Siempre con mis oídos de «dejarme escuchar», hace tres domingos, fui el primero que ingresé a la tienda GranD la mañana de ese domingo.
Rápidamente me encaminé al sitio de abarrotes en la parte alta.
Un empleado cercano a la escalera respiraba con dificultad, su compañero de la sección de carnes le decía: «ya busqué, ya recorrí todos los pasillos y no encontré a nadie». Le pregunté al joven, aún con sus ojos de pánico, «era muy alto, muy alto…», me contestaba de soslayo. El compañero de carnicería le decía, «es un fantasma». Quise interrogar al muchacho y no me dijo más. Su rostro denotaba terror.
Les comenté que mi hija vivió una experiencia similar en los Cinemas de GranD Campestre.
Un personaje sombrío, muy alto, parecido al presidente Abraham Linconl, se colocó a un lado de su butaca, para desaparecer en un instante. Lo curioso es que el número de boleto de era coincidente con su número de butaca.
El episodio le provocó un nerviosismo que posteriormente compartió con nosotros.
También en GranD Carrera escuché en sus pasillos, que «aparecían huellas de bebé» en el área de blancos. De esa historia escribí una crónica el año pasado.
En fin, cosas urbanas.
