Hace unos quince años, más o menos, porque mi memoria no es exacta tuve mi única y más cercana experiencia con un francotirador de poca monta. Resulta que desde un edificio de la calle Moras, en la Colonia del Valle, alguien empezó a disparar con un rifle de “pellets” a los perros y gatos que pasaban por ahí.
Al principio lo que ocurría era un misterio pero resulta que unos días más tarde empezó a dispararle a las personas; yo me enteré de por lo menos dos casos. Uno
fue el de la hija adolescente de una vecina en la que el pellet se le enterró en el pie. Acudió a una clínica donde tras examinar las radiografías concluyeron que extraerlo era una operación con mayor riesgo de hacerle un daño permanente que dejarlo donde estaba. Le dieron un certificado médico con el diagnóstico y señalando que era una herida que tardaba más de quince días en sanar para los efectos legales de decidiera denunciar. No lo hizo.
El segundo caso fue el de una señora que manejaba un auto con la ventana abierta y el pellet le entró por la clavícula izquierda. No la conocía pero acudieron un par de patrullas frente al edificio desde donde evidentemente se disparaba, estuvieron un rato en el lugar y los vecinos nos enteramos del motivo. No entraron al edificio.
El asunto era un problema. Lo que yo hacía era circular por la banqueta del edificio y nunca por la de enfrente. Hasta que se me ocurrió informar a los vecinos del edificio en cuestión. Hice una carta diciendo que en ese edificio había un francotirador y le anexé el diagnóstico de la niña adolescente, le saqué copias y, metidas en sobres, coloque una para cada uno de los departamentos de ese edificio.
El problema se acabó, no sé si por mis cartas o por el rato que estuvieron ahí las patrullas. Lo que siempre pensé es que seguramente se trataba de un chamaco al que sus papás le habían regalado un rifle de aire a presión para disparar pellets. Tal vez los papás se enteraron del asunto y le quitaron el rifle; ojalá y hayan hecho algo más, como darse de coscorrones por estúpidos.
Me acordé del asunto porque circuló un video en wasap donde un chamaquito gringo de trece años, actor incipiente contratado para hacer el documental, intenta comprar cerveza, cigarros, revistas pornográficas y billetes de lotería y en todos esos casos lo rechazan por su edad. A continuación entra a una exposición de armas y compra un rifle sin ningún problema.
Desconfió mucho de las falsas noticias que circulan en los medios sociales. Son más para diversión que para informarnos. Pero en este caso busque el video en YouTube y encontré que era verdadero; lo había patrocinado y llevado al aire por la cadena norteamericana CNN.
Estando en eso encontré videos sorprendentes de padres en tiendas de armas comprándoles armas reales a sus niños en el día de su cumpleaños. Hablo de niños que cumplían siete años y en un caso, cinco años. Claro que planeaban llevarlos a un campo de tiro familiar, que abundan, para que ahí recibieran clases sobre el manejo correcto del rifle y se divirtieran disparando. Si esos padres les hubieran dado una cerveza, cigarros o pornografía podrían perder la patria potestad.
Darles un rifle es enteramente legal y parte de una cultura muy expandida.
La misma cultura que permitió que un tipo llamado Paddock pudiera llevar a cabo la mayor matanza sin sentido en la historia de los Estados Unidos. Asesinó a 59 personas e hirió a otras 527 disparando con una docena de armas de alto poder hacia la multitud que se encontraba en un concierto de música country al aire libre.
En los videos de la masacre se escuchan disparos en largas series, como si se tratara de ametralladoras. Es que modificó sus armas con un aditamento que permite oprimir el gatillo a la mayor velocidad posible sin que se trate legalmente de una ametralladora. También intentó comprar balas trazadoras, es decir visibles, que le permitieran dirigir mejor sus disparos. Solo que ese día se habían agotado.
La tragedia hizo que el congreso norteamericano pospusiera, tal vez por solo unas semanas, la legalización de la venta de silenciadores para el tipo de armas que usó Paddock. Si ya fueran legales, y hubiera comprado balas trazadoras, Paddock habría sido más mortífero.
Resulta extraordinaria la respuesta de los republicanos y la cadena Fox diciendo que no es el momento de “politizar” la tragedia discutiendo restricciones a la venta de armas. Lo que ahora existe es prácticamente venta irrestricta. Se calcula que los norteamericanos tienen 112 armas de fuego por cada 100 habitantes. Más que en ningún otro lugar del mundo.
No faltará los que señalen que en la mayor parte de los Estados Unidos no se permite que los vendedores registrados con autorización federal vendan pistolas a menores de 21 años, ni rifles a menores de 18. Sí, es más fácil comprar un rifle. También deben hacer un chequeo de datos del comprador con el FBI y esperar 72 horas. Pero si el FBI no responde en 72 horas, como ha ocurrido en el caso de varios francotiradores, entonces se asume que no hubo una negativa y se puede vender.
Pero esos son límites para los vendedores registrados con un local oficial. Las ventas, o regalos, entre particulares no tienen restricciones. Por eso un padre puede comprarle un rifle a su hijo de siete años. Por eso un vendedor en una exposición temporal puede operar como particular en un tianguis y venderle a un chamaco de trece años, o a cualquiera con dinero, sin cumplir mínimos de verificación.
En todo caso Paddock, un hombre blanco, millonario, sin antecedentes criminales, sin tendencias ideológicas conocidas, sin rasgos de inestabilidad mental, habría pasado casi cualquier tipo de chequeo oficial. ¿Por qué disparó a los fans de la música country? ¿Por qué tenía 20 kilos de explosivos en la cajuela de su auto? No se sabe; no hay indicios sobre sus motivaciones.
La venta irrestricta de armas cada vez más poderosas en los Estados Unidos es un problema importante para México. En las últimas semanas nuestro gobierno no tuvo empacho en sumarse a la injerencia y amenazas norteamericanas a Venezuela. Sería el momento de equilibrar la balanza, mostrar un poquitín de gallardía y abiertamente llamar a la cordura al gobierno norteamericano solicitándole que en defensa de su población, y la nuestra, prohíba la posesión de armas automáticas y de alto poder en manos de civiles.