A cuatro meses y medio de la elección federal en la que escogeremos al sustituto de Enrique Peña Nieto, sea cual fuere el resultado, ya se perfila el nuevo rostro que tendrán los partidos políticos nacionales y obviamente habrá en ellos cambios fundamentales.
Así es mis queridos boes, la desbandada en los partidos más viejos adelanta, da pistas, señas y el acogimiento de lo más podrido de dichos partidos por parte de Morena da luz del monstruo aterrador que puede ser el partido de López Obrador, quien para entonces podría ser presidente electo, si las encuestas se mantienen y le atinan.
Comenzando por el más viejo, el PRI, no exageran quienes pronostican su muerte, su transformación a ser un simple reducto de lo que fue una maquinaria perfecta, anti democrática pero perfecta en las artes de hacer presidentes, el manejo de masas y la construcción de fortunas millonarias para quienes bajo sus siglas detentaron el poder.
El callejón sin salida en el que parece está metido el tricolor se ve negro, aterrador, desolado, en el que parece el moribundo decidió ir a terminar sus días.
Del PRI se han ido en una desbandada permanente personajes de todos los niveles, desde ex gobernadores, como Moreira, hasta dirigentes estatales como Felipe Garza y miles y miles de operadores, ex diputados, ex alcaldes y sobre todo ex padrinos, ex financieros y seguro no pocos empresarios víctimas de extorsión.
Habrá que ver si Manlio Fabio se queda una vez que se confirme la debacle que llevará al PRI en el tercer lugar. También habría que esperar a que pese a que tiene un asiento en el senado, Miguel Ángel Osorio Chong sigue en el tricolor o sale del closet y se va a Morena, partido para el que los bien enterados aseguran trabaja en venganza porque no lo designaron candidato presidencial.
Y es que las encuestas más serias, todas, sitúan a José Antonio Meade en un triste, lejano tercer lugar, pero al PRI como tercero también en 7 de las 9 gubernaturas que están en juego en esta elección.
En Tamaulipas, el PAN y Morena amenazan con dividirse alcaldías y diputaciones federales y al PRI le podría tocar nada, nada de nada.
La inminente derrota histórica que ya hasta los propios priistas más aterrizados y realistas dan por hecho, no solo no va a detener la desbandada, sino que la agravará y es entonces donde alguien va a tener que cerrar la puerta.
Me da la impresión que estaríamos ante el nacimiento de un nuevo partido con los priistas que no encuentren cobijo en Morena y en el PAN, ya veremos.
Del lado del PAN, la cosa no pinta tan grave como en el PRI, pero tampoco tan buena como para no observar que los mandos en ese partido serán otros.
La salida de los calderonistas está casi concluida, solo falta Ernesto Cordero y el propio Felipe Calderón para que el blanquiazul complete la escisión que ya no se detiene.
Cuando todo haya pasado, el grupo albiazul que mantuvo el poder en ese partido durante buena parte de la última década estará completamente fuera.
Ricardo Anaya y sus aliados, los actuales gobernadores panistas, serán las nuevas figuras del nuevo PAN. Ahora que si el queretano logra remontar y ganar la presidencia, muchos de los que hoy gobiernan los Estados andarán en el gabinete y su consolidación en el partido irá por añadidura.
Desde ahora, los calderonistas pueden darse por perdidos, Margarita Zavala no obtendría, según todas las encuestas ni cinco por ciento de la votación y una vez derrotada ni siquiera les alcanzaría para crear un nuevo partido político.
El PRD, si Anaya no gana la elección, podría también enfrentar una crisis de muerte, porque solo, no gana nada, porque igual que en el PRI la huida hacia Morena es pian pianito y con la derrota ahí solo quedarán las siglas y el velador del edifico partidista.
Miguel Ángel Mancera y Alejandra Barrales consolidarían su liderazgo con lo que quede del PRD, tal vez para entonces la mayoría de las ‘tribus’ ya se hayan ido y entonces el PRD sea un partido chiquito, pero sin pleitos a morir adentro.
Y al que es muy difícil imaginar es al Morena post elección, si ganan habrá que ver si aquello no se convierte en un circo romano por el reparto de botín. Se antoja un pleitazo al interior, donde priistas renegados, perredistas asilados y morenistas fundadores reclamarán los trofeos de guerra.
Si AMLO pierde habrá que ver quién se queda en un partido donde solo uno ha brillado desde su formación, si el tabasqueño logra mantener unido al pluriidelógico partido que ha conformado habría entonces que acreditarle el milagro.
Y como lejano a todo eso, como indiferente a la vida de los partidos está el grueso de los mexicanos, hartos de la política nacional donde la constante es la corrupción, el reparto entre ellos de lo que es de todos nosotros, pero dejados, víctimas del síndrome de Estocolmo, apendejados pues.
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