Caray, hoy día casi nadie se acuerda de aquel brillante personaje que la mente del doctor Carlos Canales, entonces radicado en el pueblo de mis mayores donde tenía su consultorio, creó la imagen del Filósofo de Güémez:
Cuentan que cuando andaban por España alguien le preguntó allá que de donde era y como el aludido personaje tenía fisonomía de español, él le dijo que de Zaragoza.
Entonces le volvieron a preguntar:
¿Zaragoza a cuantos kilómetros está de Madrid?
A lo que él respondió.
Bueno, a cuantos kilómetros queda de Madrid no lo sé, pero sí sé que queda como a treinta kilómetros de Llera de Canales, Tamaulipas.
¿A poco no?
Pues bien traigo al recuerdo la personalidad de este brillante como jovial médico del que ya nadie se acuerda pero lo conocimos bastante bien pues tenía su consultorio donde hoy está el comité de campaña del C. P. Héctor de la Torre Valenzuela y que daba acceso a lo que antes era el Cine Reforma de don Ramón Gómez Mier.
Antes era el de don Vicente Rangel que acostumbraba pararse en cada esquina para gritar a los cuatro puntos cardinales sobre las películas que se exhibirían esa noche siendo las favoritas las de Pedro Infante, Jorge Negrete, María Félix, Joaquín Prdavé, Gloria Marin, Emilia Giu, Tin Tan y otros artistas de la época de los cincuenta-sesenta del siglo pasado.
Por aquellos días se hacían la competencia el Cine México de don Gregorio Morado y el Cine Reforma de don Ramón Gómez Mier al grada que con tal de quitarse la clientela uno del otro exhibían por separado hasta tres películas con los episodios de El Santo, Blue Demon, El Cavernario Galindo pero cuando ni así lograban ganarse a la clientela entonces por la noche se mandaban tirar la pantalla.
Era una lucha a muerte pues ninguno de los dos se dejaba.
El ganador era el público pues aparte de disfrutar de dos o tres películas el precio de entrada llegaba a costar hasta treinta y cincuenta centavos.
Era los tiempos del cine blanco y negro cuando se vendían dentro del mismo tacos, garnachas y refrescos dulces o cuando se reventaba la cinta la raza molesta y hasta encabronada gritaba “cácaro, rata, ya tíralo, cómprate un rollo nuevo….”
Hoy la televisión desplazó los cinemas de los pueblos chicos.
A propósito don Ramón se encabronaba mucho cuando algunas compañías refresqueras ofrecían películas gratis teniendo como pantalla la casa del coronel don Eladio Castro, entonces el hombre fuerte del pueblo, pues esa noche nadie se paraba por el cine y las familias llevaban sus sillas para sentarse a disfrutar de la película.
En fin eran otros tiempos de cuando se jugaba a La Roña, al Timbeis, a Las Escondidas, al trompo y a la roña.
La planta de luz funcionaba a espaldas de la presidencia municipal de la seis de la tarde hasta las doce de la noche y pobre de aquel que la policía lo encontraba después de esa hora porque lo encerraba en la cárcel del pueblo.
En fin así era antes.
HASTA MAÑANA Y BUENA SUERTE