Desde la aparición de la democracia en la Roma antigua, las formas de hacer campaña han sido reguladas por la autoridad con el fin de poner orden y así, tratar que las contiendas sean más equitativas.
Claro que como hoy en día, difícilmente lo lograban.
Llama la atención que los candidatos de aquellas épocas, como hoy en día, hacían campañas en las plazas, en los mercados o en las afueras de los edificios que servían para organizar foros, y así, saludar a la mayor cantidad de votantes, pero como Roma era una ciudad con (+/-) un millón de habitantes, el candidato se hacía acompañar de un esclavo, llamado Nomeclator que le susurraba al oído el nombre de la persona a saludar, con el propósito que a la hora de estrechar la mano, el receptor del saludo pensara que el candidato lo conocía y así, crear una incipiente simpatía entre candidato y el elector.
Quizá ese sea el principio de la mercadotecnia.
Aun así, los grandes pensadores de esos tiempos criticaban esa práctica, por el alejamiento de los candidatos con la ciudadanía.
Cosa que en la actualidad se repite y enoja a los verdaderos militantes de los partidos políticos que ven cómo los hijos de los funcionarios de alto nivel, imponen a sus vástagos en posiciones de privilegio.
En la Edad Media, trataban de elegir personajes para toda la vida, pero como no se salvaban de muertes anticipadas, abdicaciones o incumplimientos por enfermedades de los soberanos, se veían en la necesidad de organizar elecciones para suplir las ausencias.
Sólo que lo cerrado de las élites impedía el tránsito hacia la democracia y provocaba tensión entre los actores políticos hasta llegar al enfrentamiento militar entre los grupos.
Las traiciones a trasfondo de los palacios provocaban muertes en exceso.
Pero así eran los tiempos y todo indica que las cosas retrocedieron en materia del uso de la mercadotecnia.
Las campañas electorales que antecedieron a las actuales, eran impulsadas por las élites, buscando la legitimación del sistema que les permitía gozar de las prebendas adquiridas a través de los años. Claro que se utilizaban toda clase de artilugios para conservar el poder.
Nada que nos sorprenda al día de hoy. En la era moderna, la mercadotecnia evolucionó con el uso de la tecnología.
Hoy los mensajes de los candidatos son estudiados para motivar la emotividad del elector y los que saben de este tema, recomiendan que se llegue a la mente del votante, cueste lo que cueste, a pesar que sea imposible cumplir las promesas que se derraman al calor de las campañas.
Es increíble que uno de los candidatos a la presidencia de la República Mexicana, el de MORENA, se haya comprometido a apoyar como promesa de campaña, a gente de la tercera edad, jóvenes y amas de casa con cerca de: ¡4 billones de pesos!
¡Equivale al presupuesto anual de toda la nación!
La gran pregunta que surge: ¿De dónde va a sacar tanto dinero? Porque es un hecho que los recursos no salen de abajo de las piedras.
El otro, el del PAN, se comprometió a bajar el IVA en las fronteras y equiparar el precio de la gasolina al de las ciudades fronterizas norteamericanas. Hasta ahí está bien, pero ¿cómo va a suplir el déficit presupuestal que esa promesa va a crear?
Bien dicen que el prometer no empobrece.
Los compromisos del candidato del PRI, son menos onerosos, más austeros y por ende, menos populares.
Eso quizá le afecte en la cantidad de votos que pueda llegar a tener, pero puede legitimarlo si la gente razona su voto.
Pero dicen los expertos en mercadotecnia que eso no sucede.
Ni modo.




