6 diciembre, 2025

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Crónica urbana

De Libros Viejos y Viejos en los Viajes

Crónica Urbana

Mi amor por los libros viejos me ha llevado a conocer grandes viejos por el mundo. En mi libro de memorias que encuaderno de corazón cruzan como películas en el Daguerrotipo de la reflexión. Uno de ellos, el Coronel Sanders, el “inventor” del Kentucky Fried Chicken, KFC., que me tope en una entrada del Metro de NY, una mañana el mes de marzo de 1976. Vestido de blanco, de corbatín, atrajo la atención de todos. Era un hombre famoso, y gustaba de caminar por las calles de la gran manzana. En esas mañanas neoyorkinas frías y generosos de sol. De pelo cano, de sonrisa abierta que permitían un mejo sonrojado de sus mejillas. Cuando se conoce a una ciudad a pie se conoce al mundo. Las ciudades se caminan, y los encuentros se tornan maravillosos. El Coronel Sanders lucia sus bigotillos y su barbilla de candado. Mi camarita no funciono, y no hubo chance de tomarme una foto con ese simpático viejo. Murió en 1980.

Los libros viejos son esa suerte de alebrijes de conocimientos. En la Lagunilla, en México, en Porta Portese en Roma, en el Rastro de Madrid, o en la Calle 42 de la Ciudad de Nueva York,
son fiesta para los ojos y una pérdida de brújula ante tantos conocimientos. En Nueva York me hice de una de las primeras ediciones del Escarabajo de Oro de Edgar Allan Poe, un incunable que cuido como preciado tesoro. En la Ciudad de Nueva York es prácticamente imposible cargar los enormes libros que la gente tira en la basura por las noches. Todo va a dar a las alforjas de las calles de librerías de viejo. Imposible por el peso, llevarse esos tesoros. Personajes de novela y de película desfilan por mis ojos. Recuerdo muy a Telly Savala, Koyak, con su hermano Teo, durante el descanso de filmación de la serie televisiva, Koyak. De aproximadamente 1.90 de estatura, se mostró amable con el público mientras chupaba su paletita de fresa.

Cuento con una foto de este famoso actor.

Audrey Hepburm, la bellísima artista belga-norteamericana también la encontré en filmación. Muy difícil acercarse a ella, por sus guaruras que alejaban al público como a cinco metros de distancia. Tal vez en sus últimos filmes en NY en 1976.

Libros, Libros, entre el olor a viejo y lo nuevo. Viajar como amar es un placer. En Pleasantville, N.Y., donde viví, frente a la casona en donde me brindaron hogar y amistad, estaba la residencia del actor Sídney Poitiers, más que residencia, mansión, de varios acres. Bajaba la ventanilla de su limusina para saludar a sus vecinos, cuando se abría el enorme portón de su casa.

En una de las casas que me brindaron hospitalidad, se me regalo una Biblia diminuta, con grabados en linóleo originales, fechada en el año de 1876, de 6 x 5 cm. Con grosor de 4 cm., una maravilla, que perdí tontamente con una novia en la Ciudad de México. Nunca recupere ni a la novia ni a la Biblia.

Libros de los que se llaman incunables de Amado Nervo, entre otros bellos autores, he gozado y sufrido, así como el robo hormiga tanto de textos, documentos, discos, fotografías y estampas
originales, durante estos largos años.

No es un artículo que enumera encuentros vivenciales con poetas, artistas de talla universal en donde he volado pies y sueños. Referencia de lo que será un recuento mayor para mi libro puntual, de citas con la vida y el amor.

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