CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- A sus 98 años, Doña Belén es un ejemplo a seguir. Un derroche de alegría, salud y ganas de vivir, quien desde hace años despierta a las 7 de la mañana para tomar una tacita de café, y disponerse a trabajar, no por necesidad, sino por sentirse útil y que las enfermedades no la alcancen.
“Soy muy feliz”, fueron las palabras de Belén Badillo Medina al cuestionar el cómo se siente después de casi cien años de vida, una cifra a la cual la mayoría de nosotros ni siquiera se imagina llegar, y menos con el entusiasmo de esta matriarca cuya descendencia es de 38 personas.
El haber criado a una hija, ocho nietos y convivir con 19 bisnietos y jugar con 10 tataranietos es un logro personal, el cual ha venido trabajando desde hace muchos años, con la esperanza de darle todo lo mejor a su descendencia a pesar de contar con un origen humilde.
Platica que antes todo era mejor, cuando Victoria todavía era chica, segura, y las madres se preocupaban por criar bien a sus hijos, con valores y respeto a los demás, no sólo a los mayores sino a todo aquel que conocían.
Relata que a los 21 años tuvo su primer y única hija, Doña Susana, a quien enseñó a trabajar y a respetar, al mantener un hogar mediante la repostería horneando hojarascas, “mordidas al aire”, entre otros aperitivos.
“Ahora son otros tiempos, nada es igual, todo cambió, antes la gente tenía todos los hijos que Dios le diera, a mí sólo me dio uno, y soy feliz”.
Al poco tiempo su hija le dio ocho nietos, los cuales crió como sus hijos, al radicar en el mismo domicilio en el 2 Guerrero y Matamoros. “Antes a los hijos los educaba uno bien, todos los niños iban a la escuela, a todos mis nietos los crié porque aquí estuvieron conmigo y los enseñé a trabajar, a respetar”.
Junto a su hija, Doña Belén educó a sus nietos, a los cuales enseñó a trabajar desde pequeños, sobre todo a los cuatro hombres, quienes puso a vender pan por la colonia para sacar recurso y pudieran gastar en la escuela.
“Ahora ya las mamás son unas niñas, jovencitas que no saben criar a unos niños, es muy diferentes, deben decirles a sus hijos que respeten a todo mundo, a sus vecinos, amigos, a todos, principalmente a sus padres”.
Amor y respeto son la clave para criar buenos hijos, explica Belén, ya que a los niños de antes los castigaban si hacían algún mal y no los dejaban salir, además de que desde pequeños se les enseñaba que el estudio y el trabajo son clave para el éxito y no ser un “bueno para nada”.
“Hace mucho se murió mi esposo, yo quedé viuda, mi esposo murió de un infarto, en un ratito falleció”. Con nostalgia platica que su esposo falleció cuando ella estaba a punto de cumplir 50 años, por lo que mediante venta de rosca de reyes, gorditas, galletas y gelatinas pudo sacar a su familia adelante.
“Saqué a como pude, sola, a mis hijos, no le diré que con cosas buenas, lo único que no quería es que mis hijos y nietos fueran unos buenos para nada y gracias a Dios no lo son”, los cuales ahora trabajan y tienen sus propias familias.
Al pasar el tiempo la familia creció, las recetas de las galletas y hojarascas pasaron de generación en generación a su nieta, y aunque de modo humilde, Doña Belén no tiene necesidad de trabajar, sin embargo se niega a descansar.
“Para qué quieren que me quede acostada, para que me tulla, mejor yo camino cada mañana y hago mis galletas, así muevo los pies y las manos”, cuenta alegremente la señora quien dice que en ocasiones tiene que caminar como “araña” agarrada de las paredes, pero con un paso que no se detiene.




