La vida se carga pesada, se dobla la espalda y miramos de reojo como aquellos personajes de la Pintura Flamenca, enconchados y burlones. No levantamos las patorras y dejamos de flotar como en nuestros años mozos. La vida es así, se camina arriba o bajo de ella como si fuéramos gusanos que gustan de andar en los árboles de guayaba y que les llamábamos Cargapalitos.
“La Vida es Así”, esa famosa columna de Los Soles de los sesentas. Jim Bishosp. La vida que se repite en el espejo en tránsito porque los años no pasan en balde, cargados con los sueños viejos y van a dar el río de los olvidos.
He vivido cercano a personas que padecen Alzheimer, y que se quedaron en la recta final en el olvido.
Familias que se entremezclan con esa venturosa enfermedad, si se trata de olvidar las penas, y terrible, porque quienes rodean esa penas es un carga dura y pesada.
Mejor el olvido, el olvido de los caminos que han recorrido nuestra existencia. Una de mis novias – nunca la he olvidado– por su nombre, Olvido, aunque poco recuerdos sus facciones.
Pero he llegado al frente de los olvidos, topar con pared cuando las personas me saludan como si nos conociéramos desde hace muchos años. Tal vez si, tal vez no, pero lo hacen con demasiada familiaridad que acabó por comprender que es cierto, que es un amiga o un amigo desde hace muchos años.
La carga de los años empuja al cuerpo para adelante y la columna vertebral se abate, las pisadas son tontas y de vez en cuando ocurre un putazo, si, un putazo que nos deja plasmado en el cemento.
En Morelia, Michoacán, ya cuelga en años y entonces era yo un Tarzán muy mono, en cierta ocasión, con un grupo de compañeros de trabajo fuimos a un antro, que en Morelia estaban en el centro. Llegamos al antro, y una de las chicas de la mesa que más aplaude se abalanzó sobre mí, abrazándome efusivamente. Mis compañeros apantallados asombrados por mi pegue natural. Modestia aparte siempre goce de las simpatías de las musas por doquier. La verdad es que esa chica me confundió con un antiguo novio, amante o cualquier cosa del género. Lo cierto, es que el olvido por donde le busquen está presente en nuestra existencia y a edades como la mía que repaso por las mañanas el obituario, para ver si ya estoy allí, en el festejo funerario.