Hace diez años llegó Felipe de Jesús Calderón Hinojosa a la presidencia del país, en un ambiente de inestabilidad y con una legitimidad en entredicho.
Hace diez años se consagraba la continuidad del Partido Acción Nacional tras una elección donde el michoacano fue declarado vencedor, sobre la Coalición por el Bien de Todos, liderada por Andrés Manuel López Obrador.
Y hace diez años Felipe Calderón entraba a San Lázaro a escondidas, en un Congreso de la Unión tomado por la izquierda mexicana que se negaba aceptar la derrota mientras no se realizara un nuevo cómputo, voto por voto, casilla por casilla.
Hace diez años la elite política, intelectual, empresarial y la comunidad internacional en general exhortaban a la izquierda de que abandonara por completo su terquedad de impugnar la elección, en nombre de la civilidad y el respeto de la instituciones.
Hace diez años se filtraban conversaciones de ex gobernadores con la hoy encarcelada ex líder sindical, Elba Esther Gordillo cuyo objetivo era reunir a la cúpula priista y respaldar a Calderón para llegar al poder sin mayores cuestionamientos. Hace diez años hacia lo mismo que la hoy desafortunada Gordillo, el entonces Secretario de Comunicaciones y Transportes, Pedro Cerisola y Weber, allegado a Carlos Salinas de Gortari y a Slim.
Hace diez años Reforma, una de las calles más transitadas de la Ciudad de México y del país se encontraba bloqueada en su totalidad por López Obrador y sus huéstes.
Hace diez años la izquierda mostraba todo su músculo ante un PAN en apuros, y un casi diezmado PRI que ocupó por primera vez en su historia la tercera posición en una elección.
Pero lo más importante de todo y lo que ha trascendido hasta nuestros días y marcado nuestras vidas: hace diez años Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, en su natal estado de Michoacán anunciaba mientras vestía una casaca militar ajustada, el inicio de la Operación Conjunta Michoacán, en su afán de legitimar su gobierno con el combate a la delincuencia organizada, obteniendo el respaldo total de un Ejército mexicano que aún no medía el alcance de las ambiciones calderonistas.
El recién iniciado gobierno no contaba con el respaldo de la mitad del electorado, y por otra parte, los compromisos apalabrados con los priistas le reducía a un mínimo la posibilidad de maniobrar con éxito en el ejercicio del poder. Por tal motivo era indispensable agitar el pesebre y esperar a que pasara lo que tuviera que pasar.
Y las cosas pasaron y empeoraron conforme avanzaron los años. La escalada de muertes fue ascendiendo conforme pasaron los años hasta llegar a la cantidad de 185 mil 448 homicidios entre 2007 y 2015. De ese total 121 613 se cometieron en el sexenio de Felipe Calderón, cifra que duplica a los 60 mil 162 registrados en la gestión de Vicente Fox y los poco más de 80 mil muertos en la gestión de Ernesto Zedillo.
En Tamaulipas, la campaña emprendida por Calderón reflejó un drástico movimiento en las cifras de homicidios. Durante los pasados dos sexenios, el estado registró 1524 homicidios con Fox y 1751 con Zedillo. La suma de ambos sexenios no alcanza los 4390 homicidios registrados entre 2007 y 2012 en el estado.
Entre sexenios a nivel local, las cifras también demuestran un drástico cambio. En los gobiernos de Tomás Yarrington Ruvalcaba y Eugenio Hernández Flores se registraron mil 370 y dos mil 442 homicidios respectivamente. En el sexenio de Egidio Torre Cantú, sin contar 2016, la cifra supera los cinco mil homicidios.
Diez años de muertes, y diez años también que surgió una nueva problemática: las desapariciones.
En esta década la organización Data Cívica en colaboración con el portal Animal Político a esa cifra de muertes a nivel nacional y estatal le han dado identidad y no se ha quedado en las cifras que las autoridades manejan sin dar un contexto, o profundizar más al respecto.
