CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- A bordo de su auto Chrysler último modelo, Fidencio y Delia recorrían del 8 Abasolo al 17 Juárez; hacían escala en el 13 Hidalgo y poco acudían a su casa del 16 Morelos. En el carro cargaban todo, ropa, zapatos, comestibles y hasta electrodomésticos, dormían donde les venciera el sueño.
Hicieron de la propiedad del 8 Abasolo su refugio favorito, ahí donde estuviera el Hotel Florida, edificio que era de su propiedad y en donde se atrincheraban para sobrevivir una noche más, incluso decidieron que el sitio ya no fungiera como hotel para resguardarse de las agresiones. Otras veces regresaban a casa y rápidamente entraban a la cochera, se encerraban y no salían.
Cuentan testigos que en ocasiones los autos con poco kilometraje y recién salidos de agencia, amanecían abandonados en las calles del centro, los hermanos Medina ahí los dejaban tras otro presunto ataque y a la mañana siguiente, temprano iban a comprar un carro nuevo a la agencia. Tenían el dinero para solucionar ese inconveniente, demasiado dinero que a la vez era su principal problema.
Pero su presencia mediática aumentó cuando a través de cartas abiertas, no sólo denunciaban las agresiones hechas por desconocidos, sino que también acusaban ser víctimas de brujería, hechicería y magia negra de personas que no lograban identificar, que tenían también el mismo fin: apoderarse de su fortuna.
En cartas dirigidas a directivos de los periódicos de la localidad y en pláticas entre sus allegados, “La Moñitos” y Fidencio afirmaban ser perseguidos por “malos espíritus” y por demonios; sus enemigos eran vivos, muertos y entes sobrenaturales.
El Ministerio Público declaraba improcedentes sus denuncias al considerarlos perturbados mentales y esquizofrénicos.
La situación los orilló a cerrar sus negocios, aunque continuaban con su rutina diaria en las calles de la ciudad, huyendo de sus temores, denunciando los ataques y al pendiente de que sus negocios siguieran produciendo, tanto las rentas, como sus inversiones en Brownsville.
Expresiones de comerciantes del primer cuadro de la ciudad, los recuerdan como personas accesibles, de amable aspecto y siempre saludadores. «Pasaban por aquí todos los días, en la calle Hidalgo se les veía, saludaban a todo mundo, es una pena que de repente ya no supimos nada de ellos», explica Alicia Martínez, quien atendía en una boutique del centro hace más de treinta años.
El 29 de julio de 1987 pactan con el gobernador “Américo Amigo” el acuerdo para su protección, a la cual se comprometía la administración estatal y se asignaba al titular de Seguridad Pública, Raúl Flores Morán, según consta en periódicos de la época.
A cambio de la protección, Delia y Fidencio cedían sus propiedades al pueblo de Tamaulipas, vía el gobierno estatal, pero con la condición de que hicieran uso de los mismos hasta que ellos fallecieran. En el trato iban edificios, terrenos y cuatro certificados de inversión por un monto cercano a los ochenta mil dólares, más los intereses que generaran.
La decisión era extrema, pero ellos la consideraron necesaria para poder continuar con su vida, el resto de la familia al parecer actuaban como expectantes, nunca hubo en su momento, pronunciamento alguno al respecto del trato establecido por Fidencio y Delia con el Gobernador, al final ellos eran propietarios en partes iguales de las propiedades de la familia Medina Garza.
Pero la supuesta tranquilidad que esperaban tener no llegó; las agresiones continuaron, por lo que un día ya no se les vio más. Llamadas telefónicas, amenazas de muerte y el desasosiego mental eran la constante.
“Los Moñitos”, como ya se les conocía en la ciudad a los hermanos perseguidos por sus enemigos, dejarían de formar parte del paisaje urbano de la entonces apacible capital de Tamaulipas, huyeron a donde se sintieran seguros, a donde no les molestaran más, a donde su dinero, sus enemigos y su mente los dejara vivir en paz.
Fidencio y Delia se instalaron en Saltillo, Coahuila, desde donde iniciaron su lucha ahora contra el gobierno del estado por incumplir su parte del trato; con el apoyo del notario Ernesto Flores Anaya, inician el juicio para la nulidad del convenio donde cedían sus bienes al estado de Tamaulipas.
Los esfuerzos fueron en vano, su juicio nunca prosperó.
Más tarde, Fidencio falleció en Saltillo; Delia murió en Victoria el 9 de abril de 2003.
Zoila, su hermana menor, continuó con la disputa legal para que los bienes fueran devueltos a la familia Medina, pero el cuatro de mayo de 2005, un tribunal falló a favor del gobierno estatal que confirmaba la propiedad de los inmuebles.
Horas más tarde, un incendio extrañamente arrasa con la llamada “Casa Filizola”, el edificio valuado en más de 35 millones de pesos que se sitúa sobre el 13 y 14 Hidalgo, donde se ubicaba la Mueblería Medina y que indirectamente acusa a los familiares de Fidencio y Delia de haberlo provocado.
Para el año 2016, la administración estatal entrega el inmueble restaurado bajo la clasificación de Pinacoteca.
El Hotel Florida, con una extensión de dos mil 117 metros cuadrados fue donado al Instituto de Acceso a la Información, en 2008; el inmueble del 15 Juárez donde se encontraba “La Economía” y la casona del 17 Juárez están clausuradas y en el abandono, sólo la del 17 se pintó por parte del gobierno municipal en 2015.
El Gobierno municipal pintó la casa del 17 Juárez en 2015
El Hotel Florida con una extensión de dos mil 117 metros cuadrados fue donado al Itait
Litigios después de la muerte…
Los problemas siguieron a Fidencio y Delia después de su muerte; el Periódico Oficial del Estado de Coahuila emitió edictos en 2007 donde se les citaba para atender una demanda de lo civil en su contra, promovida por Vicente Carlos Huitrón.
Del monto cercano al medio millón de pesos obtenido tras la muerte de los donantes nunca se supo su destino pese a que estaba estipulado se dispusiera de esta cantidad en beneficio de personas desprotegidas. Nunca se informó al respecto de este donativo.
Lo cierto es que hasta años después de la muerte de los Medina se intervinieron los edificios donados que después reclamaron los mismos donantes por el incumplimiento de contrato de la parte oficial.
Hoy depende de las autoridades dar uso a los emblemáticos inmuebles olvidados en el corazón de la capital del estado, de belleza arquitectónica y ubicación envidiable.
A tres metros bajo tierra, en las tumbas de Delia y Fidencio reposa la verdad de esta historia.