CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- El sonido de los cascos al golpear el suelo, son como castañuelas pausadas acompañadas con el canto de los pájaros que se posan en las altas ramas de los olmos y las coloridas bugambilias. El olor a rancho está en todas partes. El leve viento corrió a las pocas nubes que adornaban el cielo y el calorcito a las cinco de la tarde es agradable. Algunas nubes de polvo se forman al paso de los jinetes y los becerros. Aquí se disfruta paz y a la vez estridentes inyecciones de adrenalina.
No, no se trata de ningún lugar imaginario o de algún relato campirano. Este lugar está dentro de la mancha urbana de Ciudad Victoria: el lienzo charro.
El Caminante se fue a dar una vuelta a este oasis de tranquilidad para platicar con un maestro y forjador de charros.
Al llegar al lugar un grupo de cinco o seis jóvenes recibe al Caminante, y lo primero que nota es la amabilidad y educación que demuestran al dar indicaciones a quien los visita.
A un pie del devolvedero esta Don Gustavo Galván, personaje clave para entender este amplio mundo de la charrería
Don Gustavo, con sus 1.90 metros de altura es jinete desde que iba al kínder, hace ya muchas primaveras, pero que desde entonces se le inculcó el amor por este deporte cultural que a la vez es un espectáculo familiar y tradición muy mexicana.
El hombre es una enciclopedia del tema. Pero de entrada resume todo en una sola frase “Hablar de la Charrería es hablar de México”.
Y lo es porque a la luz de la historia, resulta que el binomio hombre-caballo está presente desde la época del mestizaje y en cada etapa hasta nuestros días.
“Hablar de la charrería es hablar de México desde sus inicios, pasando todas las etapas desde la conquista, la colonia cuando le permiten a través de Fray Servando de Aparicio le permiten en un terreno de el a los indígenas a montar, a amansar caballos y a mover ganado, desde ahí viene esta historia” explica Don Gustavo.
Como deporte organizado es la Federación más grande que hay a nivel nacional. De hecho la Confederación Deportiva Mexicana se formó en base a los estatutos de la Federación Mexicana de Charrería, comenta Galván.
Para quienes están inmersos en este ambiente, representa más que un deporte pues es un proyecto de vida.
Los charros ven la vida de diferente forma:
“En el diario vivir, aquí te caes y te levantas y te vuelves a montar al pinche caballo, al becerro o a la yegua que te toque y eso te forma el carácter en la disciplina”.
La charrería es un deporte de muy alto riesgo. Si se le pregunta a un charro que le provoca practicarlo posiblemente conteste con muy pocas palabras, porque más que una cuestión de explicar es una cuestión de experimentar, de vivirla.
“Aquí no hay espacio para tristezas ni depresiones” afirma el charro y a la vez ofrece una disculpa al Caminante “Soy muy mal hablado como la gente de rancho pero con valores cívicos muy arraigados”.
El segundo ejército de México esta integrado por charros, por eso en tiempos pasados usaban armas (permitidas por parte de la Sedena).
De hecho circula una anécdota sobre una formación militar que se hizo cuando se hablaba de una posible invasión nazi al país y que estaba integrada por charros, una especie de caballería nacional.
El Caminante fue invitado a una Charreada, pero decidió acudir antes, a conocer el ambiente “tras bambalinas”. El lugar asemeja a un enorme teatro que es acondicionado para ofrecer la mejor de las funciones.
Una enorme motoconformadora ha entrado por la manga, que es un lienzo (un callejón o un pasillo) de 12 metros de ancho por 60 metros de largo que conduce a un círculo o ruedo, que es el sitio donde realizan las faenas en grupo o suertes individuales. La máquina se encargará de preparar el terreno para la charreada, que debe estar planito y limpio. De igual forma varias personas dan mantenimiento a las estructuras metálicas de donde saldrán los becerros con jinete incluido, soldando y enderezando cada tubo.
Señoras de la tercera y mediana edad se acompañan de jóvenes y niñas que participarán en el espectáculo de las escaramuzas charras el cual consiste en coreografías a caballo con música de fondo.
El simple hecho de estar ahí y ver la preparación de la próxima función despierta en cualquier persona un sentimiento de patriotismo. Y lo es, no por simple admiración pues como deporte cultural la charrería tiene múltiples manifestaciones de gastronomía, canto, música, danza, poesía, pintura, artesanías, orfebrería, talabartería etc.
Es un espectáculo 100% familiar: en un lienzo puede haber hasta 15 mil asistentes y estar lleno de mujeres bellas sin embargo es casi improbable que el público sufra faltas de respeto como en otros deportes.
Alrededor de 200 personas entre socios, caballerangos, arrendadores, charros, escaramuzas amigos y organizadores conforman este colorido universo, además de los cientos de aficionados que acuden a las charreadas.
Sin embargo, (ahí viene el gran ‘peeero’) la charrería se encuentra en remisión, es decir decreciendo en el arraigo popular de nuestro estado. Una de las causas (y tal vez la mayor de todas) es la falta de apoyo por parte de las autoridades municipales y estatales. A pesar de ser un deporte federado como el futbol, el beisbol, el basquetbol o el softbol, hay muy poco o inexistente interés de invertirle, de meterle lana, pues.
En Tamaulipas la infraestructura de la charrería es enorme: existe una gran cantidad de lienzos, pero lamentablemente muchos como Padilla, Villa de Casas, Llera, Antiguo Morelos, Jaumave, Palmillas y Bustamante están inactivos
Faltan recursos (money) para pagar instructores y programas que induzcan a niños y jóvenes a este deporte nacional. La enorme carga de valores que se le inculca al charro desde pequeño es casi una garantía de que el individuo tendrá suficiente criterio para desenvolverse de manera honrada y honesta en su diario vivir.
En las unidades deportivas de la capital es normal ver a maestros e instructores de todos los deportes pagados con recursos públicos, pero para la charrería este apoyo es prácticamente inexistente. Y eso que es un deporte de alto rendimiento y orgullo nacional… incluso hasta olimpiadas se organizan para honrar esta disciplina. Urge la atención de los gobiernos municipal y estatal.
El reloj avanza y los charros llegan para ultimar los detalles de la próxima función, las sillas, las botas, las reatas, las riendas, los relinchidos, las carcajadas entre amigos y el ánimo hasta el cielo acompañado de sonrisas de guapas mujeres embellece el ambiente. Seguramente la charreada estará de lujo, porque los participantes lo hacen con amor y por convicción.
El sol cae y el Caminante se despide de los charros y arrendadores (los que acostumbran el cuaco a la rienda) así como de los que alimentan y cuidan a los equinos con un celo impresionante y amor puro que literalmente les conmueve hasta las lágrimas (podrán dejar de comer ellos pero sus caballos ¡nunca!)
Ni ganas de irse, pero el deber llama. Satisfecho y orgulloso termina el Caminante su visita al Lienzo Charro y cabalga lentamente hacia el atardecer (bueno, no es cierto, se regresa en micro pero bien contento). Demasiada pata de perro por hoy.