Animal Político presenta el formato de una acta de defunción. Basta consignar sexo, año de nacimiento, escolaridad y entidad federativa para saber cuántas personas fallecieron con características similares a la de usted o a la de un servidor.
En el caso de un servidor, entre la edad de 26 y 40 años, con una Licenciatura o más, procedente de Tamaulipas y de sexo masculino, la cifra de víctimas en diez años es de sólo 151. En contraste, personas con las mismas características representamos el 22 por ciento de las personas desaparecidas tan sólo en Tamaulipas.
En un estado que registra más de seis mil desapariciones, es una cifra alta y preocupante.
Pero peor estaremos si se compara con un sector de la población de la misma edad, sexo y del mismo Estado, pero con un menor grado académico, entonces la cifra de muertes aumenta. Con sólo la primaria terminada la cifra es de 521, con la secundaria 591 y con la preparatoria 290.
El dato es desgarrador cuando concluye que a menores grados académicos son menores las oportunidades y mas remota la movilidad social, y mayores las posibilidades de morir o desaparecer en situaciones como la que ahora vivimos los tamaulipecos.
Una cifra que muestra un dato alarmante que ninguna autoridad trata de estudiar, menos de solucionar: que los sectores de la sociedad con menores oportunidades y los más desprotegidos son también los más propensos a ser víctimas del crimen, cualquiera sea la forma en la que afecten sus vidas.
En síntesis, es una situación que por los hechos, refleja que ninguno de los sexenios anteriores a nivel federal, y menos a nivel estatal intentaron siquiera acabar este problema desde su origen y en realidad se continúa con respuestas de corto plazo, aparentemente efectivas pero en realidad desgastantes y desgarradoras
Vale la pena consultar la base en el siguiente enlace, y ver el daño que ha generado el problema de inseguridad a prácticamente toda la población, menos a ese pequeño sector ajeno a todos los problemas que sufre el país: sus élites.
http://www.animalpolitico.com/diez-de-guerra/index.html
Los “liberales” y José Alfredo
Dice bien la canción del célebre cantautor: “les diré que llegué de un mundo raro”. Un mundo raro, ajeno al sufrimiento y al desamor, para el compositor guanajuatense; en el caso de los autodenominados ‘liberales mexicanos’, “el mundo raro” que para ellos resulta el país entero.
Y es que la muerte de Fidel Castro despertó la euforia de ese sector que expresó su contentillo porque con el deceso y posterior incineración del cubano se irán también todos los errores y atrocidades que llegó a cometer la Revolución Cubana.
Pronostican entusiasmados el final de tragedias tan cotidianas como el hecho de que las mujeres cubanas ejerzan la prostitución obligadas por la necesidad de tener acceso a los bienes mas indispensables, o como la precaria alimentación de su población basada principalmente en una raquítica dieta a base de arroz y frijoles, consecuencia de un racionamiento que se ha prolongado por décadas.
Con tono implacable se cuestionan los errores imputables a un régimen al borde de la extinción y que se niega a dar más derechos a sus ciudadanos y claro, como lo cantan las buenas conciencias “liberales y neoliberales”, a decretar la apertura del mercado sin ninguna regulación.
Son las mismas conciencias críticas que cuestionan a Venezuela y a otros países por la situación de injusticia que mantienen a su población bajo el yugo de gobiernos represores, populistas y demagógicos. Se vale cuestionar lo que pasa en otras partes del mundo mientras no se trate de nuestro país.
Porque pareciera que para esas mismas conciencias, en México no existe la desigualdad, la pobreza extrema, la impunidad,la desnutrición, la trata de personas, las desapariciones forzadas, la deficiente cobertura de servicios básicos a la población, los bajos salarios, y demás situaciones desafortunadas, entre ellas la inseguridad.
Total: hágase la justicia… en las mulas de mi compadre.
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Twitter: pedroalfonso88