastarlos a todos. Los republicanos lo trataron como a una mascota y ahora todos deben estar arrepentidos. Quizá podrían haberlo detenido, si hubieran visto su potencial. Pero no lo hicieron’.
‘¿Cómo se ha producido este fracaso a la hora de reconocer el peligro? Creo que se debe a que Trump se presentó como el héroe de su propia mitología, extraña y llena de capas; y la mitología –que resultó atractiva para una porción del público– carecía de una dimensión política y por tanto fue invisible para la clase política. Es, por supuesto, una mitología de la riqueza. Es la historia de un poderoso multimillonario del sector inmobiliario de Nueva York cuyas maneras brutales y cuya arrogancia personal denotan un genio sobrehumano para el juicio empresarial y la acción ejecutiva: las maneras de un dios de los negocios cuya superioridad ha atraído a las rubias despampanantes que van de su brazo, un tema central de la fama inicial de Trump’.
‘Pienso que el apoyo a Trump no deriva de una crisis económica, sino de una crisis cultural. Es una crisis de la autoridad y la información, y ha vuelto a mucha gente incapaz de identificar su propia situación o de imaginar formas realistas de afrontarla, incapaz incluso de reconocer lo extraño e inapropiado que es su impulso de votar por Donald Trump’.
‘Este es el mundo de Trump. Su primer gran éxito político, anterior a la campaña de 2016, fue difamar a Barack Obama diciendo que no era ciudadano estadounidense: la insinuación de que Obama, nacido en Estados Unidos, había nacido en Kenia (una mentira), y por tanto no podía ser legalmente presidente.
El presidente Obama hizo caso omiso a las acusaciones de Trump al principio, o las despreció como un chiste. Y, sin embargo, al final el presidente se vio obligado a reconocer que mucha gente parecía creer las acusaciones de internet, y tuvo que tomarse la molestia de conseguir su certificado de nacimiento para demostrar su ciudadanía. Esta fue una de las victorias de Trump que los comentaristas sofisticados tardaron en aceptar. Con su campaña de difamaciones, Trump consiguió poner en entredicho la legitimidad de un presidente afroamericano. Y Trump pudo trasladar a la discusión general una ficción derivada del mundo de las teorías de la conspiración de internet, y logró hacerlo con impunidad, ahora que las jerarquías del prestigio social y político se han disuelto y las viejas instituciones del periodismo ya no están en posición de emitir refutaciones contundentes’.
‘Esto se debe a que la crisis de la autoridad cultural y el periodismo ha socavado una institución estadounidense en particular, el Partido Republicano. Los núcleos periodísticos de la vieja escuela eran los semanarios National Review y The Weekly Standard, junto al Wall Street Journal y varios periódicos regionales. Pero la influencia de esos medios fue superada hace unos años por la cadena de televisión Fox, desacomplejadamente derechista y periodísticamente inferior. Y, a su vez, Fox se ha visto superada por Breitbart, una mera expresión de las teorías de la conspiración de internet y de la difamación desatada. Breitbart presenta los comentarios de gente de la alt-right, lo que quiere decir “derecha alternativa”, donde tienen cabida ultraderechistas influidos por el nazismo y racistas del Ku Klux Klan, cuyo mundo nunca fue exactamente el de Trump, aunque de manera consistente él se ha aventurado a promover las teorías de la alt-right. Ahora ha tenido que apelar a Breitbart para que le ayude en su campaña.
‘Las encuestas hacen ahora mismo difícil imaginar que Trump gane la elección. Su campaña resultará, aún así, el episodio más delirante de la historia política estadounidense. Habrá dado un golpe terrible al Partido Republicano. Habrá devuelto la vida a las doctrinas moribundas del anticuado racismo estadounidense. Habrá hecho más que nadie en la historia de Estados Unidos por promover la cultura de la teoría de la conspiración. Habrá dado un golpe al prestigio de Estados Unidos en todo el mundo, especialmente en las regiones musulmanas, entre los países que bordean Rusia y en la frontera sur de Estados Unidos. Y quizá habrá enseñado al mundo que un colapso cultural, que ya ha ocurrido en el Partido Republicano de Estados Unidos, puede producirse en cualquier sitio’.
Y para cerrar…
Nunca como antes la célebre frase ‘porfiriana’ es tan actual y apocalíptica: ‘Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos’.