8 diciembre, 2025

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La zona.. Cd. Victoria: los tiempos del ’zumbido’

Desde los años 30's Victoria tuvo su recinto para la diversión y dar rienda suelta al libido; un lugar de amor comprado y tragedia; con su desaparición en 1976 quedaron sepultadas muchas historias personales

CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Recorrer las calles de la colonia Mainero representa dar un paseo por la historia de Ciudad Victoria; la mayoría de las casas conserva no sólo las fachadas, sino el aire de la época en que su mayoría fueron construidas, allá por mediados del siglo pasado algunas y otras más, de algunas décadas atrás.

Hoy los vecinos de este sector que como asentamiento urbano tiene ya más de cien años, pueden presumir de una tranquilidad que en el pasado era impensable tener, pues arrinconada en el sector oriente de esta colonia se ubicó la Zona de Tolerancia.

Popular entre la raza como ‘la sonaja’ o ‘el zumbido’, la zona representó la determinación del gobierno local por delimitar el espacio donde estaba permitido todo, o bueno, casi todo, desde ahogar las penas en una botella de tequila o en muchas de Carta Blanca, hasta lo más solicitado, la famosa ‘cana al aire’.

El estruendoso sonido de la música era parte del pequeño universo donde la constante eran las libertades, todos sabían a lo que iban y como suele ser costumbre, lo que pasaba en la zona, se quedaba en la zona.

Desde salones de baile hasta cantinas y congales, ahí había de todo, quien más dinero cargara en la cartera estaba destinado a pasarla mejor, la diversión tenía signo de pesos y saciar el libido dependía del poder adquisitivo, pues las carnes que ahí se comerciaban tenían diferente precio.

Desde las jovencitas que por azares del destino tuvieron que vender su cuerpo, hasta las viejas que con vasta experiencia, sabían hacer rápido ‘el jale’ y que eran las consentidas de las madrotas, pues les dejaban más ganancia, aprovechaban mejor el tiempo, tenían más clientes y la caja registradora se abría más seguido.

Los hombres de alcurnia desde principio de la década de los 30’s hasta mediados de los 70’s no eran ajenos a echarse la vuelta, muy de casino, muy de familia, pero también tenían sus ‘queveres’ por aquellos rumbos, igual se codeaban con el jornalero, el campesino, el albañil y el chofer a altas horas de la noche en El Tenampa, el único que prolongaba la fiesta hasta los albores del día siguiente.

La Viky, La Barca, El Pigalle, María La Barca o La Zaratoga eran los ‘de caché’, donde estaban las mejores carnes, donde el que iba sabía que se iba a desprender de un buen billete, pero esos eran visitados por aquellos que no les dolía desembolsar lo que fuera, con tal de pasarla bien.

Para el más recortado había otras opciones, entre las más famosas La Máquina Loca y El Guadalajara, pero también estaba El Dany, La Media Noche, Los Trovadores, La Noche Azul y el Flamingos.

Todos alineados armónicamente frente a frente de norte a sur en dos aceras; en la entrada una caseta de policía con vigilancia permanente porque los gandallas siempre han existido.

“Yo era niño cuando todavía existía la zona, pasábamos corriendo porque íbamos a jugar fútbol a la cancha que estaba del otro lado, donde ahora está la Normal de Educadoras… sin ver”, dice entre risas un vecino que tiene toda su vida, igual que el barrio.

Pero la zona permitía la activación económica del barrio, no todo es queja, ya que las prostitutas de aquel entonces pedían a las vecinas de la Mainero que les cuidaran a sus niños, algunos bebés, otros más grandes, por lo que algunas señoras de las cuadras aledañas se convirtieron en nanas de los hijos de las trabajadoras sexuales.

Del lugar lo único que sobrevive es una cuartería, en su mayoría abandonada a la altura del 3 Ceros bulevar; escondida, como si le diera pena, se tapa el rostro con el monte crecido, como ocultando lo que sus paredes vieron, cientos de servicios sexuales de todo tipo y de todo precio, es así como se resiste al paso del tiempo dicha construcción.

Después de mediodía la acción comenzaba, aunque por las tardes ya el escándalo empezaba, era un martirio para los vecinos, sobre todo para el ocaso de esta zona que en 1976, el presidente municipal Magdaleno Mata Blanco decide desaparecer para dar paso a canchas deportivas y escuelas.

De la zona lo único que quedan son blocks y ladrillos que fueron sustraídos de las paredes donde alguna vez fueron horas interminables de fiesta; ahora forman paredes de las casas de la Mainero, pues el alcalde Mata Blanco dio la orden que todo lo que fuera útil para los vecinos del barrio, que lo tomaran sin preguntar.

Donde estaban los llamados ‘puteros’, hoy hay una plaza, enfrente una escuela de educación especial, las oficinas de CONAFE, un kinder, una cancha de fútbol y a unos metros la Normal de Educadoras.

De la zona queda el recuerdo y una de las cantinas que servía como escala para llegar a ella: El Gato Negro. Ya solo en la memoria viven otros tugurios que hacían antesala previa llegada al ‘zumbido’, como Las Canicas, la Ostionería Vázquez y La Roca.

Se fue la zona y llegó la tranquilidad para la Mainero.

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