Complemento acaso de la paliza mediática que desde espacios muy identificados se abatió sobre la humanidad del líder panista RICARDO ANAYA, apareció una encuesta donde puntea MARGARITA ZAVALA.
Cierto o no lo que se haya dicho, el daño a la imagen de ANAYA parece recortar sensiblemente sus posibilidades de obtener la candidatura presidencial por el partido que además dirige.
Si bien su causa por el 2018 no está del todo perdida, el origen del problema está perfectamente identificado.
Esa terquedad de andar en la procesión y querer tocar las campanas, ser juez y parte, aspirar desde la dirigencia a la nominación, como lo hizo ROBERTO MADRAZO en 2006.
Muy parecido al de MADRAZO será el camino de AMLO. Nominación de mero trámite, sin mediar litigio alguno, dado el poder absoluto y carente de contrapesos que tiene sobre MORENA, partido que mando hacer, como un traje, a su medida.
La diferencia es que la candidatura albiazul es producto de una competencia formal y no se resolverá al estilo tricolor, mediante decisión de cúpula. En el PAN los procesos internos son reales.
Y eso, oiga usted, dibuja con claridad las expectativas que cualquier aspirante tiene según las reglas de cada partido.
El dilema
La pregunta es qué hará ANAYA hoy que sus adversarios se han decantado de manera tan clara y tajante poniéndolo en la disyuntiva de escoger entre ambas opciones. O dirige o se promueve, no se pueden las dos cosas.
Si consideramos que el posicionamiento de MARGARITA es real y su imagen la ha colocado como una opción novedosa y muy fresca entre el abanico de prospectos, la impresión es que RICARDO deberá tomar una decisión pronto.
O bien abandona el alto cargo partidista para meterse de lleno a la puja por la candidatura.
O renuncia a todo proyecto presidencial para conservar el puesto, en espera de negociar con quien obtenga la nominación, buscando sobrevivir al tránsito sexenal en una posición decorosa.
Como (por ejemplo) un nada desdeñable escaño senatorial o, incluso, la gubernatura de su natal Querétaro, hoy, por cierto, en manos de Acción Nacional.
Y la duda atañe también al uso que ANAYA hará de su indudable capital político cuando llegue el otoño de 2017 y entre a concurso la candidatura presidencial.
Ciertamente, el aparatoso choque del queretano con el grupo calderonista hace pensar que hay más cercanía (no solo geográfica sino, sobre todo, política) con el panismo poblano que con el michoacano.
Ello, aunque el grupo purépecha de MARGARITA y FELIPE luzca una militancia más añeja.
Uno del PRIAN
Lo cuál marcaría una diferencia sustantiva con el gobernador de Puebla RAFAEL MORENO VALLE, el innegable tercero en discordia cuyos orígenes están ligados al Partido Revolucionario Institucional.
Economista y abogado, la etapa tricolor de MORENO VALLE arranca en 1991 cuando prestó servicios de consejería en la SEGOB del régimen zedillista y luego con la misma chamba de asesor junto al entonces presidente del PRI en aquel estado MELQUIADES MORALES, para la campaña a gobernador de MANUEL BARTLETT.
El sucesor de BARTLETT en 1997 sería el propio MELQUIADES con quien MORENO VALLE ocupará la secretaría estatal de finanzas para después convertirse de manera sucesiva en diputado federal y diputado local, ejerciendo también como presidente del poder legislativo en su estado.
Su etapa panista le llega hasta 2006 cuando gana el escaño senatorial ya bajo la bandera albiazul. Mismo partido que, en alianza con el PRD, lo lanzaría a la gubernatura, actualmente en sus manos.
Huelga decir que una factible alianza entre ANAYA y MORENO le complicaría los planes a MARGARITA. Aunque la vida da muchas vueltas y, en atención al tiempo que falta, conviene esperar.
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