MÉXICO. Sayed Basam Pacha era teniente de la fuerza policíaca en Kabul, en Afganistán. Tenía dos títulos universitarios: uno en ciencias políticas y otro como policía. A los 25 años, ya era reconocido por su labor en la policía afgana.
Pacha era un hombre físicamente fuerte y disfrutaba de hacer ejercicio, principalmente halterofilia. Tenía tres hermanos.
El jueves pasado, durante una reunión de simpatizantes con una figura política en Kabul, Pacha fue de los muchos policías que estuvieron en guarda en el hotel donde tanto el evento como las actividades diarias del lugar se llevarían a cabo.
Un hombre sospechoso se aproximaba a la línea de revisión y Sayed Pacha le gritó que se detuviera. Contrario a la orden, el sujeto comenzó a correr y Pacha lo detuvo.
Conociendo las implicaciones de sus actos, el teniente Pacha se arrojó contra el sospechoso dándole un “abrazo de oso” y sometiéndolo.
Fue entonces que el sujeto activó la bomba que llevaba escondida bajo su saco.
La mayoría del impacto lo sufrió Pacha, quien murió instantáneamente de forma macabra, igual que otras 13 personas, la mayoría policías y el resto civiles. Otras 18 resultaron heridas.
Pero algo es reconocido por miles: de no ser por el teniente Sayed Basam Pacha, la suma seguramente habría alcanzado un número mucho más alto, ya que el terrorista, quien ISIS reclama como miembro de sus militantes, se dirigía al interior del recinto, donde muchas más personas se conglomeraban.
“Mi hijo se sacrificó para salvar muchas vidas” dice Sayed Nizam Agha, el padre de Pacha, quien también es policía.
Entre sus amigos, colegas y familiares, el recuerdo de Sayed es el mismo: un hombre joven, lleno de esperanzas para el futuro de su país, que odiaba la corrupción y que siempre tuvo en mente ayudar a las víctimas, pero que nunca imaginó convertirse en una de ellas.
CON INFORMACION DE NOTICIAS YA.