Mi mamá era bajita. De niñez y juventud delgada. Se quedo huérfana a temprana a edad y solo tuvo la oportunidad de asistir hasta el tercer año de primaria que fue suficiente para escribir y leer.
Huérfana vivió al amparo de la familia de Don José Zorrilla y de Angelita González de Zorrilla, hermana de la mamá de don Enrique Cárdenas. Así vivió desde muy niña en casa de la «fuente de la ranita», una de las hermosas casonas del 17 Alameda.
Bajo la protección de la generosa familia que serían nuestros padrinos.
A mi mamá se la robó Pancho Rosales, mi padre, que fue obligado a casarse por mi padrino.
Don José Zorrilla. En casa de los Zorrilla nació Cucufate, mi hermano mayor. Unos meses después mi papá se mudó a la casa de sus padres (herencia), en el 18 Juárez
y Zaragoza 252.
Vivimos una infancia muy feliz en el primer cuadro, rodeados de familias amigas. Mamá fue amiga, curandera de todos los males, siempre buscada para atender.
Era muy buena dibujante y fabricaba artesanías sencillas. Con una capacidad para multiplicar los panes porque el precario salario de papá no alcanzaba para más.
Nosotros, Toño, María y yo nacimos en el 18. Sólo Cucufate nació en pañales de seda.
Madre amorosa, buena para inventar cuentos y lectora obsesiva de Jardiel Poncela y Galdos. Creo que herede un poco de ella.




