Cada vez que la realidad de la crisis social los aplasta, los priístas se sacan de la manga la figura de Luis Donaldo Colosio. Pero cada vez que lo hacen, en los hechos aparece Colosio como una botarga esperpéntica frente a una sociedad harta de las trampas tricolores.
El mejor homenaje que los priístas pudieran hacerle a Colosio sería la exigencia para reabrir la investigación de su asesinato. La indagatoria de 1994, en medio de investigaciones acotadas por el presidente Salinas de Gortari desde Los Pinos, dejó muchos hilos sueltos, muchos interrogatorios que no se hicieron y muchas presiones para llegar a la conclusión establecidas a priori de un asesino solitario.
Pero en política no existen los asesinos solitarios. Su asesinato cambió el rumbo del país. A Colosio lo asesinaron cuando había tomado tres decisiones estratégicas: asumir la candidatura real y ya sin el pastoreo de Salinas de Gortari, pactar con Manuel Camacho la reforma política desde la Secretaría de Gobernación y, sobre todo, pasar el modelo neoliberal del Tratado de Comercio Libre a tercer sitio de las prioridades. En Los Pinos salinista se murmuraba que Colosio se había transformado en camachista.
La afirmación de Colosio de que veía un México con “hambre y sed de justicia” fue, en realidad, irrelevante porque careció de una explicación política, pero sacudió a Salinas de Gortari y a Joseph-Marie Córdoba Montoya porque implicaba el fracaso del neoliberalismo 1983-1994. La prioridad social colosista se iba a colocar por encima del compromiso neoliberal. Colosio ya había aprobado cambiar a todo el CEN del PRI; inclusive, quitaría a Ernesto Zedillo de la coordinación de la campaña y lo enviaría a la jefatura del Departamento del DF, porque era el representante de los intereses neoliberales de Salinas y Córdoba.
Colosio no iba a romper con Salinas; simplemente, iba a hacerse cargo de su propia campaña. De Tijuana iba a bajar a Hermosillo, donde el gobernador Manlio Fabio Beltrones le había preparado un súper mitin que iba a ser, aceptado por el propio Colosio, su “verdadero destape”. El 23 de marzo, por teléfono, Colosio selló el pacto con Camacho.
Los priístas se olvidaron muy pronto de Colosio. Aceptaron a Zedillo porque representaba el modelo neoliberal de Córdoba, resintieron cuando Zedillo prefirió la alternancia a dejar al PRI en la presidencia en el 2000 y apoyaron las reformas neoliberales de Peña Nieto. De la nominación de Zedillo a la candidatura de José Antonio Meade Kuribreña, los priístas han aceptado y avalado el modelo económico neoliberal que Colosio desautorizó aquel 6 de marzo de 1994.
En este sentido, la invocación de Colosio en el aniversario del PRI el domingo 4 pasado fue un sarcasmo porque Meade fue candidato por representar al grupo de interés neoliberal salinista a través del grupo de Pedro Aspe, el padre del neoliberalismo salinista.
Pero al mismo tiempo la presencia de Luis Donaldo Colosio Riojas al lado del candidato del PAN fue otra falta de respeto a la memoria de Colosio porque el candidato asesinado representaba la oferta contraria al PAN en 1994. Hasta ahora, el hijo de Colosio arrastra la figura de su padre como única tarjeta de presentación. De ahí que el propio Colosio Riojas debiera también exigir la reapertura de la investigación del crimen del 23 de marzo y no capitalizar una herencia priísta a favor del PAN, a sabiendas de que lo están usando.
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@carlosramirezh