CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Dicen que todos llevamos un briago dentro, algunos más a la vista que otros. Lo cierto es que “La mexicana alegría” está presente en la mayoría de las celebraciones nacionales.
Sin embargo, como es conocido, los excesos suelen pagarse muy caros, algunos con la preciada salud, a veces con el patrimonio al ocasionar un percance vial y los más desafortunados con la vida.
Pero no todos quienes son adeptos a las bebidas espirituosas se desmandan a la menor provocación.
Hay quienes por costumbre suelen hacer escala en alguna de las cantinas y bares de la ciudad sin mayor pretensión que remojar el cogote y refrescarse con una solitaria cerveza.
“Todo con medida” dice el conocido slogan, y aunque muchas personas no lo respetan, los hay que mantienen un límite en el consumo de alcohol. Hay quienes ‘pistean’ cada semana, otros que muy esporádicamente empinan el codo durante el año y los que a diario hacen un pequeño espacio en su agenda para echarse una cervecita.
En Ciudad Victoria abundan los bares y cantinas, algunas con más de sesenta años en activo, y otras de reciente creación: en toda la zona centro se puede uno encontrar el lugar perfecto para desestresarse entre parroquianos y sinfonolas, botanas y Fara Faras.
El Caminante decide realizar un recorrido por algunos lugares dedicados a “inflar”, acompañado del Sr W. que muy gustosamente aceptó ser parte de esta procesión.
Es la 1 de la tarde con veinte minutos y el recorrido inicia en una discreta cantina llamada “El Dólar” en el 5 y 6 Morelos. De inicio el lugar parece estar cerrado y al empujar la puerta una oscuridad digna del mejor cine saluda a los que van entrando. Ya cuando los ojos se acostumbran a la penumbra, un mostrador muy limpio aunque muy antiguo recibe al Caminante y al Sr. W.
-Dos Tecates por favor- solicita el Caminante mientras el Sr. W se acomoda en la barra.
Las cervezas están suficientemente frías pero las caguamas están “al tiempo”, pero a un parroquiano eso no lo detiene y se refina una, al cabo que “el tiempo” (clima) es frío, y
así al puro estilo británico, se empuja su chela sin refrigerar.
Quién sabe que atractivo tendrá este lugar que hasta el cantinero del Bar “Los Monteros” viene a visitarlo.
El Dólar es el lugar idóneo si anda uno huyendo de la “resolana” del mediodía.
La segunda parada es el bar que está en el 7 y 8 Hidalgo, a un costado de GranD centro. Al entrar lo primero que uno nota es la rockola a todo volumen con un alegre huapango norteño.
Enseguida “El Chino” se pone a la orden de los que recién van llegando y sirve dos cervezas “de media”. El lugar se encuentra a la mitad. Vendedores de chicles y botanas desfilan, así como boleros y billeteros de lotería. El lugar es amplio y muy al contrario del anterior, está muy iluminado.
-¿Cómo se llama este bar, Chino? – Se le pregunta al encargado.
– Pos no tiene nombre en realidad, nomás dicen “Vamos ahí con el Chino” –responde meneando la cabeza.
Aquí definitivamente lo bueno es el ambiente pues todos rien y carcajean entre chistes e intentos de baile. Y la cerveza está “bien muerta” que hasta cala en los dedos de lo frío.
El Jarratour continúa en el Bar “Manolete” en el 9 Juárez y Bulevar. Este es un lugar más familiar definitivamente. El aroma a mariscos inunda el sitio. El mesero se acerca y se pone a la orden. Más Tecates.
Los Fara Fara llegan y tras un breve diálogo entonan “Total ya se fue” y los presentes se alegran y hasta en cantantes se convierten. Los platos con cueritos y papas fritas van y vienen, aunque el mesero ya no se acercó a ofrecerlos ni trajo el menú… será porque en las paredes se encuentra escrito en cartulinas de colores. Curiosamente en los tres bares que recorren el Caminante y el Sr. W. no regalan botana, ¡Ni un cacahuate! Eso sí, la mayoría cuentan con una pantalla enorme para ver deportes o las noticias (y dicen que en algunos los presentes se ponen a ver hasta novelas… diiiiicen…)
Aquí en el Manolete el trago tradicional es “El tanque”, una especie de michelada de gran tamaño para acabar con la sed, el calor y los angustiantes pendientes de la vida que
revolotean en la mente. Los mariscos se ven sabrosos, pero los precios no son tan “populares”, más bien son caros.
Sin embargo el lugar está limpio, así como los sanitarios y el “privadito” contiguo.
Es hora de seguir con la “Procesión”.
El próximo punto está en una cantina adjunta al Sindicato de Meseros, al que no se le ve letrero con el nombre pero que es conocido como “La quinceañera” allá en la esquina del 15 Ocampo. Al entrar hay un amplio patio con mesas y sillas para echar el trago al aire libre. Al fondo ya dentro del bar los colores cambian. Aquí no se venden Tecates, aquí pura cerveza de la “Corona”. El Caminante y el Sr. W. piden un par de “Victorias” de media y unas “Sabritas”.
Aquí tampoco les ofrecen botana gratis, pero en el fondo está sentado un vendedor de papitas, frituras y cacahuates que muy acomedido les arrima el bote de salsa para acompañar sus papas. Por su fina atención, El Caminante y su amigo le compran unos cacahuates salados.
El sabor al cambiar de marca de cerveza es reconfortante además de que se encuentran bien heladas. El ambiente es muy tranquilo, pero lo que llama la atención es que el cantinero se sale de la barra para ver la tv desde las mesas y le da la espalda a los parroquianos, pero eso sí, está atento a cualquier pedido que se le hace.
Son casi las cuatro de la tarde y el Sr. W. debe retirarse del Jarratour para asistir a un festejo familiar. “Lástima que ya ando encarrerado, pero pues la familia es primero” dice al despedirse.
El Caminante debe pedir refuerzos, y es su amigo el Ángel Negro, quien se apunta para continuar el recorrido.
Se trasladan ahora al “Bar Tecos” enclavado en un lugar donde los muertos son más famosos que los vivos: el “Cero Hidalgo” frente al panteón.
Aquí también venden y a muy buen precio Cerveza Corona bien fría, pero tampoco ofrecen botana gratis. Eso sí, el lugar está muy bien iluminado y la clientela se comporta a la altura. Un caballero de marcada orientación gay es el encargado de atender a los parroquianos de manera muy amable y hasta amenizar la charla con algún comentario jocoso. Poco a poco el lugar se va nutriendo de asistentes y aunque el ambiente se pone cada vez más agradable, el Caminante y El Ángel Negro deben continuar su recorrido.
Ambos se trasladan a los alrededores de la Estación del ferrocarril en busca de un lugar llamado “La rielera” que fue muy altamente recomendado por un parroquiano. Pero para su mala suerte el lugar ya cerró. Ni modo.
El Caminante y El Ángel Negro dan por terminado el recorrido.
Definitivamente hay buenos lugares en la capital tamaulipeca dónde echar la copa en horario diurno, ‘rinconcitos’ agradables y limpios. Lástima que sean un poco ‘agarrados’ con la botana porque en todo lo demás se llevan buenos comentarios. Si acude a alguno de ellos recuerde que lo mejor es no excederse. Suficiente pata de perro por este día.