Durante el proceso revolucionario de 1910, cuyo aniversario se conmemora el próximo domingo 20, los compositores y músicos compusieron “corridos” a todos los caudillos de la Revolución. Entre los más conocidos destacan los siguientes:
“Carabina
30-30”
Con mi treinta-treinta me voy a alistar
y engrosar a las filas de la rebelión,
para conquistar, conquistar la libertad
a los habitantes de nuestra nación.
Con mi treinta-treinta me voy a pelear
y a ofrecer la vida en la Revolución,
si mi sangre piden, mi sangre la doy
por los habitantes de nuestra nación.
Carabina treinta-treinta
que cargamos los rebeldes,
que viva el señor Madero
desde el veinte de noviembre.
Gritaba Francisco Villa:
-Dónde te hallas Argumedo,
ven párateme aquí en frente
tú que nunca tienes miedo.
Madre mía de Guadalupe,
tú me has de favorecer,
para no rendir las armas
hasta morir o vencer.
Ya nos vamos pa’Chihuahua,
ya se va tu negro santo,
si me “quiebra” alguna bala
ve a llorarme al camposanto.
“El corrido
de Durango”
En Durango comenzó
su carrera de bandido
en cada golpe que daba
se hacía el desaparecido.
Cuando llegó a la Laguna
tomó estación de horizontes
desde entonces lo seguían
por los pueblos y los montes.
Dónde estás
Francisco Villa,
general tan afamado, que
los hiciste correr a
todos los venados.
Gritaba Francisco Villa:
-Yo el miedo no lo conozco.
¡Que viva Pancho I. Madero!
¡Que muera Pascual Orozco!.
Un día allá en el Noreste,
entre Tirso y la Boquilla,
se encontraban acampadas
las fuerzas de Pancho Villa.
En Durango comenzó
su carrera de bandido
en cada golpe que daba
se hacía el desaparecido.
“La tumba de Villa”
Cuantos jilgueros y zenzontles veo pasar
pero que triste cantan esas avecillas,
van a Chihuahua a llorar sobre el Parral
donde descansa el general Francisco Villa.
Lloran al ver aquella tumba
donde descansa para siempre el General
sin clavel ni flor alguna
sobre hojas secas que le ofrenda el vendaval.
De sus Dorados nadie quiere recordar
que Villa duerme bajo el cielo de Chihuahua,
sólo las aves que gorjean sobre Parral
van a llorar sobre la tumba abandonada.
Sólo uno fue que no ha olvidado y a su
sepulcro su oración va a murmurar,
amigo fiel y buen soldado
grabó en su tumba “estoy presente General”.
Canten jilgueros y zenzontles sin parar y que
sus trinos se oigan en la serranía,
y cuando vuelen sobre el cielo de Parral
lloren conmigo por el gran Francisco Villa.
Adiós, adiós, mis avecillas,
yo también quiero recordar a mi
nación, que allá en Parral… descansa
Villa, en el regazo del lugar
Que tanto amó.