*El autor es Premio Nacional de Periodismo 2016.
El problema de los partidos y políticos que se aferran a preservar el poder es su incapacidad para comprender que han sido rebasados por una sociedad que no es la misma que vio nacer al PRI, PAN, incluso al PRD y satélites que les han sobrevivido.
El sistema creado a partir del triunfo revolucionario debe cambiar por la sencilla razón de que la república tiene motivaciones diferentes a las ambiciones personales y de grupo características de los gobernantes de los últimos tiempos.
El enojo ciudadano señoras, señores, tiene sentido más profundo. No se detiene en la corrupción, inseguridad, desempleo, etc. Ni siquiera es eso, sino la exigencia de modernizar y humanizar las instituciones para acomodarlas al mundo nuevo que nos abruma.
Es increíble que a más de cien años de la última sacudida violenta, México conserve los viejos esquemas de control político dificultando el avance democrático y social.
Por ello no extraña que los mexicas permanezcamos inmersos en asuntos domésticos perdiendo de vista lo más importante. Es decir la proyección del país hacia las dimensiones que soñaron los ancestros llegados a poblar las tierras del Anáhuac.
El sistema entonces es obsoleto, sin embargo en su proceso de descomposición engendra situaciones y circunstancias distractoras del verdadero destino nacional.
A estas alturas México no debiera permanecer atorado en la corrupción o inmoralidad política, sino integrado al lado de naciones con semejante experiencia histórica. No olvidéis que algunas revoluciones europeas y asiáticas contra monarquías y feudalismos fueron posteriores a la nuestra y sus habitantes ya pertenecen al primer mundo en tanto que por estos andurriales más de la mitad de la población no logra superar el hambre.
Y ni modo de poner como pretexto la falta de recursos naturales porque por acá hay hasta para regalar. Tal cual lo ha hecho el supremo gobierno al gran capital nacional y extranjero.
INTERÉS SUPERIOR
De manera que los políticos “institucionalizados” no entienden que por encima de sus ambiciones se encuentra el interés superior de la patria. Ni siquiera lo hacen a propósito dada su pequeña mentalidad conectada directamente a la apropiación de bienes aprovechando el poder.
No conciben que gobernar tenga objetivos diferentes a la acumulación personal en la forma brutal como lo han hecho por más de un siglo. Y ni modo que sea invento.
Obtener un cargo significa la oportunidad de riqueza pronta. Las evidencias indican que su capacidad no va más allá. Ha sido el signo distintivo en todos los niveles de la burocracia, considerando desde luego, honrosas excepciones que confirman la regla.
El escribidor está convencido de que la necesidad de cambio no se origina en el enojo social (algunos le llaman “encabronamiento popular”) derivado solo de la corrupción e impunidad, sino que proviene de la exigencia por rescatar la grandeza mexicana.
Ese es el fondo del asunto y no la persecución o condena de delincuentes “de cuello blanco” o ladrones del erario público. De estos por supuesto que importa el castigo pero no el merecimiento de distraer los verdaderos objetivos de la república. He dicho.
ALLÁ POR EL NORTE
Óscar Almaraz Smer va a contraflujo en su esfuerzo por modernizar la capital del estado. Es entendible. En este escenario hay que reconocer esta tarea comparable quizá a la que en su tiempo realizó el gobernador Cárdenas González.
Desde entonces ha habido cuatro gobernadores de origen victorense (incluido Martínez Manautou) que hay que decirlo, olvidaron darle “una manita de gato” a la tierra que los vio nacer.
Como victorense el columnista lo agradece y seguro que miles de paisanos también.