CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- “Come frutas y verduras” dice el slogan que le impone el gobierno a la publicidad de alimentos, golosinas y postres. Definitivamente la gran mayoría de la población sabe que comer sanamente es sinónimo de buena salud y bienestar. Nuestra región goza de una situación geográfica inmejorable para abastecerse de casi todas las frutas y verduras habidas y por haber: legumbres, cítricos, hortalizas etc, constantemente llegan frescas a nuestra ciudad.
Y aunque la escasez y la carestía pueden llegar a ponerle un zarpazo a la canasta básica, siempre hay opciones para conseguir “el chivo”.
El detalle es que las costumbres basadas en el consumismo nos aporrean el bolsillo, pues es muy común ver a familias enteras que surten toda su despensa en las tiendas de autoservicio, incluyendo las tan necesarias frutas y verduras. La sorpresa es al pagar en cajas y darse cuenta de que todo está carísimo.
Pero para quienes saben comprar (y por consiguiente ahorrarse unos buenos pesos) lo mejor es acudir directamente a las bodegas en el corazón de la ciudad, es decir la zona de mercados.
El Caminante enfiló muy tempranito hacia las calles más populosas del centro, 4, 5, 6 y 7 en sus cruces con Hidalgo, Juárez y el Bulevar Praxedis Balboa.
El universo matutino que se despliega en estas arterias urbanas es más que exquisito, una estampa que tal vez muchos ya se acostumbraron a no ver. Los matices que colorean las aceras forman un arcoiris muy mexicano: desde los verdes montones de repollos, lechugas y sandías, hasta los rojos cerros de rejillas de tomate, los vistosos amarillos del mango ataulfo y el plátano Chiapas. El morado de los betabeles y el blanco de las arpillas de cebolla.
Los cargadores van y vienen por toda la calle 5, así como los clientes que llevan desde una simple bolsa con limones hasta el taquero conocido como El Rey, del 10 Carrera que apurado llega a mercar una arpilla de limones y tres de cebolla amarilla. “Con eso la hago toda la semana, rey” le comenta al Caminante.
El recorrido inicia en la bodega de Tomates “El Gordo”. La persona que atiende se chivea porque “no esta el patrón” y sólo sonríe deseándole al entrevistador que le vaya bonito.
Más adelante el caos vial para aquellos que circulan por la zona pues dos terceras partes de la calle están invadidas por la mercancía, y todavía hay quienes tienen el descaro de pararse en doble fila o simplemente detenerse a media calle a esperar que “la patrona” se baje a escoger un kilo de papa. Pero ¡oh sorpresa! El claxon del “camión azul” suena y estremece al chofer de una camioneta cerrada que muy campante “checaba su feis” mientras estorba al estar mal parado… No le queda otra que moverse… ¡ni pedo!
En la esquina del 5 Juárez Don Álvaro se encuentra sentado en la banqueta pelando cebollas moradas que acaban de llegar del área de Villa González.
“Aquí la gente no es pendeja… ya sabe que aquí está más barato…porque aquí viene directo de la huerta, aquí por ejemplo la cebolla sale hasta en cinco pesos el kilo y en las tiendas llega a estar en 15 o 16 pesos, pero pues la gente que va a comprar alla se cree de caché”.
El hombre tiene 28 años camellando en esta zona y prácticamente ha trabajado en todos los negocios que se alcanzan a divisar en la calle.
“Yo trabajé en las fruterías, en esta, esa y aquella, nomás que uno ya de cierta edad ya no la arma pa’ andar corriendo con los bultos y con las cajas… la feria que te ganas te la gastas con el Simi”.
Pero Álvaro no se queja de la chamba pues presume que tiene un patrón que es una chulada, de esos que ya no hay.
En el pequeño rato que el Caminante y Don Álvaro platican se concreta la venta de tres arpillas de cebolla, aquí la actividad no cesa desde hace más de medio siglo. Antes la zona era contigua al mercado Argüelles pero poco a poco y debido al costo de las rentas se fueron extendiendo hacia el sur.
Sin embargo, aunque el movimiento inicia por la madrugada, las camionetas con mercancía llegan desde la noche anterior, algunas vienen de Llera, otras de la zona de naranjales del Barretal y puntos circunvecinos, otras desde la central de abastos de San Luis Potosí.
Diablitos van y diablitos vienen con surtida carga, vehículos de todo tipo, señoras en pijama y ejidatarios bigotones y botudos con todo y sombrero que llevan el “mandado” de toda la semana “pa’l rancho”, burócratas perfumados y borrachitos coqueteando con las muchachonas del “Ritz” en el 5 Hidalgo.
Dicen que “al ojo del amo engorda el caballo” y eso Don Jesús lo sabe muy bien y por eso los 365 días del año atiende personalmente la bodega de la familia Cavazos ofreciendo plátano y muchos productos más, como cacahuate, mango y huevo fresco, entre otros.
Don Chuy, ingeniero arquitecto forjado en el mero Instituto Politécnico Nacional, trabajó en el sector público con cuatro gobernadores pero desde hace doce años decidió continuar con la empresa familiar que su padre Don José Guadalupe inicio seis décadas atrás.
El negocio de los plátanos es muy exigente pues se recibe “verde” y para tener producto maduro todo el año es necesario mantenerlo perfectamente refrigerado en un cuarto frío.
Y aunque las ganancias cada vez tienen un margen más flaco, debido a los incrementos en energía eléctrica, combustibles, impuestos, aseguranzas y por supuesto las altísimas rentas, el bodeguero está convencido de que antes que hacer ventas, prefiere hacer clientes ofreciendo producto bueno y a buen precio… (hay que saberle “el modo” a los clientes).
Además se debe conocer los ciclos económicos y de producción de cada fruta y legumbre.
Por ejemplo la cebolla, el procedimiento para cosecharla es sacarla y dejarla a un lado del surco para que se vaya secando y vaya agarrando forma (se va poniendo ‘redondita’). Pero si llueve se humedece y se echa a perder, por eso cuando se compra por mayoreo, se le da un golpe al bulto: si se escucha el golpe ‘seco’ es señal de que está en buen estado, o de lo contrario… viene húmeda. Una selección similar es la que se hace con el tomate. Todo tiene su ciencia.
Para Don Chuy dedicarse a esta labor es sólo para quienes de verdad le tienen amor al trabajo y a las ventas.
“Te debe de gustar y debes de traer en el olfato y la vista y en la cabeza metidas las frutas, que te guste el olor, embarrarte cuando se pudren, que te guste cargar y que te guste ganarte el centavito con ellas, tener paciencia”.
El trabajo aquí no se acaba, y el Caminante sabe que mucho ayuda el que no estorba, así que decide terminar la jornada.
Definitivamente entrarle a este “bisne” es sólo para los que les gusta chambear, pues es mucho el jale que implica y por supuesto que cumplen una tarea muy importante en el proceso de hacer llegar la comida hasta su mesa.
Si desea comprar frutas y legumbres a muy buen precio, no lo dude, acuda directamente a las bodegas de esta zona y encontrará productos frescos y a muy buen precio.
Fue demasiada pata de perro por este día, pero el Caminante aprovecha para llevarse unos dos kilitos de cebolla, unos elotes y calabacitas para la hora del “pipirín”.