El proceso electoral que está en marcha es, sin lugar a dudas, una de las elecciones más singulares y complejas que se hayan registrado en el México de la ya bastante larga transición democrática.
Cada elección es diferente al resto, eso es muy cierto. Y lo que observamos en 2018 confirma la premisa: como nunca, hay mucho en juego.
Todos los protagonistas tienen, ante sí, un escenario político que se complicará en caso de afrontar una derrota en las urnas durante la histórica jornada del primero de julio.
Para comenzar, el Partido Revolucionario Institucional se enfila, de manera que parece inevitable, a su peor catástrofe electoral. Si José Antonio Meade no recompone el camino en abril, el primer mes de campaña oficial, el PRI perderá la presidencia de la república, la que tanto le costó recuperar tras doce años de Acción Nacional en la silla de Los Pinos.
¿Cuáles serán las consecuencias de una caída estrepitosa para el priismo? ¿Hasta que grado se cimbrará el partido que ejerció el poder de manera plena y absoluta con su Presidencia Imperial durante 7 décadas consecutivas y definió, para bien y para mal, el siglo 20 mexicano?
Ante el muy probable caso de que pierda el PRI, las preguntas son inevitables: ¿Ahora sí desaparecerá el otrora ‘invencible’? ¿Los grupos internos entrarán en pugna tras las cenizas de una organización que intentó renovarse a base de ‘maquillaje’ pero que cayó en ‘shock’ con los escándalos de corrupción estilo ‘La Estafa Maestra’, ‘La Casa Blanca’ o ‘El Caso Javier Duarte?
Por supuesto, surge otra pregunta de fondo: ¿Qué pasará con el Revolucionario Institucional en Tamaulipas? ¿Sergio Guajardo, presidente estatal, estará consciente del desgaste que se le va a venir encima si el tricolor no logra, siquiera, colocarse en segundo lugar de la competencia electoral? ¿Qué va a pasar con la dirigencia estatal? ¿Se suscitará una rebelión priista nunca antes vista en el estado?
Acción Nacional también se juega mucho en 2018. Si Ricardo Anaya logra por estos días convertirse en ‘víctima’, se consolidaría como el único aspirante que puede vencer a Andrés Manuel López Obrador, el personaje que encabeza todas las encuestas en la contienda por la presidencia de la república.
Pero… si Ricardo Anaya no gana, varios grupos de poder al interior del PAN le van a querer cobrar una buena cantidad de facturas pendientes. Javier Corral, por ejemplo, desde Chihuahua ya esboza una futura campaña rumbo a la batalla por Los Pinos en 2024… apoderándose, antes, del control del partido blanquiazul.
‘El Joven Maravilla’ creció muchísimo durante los últimos años hasta ser candidato presidencial, un candidato con posibilidades no sólo de competir, sino de ser presidente. Muchos lo quieren descarrilar. Si pierde, quedará en una posición endeble y frágil durante un tiempo.
Ese es uno de los problemas de la naciente democracia mexicana: los aspirantes perdedores carecen de ‘colchón’, lo pierden todo el día de la elección. Tienen que tomar, forzosamente, un año (o más) sabático. No debería ser así. Sería positivo que tuvieran acceso a la Cámara de senadores o de diputados federales. Aportarían, sin duda, un mayor nivel de debate y propuesta al Poder Legislativo, contrapeso constitucional y republicano del Ejecutivo.
El PRD también tiene mucho qué perder: Al pactar con el PAN y MC la coalición ‘Por México al Frente’, la Revolución Democrática trata de salvar la franquicia de izquierda que nació en mayo de 1989, una organización partidista que se juega prácticamente toda su historia en esta elección. Si pierde, ‘las tribus’, con mayor razón que nunca, entrarán en conflicto. La disputa ocasionará el fin del partido del sol azteca.
Debido a su reciente fundación y a que no ejerce posiciones relevantes de poder (hasta el momento no gobierna ningún estado), el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) no sufre un desgaste tan fuerte, pero… si Andrés Manuel López Obrador no gana la presidencia de la república prácticamente se definirá su retiro político. Esta es su tercera y última oportunidad.
Si Morena no gana la presidencia de la república con ‘El Peje’, pero si triunfa en varios estados del país, esos futuros gobernadores se convertirían en los nuevos liderazgos de un partido que se encuentra todavía en etapa de formación y construcción. Será interesante observar el futuro de una organización partidista que depende prácticamente de un solo liderazgo.
¿Y los candidatos independientes? ¿Qué pasará con ellos? Es evidente que no tienen posibilidad alguna de ganar la presidencia de la república. ¿Qué sucederá con Margarita Zavala y con Armando Ríos Piter después de la elección? ¿Formarán un nuevo partido partido político? ¿Sus carreras políticas habrán llegado a su tope?
‘El Bronco’, obviamente, regresará a gobernar -bueno, ese verbo es un exceso de la formalidad- Nuevo León, un gobierno cuyo fracaso es notorio por el regreso de la inseguridad y la escasa obra pública. Los regios pagan ‘el experimento’ democrático de hace tres años.
En cada proceso electoral, existen muchas cosas en juego. La elección de 2018 no será la excepción. Como se observa, todos los aspirantes presidenciales y todos los partidos políticos se juegan mucho en la contienda del primero de julio. El futuro de cada uno de los protagonistas se definirá en las intensas horas de la jornada electoral, candentes e inciertas horas que definirán el rumbo de la nación.
Y PARA CERRAR…
Néstor Luna Ortiz, regidor del Movimiento Ciudadano en el Cabildo de Tampico, estará hoy en la Ciudad de México con el diputado federal y coordinador estatal del partido naranja, Gustavo Cárdenas.
El joven abogado, quien ha destacado en la estructura edilicia porteña, va por su reelección, una aspiración ganada a pulso. MC, se debe recordar, va en alianza con el PAN y el PRD por la presidencia municipal de Jaibolandia.