¿Quién tiene la razón?
La pregunta justifica exponer en este espacio una vieja parodia, en donde el juez primero le da la razón al acusador y tras escuchar después al acusado también le da la razón. El Secretario del juzgado se le acerca al dador de justicia y le dice al oído que no puede hacer eso, a lo que el juez le replica: “Tiene la razón…”
La moraleja es que hay situaciones en las cuales todos parecen tener ese preciado atributo. Para defender su causa, todos presentan argumentos que validan sus derechos y parecen probar que la parte contraria está equivocada. En pocas palabras, se forma una especie de antiguo mercado persa en donde
casi nadie se entiende, la justicia se confunde y por lo tanto decidir en forma equitativa resulta sumamente complicado.
Y eso, es precisamente lo que sucede hoy en Tamaulipas con el tema del salvaje aumento al precio de la gasolina y las demandas de los concesionarios del transporte público para elevar sus tarifas para seguir prestando ese servicio.
¿Tienen razón los transportistas al solicitar ese aumento?
¿Tienen razón los usuarios del mismo al rechazarlo?
En los dos casos la respuesta es afirmativa. Un rotundo “sí”.
Son dos verdades monumentales. La primera es que quienes se dedican a esa actividad siempre están en el filo de la navaja económica. Una llanta que revienta o una terminal que truena por citar dos ejemplos, les esfuma las exiguas ganancias del día, por lo que mantener los mismos precios del pasaje los coloca en el borde del despeñadero.
Tienen razón quienes sostengan que el combustible es sólo parte del gasto, pero no hay duda de que al encarecerse también lo hacen llantas, refacciones, aceite y todo lo que requiere una unidad. En dos palabras, los transportistas tienen razón.
Pero la segunda verdad también es incuestionable. El usuario no puede ser siempre el que pague los platos rotos de otros, porque quien usa ese servicio es en la mayoría de los casos quien menos ingresos perciben y en consecuencia un pasaje más caro les resulta una tragedia, porque en una familia de cinco miembros utilizar el transporte público les cuesta a los jefes o jefas de familia la tercera parte de sus salarios. Los usuarios entonces, también tienen razón.
¿Qué hacer?
Lejos de estas líneas está el ofrecer recetas económicas, pero lo que sí se puede pedir es que el gobierno deje de tomar sólo la cómoda decisión de que el ciudadano y sus familiares sean los que apechuguen la carestía. Se les puede pedir que busquen opciones para el transporte público en donde le ofrezcan estímulos fiscales, precios especiales para el mantenimiento de unidades y otros apoyos que les permitan aminorar el impacto de las gasolinas sin lastimar más a los usuarios. Sería una alternativa adecuada para las dos partes.
Pero como decimos en México, querer es poder. Y cómo que el gobierno no quiere y lo que es más grave: no puede.
Calles «tomadas»
Un pequeño ejército tomará las calles de Victoria a mediados de este mes… ¡para recoger la basura!
Se trata del personal de limpieza municipal que “armado” con nuevos camiones recolectores, le darán –falta comprobarlo en los hechos– una nueva fisonomía a ese servicio vital, que tantos dolores de cabeza causa a autoridades como a los residentes de esta capital.
Las unidades son tan modernas, dicen, que requieren de una capacitación para operarlas. Ojalá que todo salga bien, precisamente por el bien de todos…
La frase del día
“Quien quiere hacer algo encuentra un medio; quien no quiere hacer nada encuentra una excusa”
Proverbio árabe
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