Un tal Morris, en los Estados Unidos, ha creado una empresa Cementerio Online, de manera que cuando entregamos el estuche nuestros deudos pueden conservar nuestros gestos, palabras y diálogos como si estuviéramos vivitos y coleando.
Conservando nuestra fe la digitalización de los programas de nuestra existencia en tierra y nuestros herederos pueden gozar sin angustias la presencia de sus progenitores, hermanos, hijos o amantes como si estuvieran vivos.
Esta digitalización del espíritu amplía el espectro y las vivencias extraordinarias del muerto o el ensabanado, de tal forma que un amante puede vivir y gozar la cachondez de su consorte o de una improvisada novia de viaje.
En el mundo los cementerios digitales van desarrollando una nueva manera de morir sin sufrimientos y lagrimeos inútiles.
En la China, países de grandes poblaciones la digitalización es un éxito, al grado de que los dragones chinos empiezan a inquietar a los vivos.
En España 300 mil personas ya son parte del sistema de muerte digital.
En Ciudad Victoria ya se aplica en el cementerio del Cero Morelos porque los sepultadores han sembrado muertos arriba de los muertos. Han creado e invadido tumbas digitalizando a palas el polvo de los tiempos.
