CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Con 43 años en la docencia Mariano Báez Aguilar se alegra de haber inducido en el camino de la sabiduría a miles de alumnos, sin embargo, su mayor triunfo está en haber fundado una secundaria en uno de los sectores más difíciles de la ciudad.
Sentado en su oficina, de donde dirige desde hace años la institución que lleva por nombre “Profesor J. Guadalupe Longoria”, reconoce que es difícil laborar en un sector en donde la mayor parte del alumnado es de escasos recursos y con familias desintegradas, sin embargo, estos son quienes necesitan más de la educación y guía escolar.
El docente relata que desde niño quiso ser maestro debido a un gran deseo que tenía por servir a la comunidad, razón por la que estudió en el Instituto Nacional de Capacitación al Magisterio, en la Normal Básica y en la Normal Superior.
Tras terminar su preparación, laboró su primer tiempo como titular de un aula, fue en la Escuela Secundaria Tecnológica Agropecuaria número 134, localizada en El Barretal, Tamaulipas, al cual se trasladaba en un auto americano y viejo, con la ayuda de sus compañeros con quienes se dividía el costo del combustible.
En este lugar laboró por espacio de 10 años, para después ser comisionado en el área de divulgación de la Normal Superior, donde estuvo poco tiempo, ya que lo suyo era estar frente a grupo, oportunidad que tuvo de nuevo, ya en Ciudad Victoria, en la secundaria nocturna “Enrique García Guevara”.
Por espacio de 16 años Mariano Báez impartió cátedra a adultos y adolescentes por las noches en una aula que le prestaba la primaria Epigmenio García localizada en el 19 y 20 Rosales.
“Logramos entrar en contacto con las autoridades y la hicimos oficial (ya que era privada), mandamos a concurso el nombre de la escuela e iniciamos como con el nombre de Guadalupe Longoria, en ese tiempo fue el cambio de una secundaria nocturna a una diurna”.
Ya como escuela oficial buscaron una zona de la ciudad que no contara con Secundarias cercanas, por lo que la Américo Villarreal, fue la primera opción en donde iniciaron con 30 alumnos, para un año después cambiarse a la América de Juárez con 60 más.
Con tres grupos y 18 maestros, los cuales en su mayoría laboraran gratis, la escuela fue cambiando de lugares hasta llegar al frente de donde hoy se localiza, donde pagaban una renta de 500 pesos al mes.
“Buscamos bancos que no sirvieran en otras escuelas y rentamos pizarrones”, relata el maestro, que tras una gira del entonces gobernador Manuel Cavazos Lerma se acercó para realizarle una petición, la cual para su asombro concedió de inmediato.
“Le dije, Señor Gobernador necesitamos un terreno para la escuela, quien respondió al llamar al encargado de Sipobladur, en ese tiempo Heriberto Ruiz Tijerina, a quien le ordenó buscar un terreno para construir la escuela”.
Una vez con el terreno buscaron apoyos de programas ‘Mano con Mano’ para construir aulas y realizar actividades hasta la gran escuela que hoy se localiza en la colonia América de Juárez.
“La mayor satisfacción es que se lograron mis propósitos de tener una escuela a base de muchos sacrificios”, finalizó.