Otoño de cielo encapotado. Días maduros, de hojas volátiles, marcados por la nostalgia de un clima desolado, de lenguaje encharcado y llovedizo, anclado en una tristeza urbana, de expresiones coléricas y de hartazgo. Para efectos de seguridad, el famoso Contrato Social de Juan Jacobo Rousseau, sigue siendo letra muerta. Con eventos, como los que acaban de ocurrir, en esta capital, la gente común, pierde aún más su fe civil, en sus autoridades.
Algo le duele a esta sociedad de escritorios y de anaqueles, donde las risas prenavideñas, han sido canceladas, y en su lugar florecen los moños negros de la
violencia y el desasosiego. Una de las venas oxigenantes de la ciudad, se encuentra herida y sangrante. Es la arteria del comercio establecido, prácticamente, la tradición de la economía local, y su cultura forjada en años de esfuerzo y de disciplina familiar.
El pasado lunes, un hombre de esta legítima cantera del sudor cotidiano y el ahínco diario, quedó tendido. Tenía cuarenta años de edad, una vida de cuatro décadas, ofertadas al amable quehacer de atender a su clientela.
Era un ciudadano victorense y tamaulipeco de bien y de prestigio, estimado entre la comunidad de quienes al igual que él, le apuestan a diario al trabajo honrado. Así ha crecido la capital. Pero ahora, su estatura como sede de los poderes políticos estatales, tiende a degradarse, embestida por la impunidad y su delincuencia.
Sobre todo, al enterarnos que, los autores de los delitos son policías, acreditados para salvaguardar los intereses de las personas. Nos parece que, el grado de podredumbre y degradación en las instituciones encargadas de garantizar la paz de la sociedad, debe ser un punto fundamental, que debe abordarse por el nuevo gobierno de la alternancia.
En primer lugar, habría que ver quiénes fueron los que en el pasado inmediato avalaron los llamados procesos de certificación policiaca. ¿Dónde están los psicólogos que aprobaron se le entregaran credenciales, como agentes del orden, a elementos con tendencias de índole criminal. ¿Cuántos agentes de los 2 mil 900 que actualmente prestan servicio, están realmente aptos, para cuidar a los tamaulipecos? Estas y otras muchas preguntas, son las que están ahora en la mente colectiva de la ciudadanía.
La verdad por cruda que parezca, es que el proceso de certificación llevado a cabo por la Secretaría de Seguridad Pública, falló. O en el peor de los casos, fue una triste farsa.
En consecuencia, debe de hacerse una depuración exhaustiva de las corporaciones estatales. Al menos esto es lo que acaba de proponer, el nuevo líder del
Congreso panista, Carlos García González. Nos parece congruente la postura del diputado matamorense. Y vaya que, este tipo de declaraciones, tal vez le correspondería formularlas a los priístas que siguen mudos en el Congreso local. No declaran, ni siquiera en defensa propia. Varios de los legisladores priístas que ahora levantan la mano en el Congreso, son de esta capital. Pero prefieren cerrar los ojos a lo que está ocurriendo con sus representados.
Estamos conscientes de que el nuevo gobierno estatal llega maniatado por la falta de recursos y por el océano de irregularidades que le heredó el sexenio de Egidio Torre. Pero… algo deberá hacerse, en lo inmediato, para cambiar el rostro de inseguridad y de corrupción, en las ciudades y pueblos de Tamaulipas.
¿Qué tipo de medidas se están adoptando o se van a poner en marcha, para evitar este tipo de acontecimientos, que en lugar de terminar con el clima de desconfianza ciudadana, siguen condenándola a la injusticia y al desamparo..?
Realmente, no hay motivos para documentar el optimismo. Debe de recuperarse cuanto antes, el estado de derecho, porque no podemos seguir igual que en el pasado sexenio, a la deriva y sumidos en la zozobra y el miedo.
Debe de darse un cambio. Los días grises deben de irse, de una vez por todas. La sociedad y sus ciudadanos de bien, educados en la cultura del esfuerzo diario y el trabajo, rechazamos lo que ocurre.
¿Dónde está el nuevo sol de la justicia? Ya nunca más, un tiempo nublado.
Le está lloviendo sobre mojado a Maki
Después del aguacero político, el diluvio literal en Reynosa, la tierra apenas gobernada por la amiga de Margarita Zavala y Felipe Calderón. Al igual que en Tampico, la urbe reynosense está sufriendo los embates pluviales de la naturaleza. Se habla de severas inundaciones e incluso de una persona fallecida como consecuencia de las lluvias torrenciales.
La alcaldesa ha solicitado al gobierno estatal de Cabeza de Vaca, que Reynosa sea incluida en la declaración de emergencia, para contar con los recursos del FONDEN. Esperemos a ver que ocurre. Por lo pronto, Reynosa sufre.