La renegociación del TLCAN en proceso no ha acrecentado la certidumbre sobre el resultado final. El secretario de economía, Ildefonso Guajardo, dice que el Tratado está firme.
El presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Juan Pablo Castañón, cercano a la negociación, señala que no se ha eliminado la posibilidad de que Estados Unidos decida retirarse del acuerdo. Se ha avanzado en la mitad de los temas de negociación, pero aún faltan los más difíciles.
La ministra de relaciones exteriores de Canadá, Chrystia Freeland, dijo que Estados Unidos debe ser tomado en serio cuando dice que podría abandonar el TLCAN.
El influyente senador republicano Paul Ryan dijo que el problema real que tienen los Estados Unidos es con Canadá por el exceso de lácteos y los bajos precios que afectan a los productores de Wisconsin. Por otro lado, previene que acabar con el TLCAN pone en riesgo las exportaciones agropecuarias norteamericanas hacia México. Mantiene la vieja posición neoliberal favorable a los tratados comerciales en lo general con arreglos particulares en sectores específicos.
Distinta ha sido la posición de Trump, el secretario de comercio Wilbur Ross y el representante comercial Robert Lighthizer, que con enorme ambición han buscado tres modificaciones de enorme importancia. Una es equilibrar el comercio exterior norteamericano exigiendo que seamos mejor cliente de los Estados Unidos y no de China. Entre otras cosas en las importaciones de partes para la producción de automóviles. Lo segundo es elevar los salarios en México de modo tal que no compitamos con lo que Trump llego a calificar como trabajo esclavo. Y lo tercero es ampliar las importaciones de productos agropecuarios.
Cualquiera de esas tres modificaciones, y todas en conjunto, implicarían modificaciones de raíz a la estrategia económica seguida por México en las últimas décadas. Equilibrar el comercio con Estados Unidos requeriría imponer aranceles a las importaciones de China, lo que elevaría los precios de los bienes importados y bajaría la competitividad de la manufactura mexicana. Esto llevaría a que Estados Unidos prefiriera comprar en China. Un absurdo en el que no saldrían ganando.
Solo es viable equilibrar el comercio si los tres países, México, Estados Unidos y Canadá rediseñan el TLCAN para darse verdadera preferencia mutua y establecer conjuntamente aranceles a las importaciones de China. Solo en esas condiciones también sería posible la elevación substancial de salarios sin pérdida de competitividad.
En ningún caso sería aceptable el incrementar las importaciones agropecuarias debido a que agravaría la ya difícil situación económica y social del campo en México.
La renegociación del TLCAN ya fracasó; México no aceptó las exigencias centrales norteamericanas. Y no podría hacerlo sin demandarle a Estados Unidos y Canadá lo que también serían para ellos cambios substanciales de sus estrategias económicas. Los tres países le han dado preferencia a importar del sureste asiático y no de sus socios comerciales.
Cambiar eso y otorgarse una alta preferencia comercial trilateral implicaría que los tres impusieran aranceles a las importaciones asiáticas.
El fracaso de la renegociación no significa la ruptura automática del tratado. Más bien habría que pensar que la renegociación ha cambiado de campo de juego. En lugar de ser trilateral es ahora predominantemente interna a los Estados Unidos.
Es al interior de ese país que dos sectores se oponen a la ruptura del tratado. Uno son los productores agropecuarios que se encuentran en crisis de sobreproducción y precios bajos y temen que México disminuya sus compras de granos y lácteos.
No es políticamente viable que Estados Unidos, a manera de castigo imponga restricciones específicas a sus importaciones mexicanas. Tendría que hacerlo a las de un conjunto amplio de países, incluyendo China, Japón y Alemania. Lo que afectaría fuertemente los intereses de un segundo sector, los grandes consorcios que han invertido y producen en el exterior. Además, entraría en conflicto con sus grandes aliados internacionales.
Por ello, aunque la renegociación fracase es muy posible que Estados Unidos no se salga del TLCAN. Afirmación arriesgada porque la decisión se encuentra en manos de un individuo que día con día manifiesta un comportamiento poco racional, poco informado y muy influenciado por reacciones viscerales. En todo caso lo preocupante para nosotros es la debilidad de un modelo económico dependiente de lo que ocurra en el exterior.
Continuar en un TLCAN con ajustes menores sería un respiro insignificante en un contexto en el que otros riesgos se acrecientan. En la ausencia de un quiebre dramático, deberíamos aprovechar para plantear un cambio de estrategia socialmente consensado.
Es lamentable que México le haya apostado a un tratado de libre comercio y no a uno de desarrollo compartido. Uno que le hubiera dado continuidad en lugar de destruir los avances industriales y de la producción agropecuaria que permitieron elevar substancialmente los niveles de vida de los mexicanos de los años cuarenta a los setentas.
Nos globalizamos en exceso y bajo mecanismos equivocados. El crecimiento sostenible no puede darse sobre la base de la venta del país y del sacrificio del bienestar de la mayoría; requiere lo contrario, el incremento del consumo unido a la producción interna. Con un componente globalizado que no podemos eludir, y que puede ser positivo, pero que no debe jugar el papel central de una estrategia económica que busque crecimiento con equidad.