* El columnista es autor de las novelas: “Erase un periodista” y “Rinconada, la historia prohibida del maestro Ricardo”, además, Premio Nacional de Periodismo 2016.
Al iniciar el último tramo de la campaña presidencial, las evidencias indican que AMLO triunfará. La república entonces, se prepara para elegir al nuevo guía institucional, en
un ambiente turbio, que por lo mismo, ha rebasado límites que ni la condición humana logra contener.
No sabemos hasta dónde llegarán los efectos de esta contienda, lo único cierto, es que ni de milagro podrían ganar Meade o Anaya, por más acusaciones que triangulen o manipulen encuestas para desalentar la inclinación del voto a favor de AMLO.
Falta menos para formalizar lo que parece un hecho, sin embargo, importa lo que vendrá para el país en el terreno político. Lo primero que suponemos, es la conformación de una oposición a la altura de las circunstancias, es decir, fuerte y responsable, surgida del PRI y PAN, principalmente. (Si es que surge, si no, psss no).
¿Dichos partidos contarán con suficiente capacidad para combatir desde cualquier su trinchera al régimen surgido de MORENA?, digo, después de la anunciada tragedia del primero de julio.
En el caso del PRI, tendrá que acudir a sus documentos originales, sea volver al “nacionalismo revolucionario”, rescatar la ideología olvidada por dirigencias y regímenes atorados en prácticas muy alejadas de la moral heredada de los viejos próceres.
Se trata de recobrar la dignidad partidista, pero también la confianza externa, para intentar volver a ser lo que fue. En este sentido, el tricolor cuenta con la ventaja de haber conservado la unidad interna durante el actual proceso, calificado como su prueba más difícil por la serie de factores que intervinieron, empezando por la extraña nominación de José Antonio Meade, como candidato presidencial.
El PRI es un gigante que se desmorona y del que sólo queda la vergüenza del sometimiento a un candidato extraño, cuya valoración ciudadana, surge a la vuelta de cualquier encuesta. Aquí ya no hay nada que hacer, salvo asumir las consecuencias.
Tiempos difíciles esperan al PRI, cuando asiste a su sepelio en lo que parece un triste final. Cabe aquí el simbolismo de aquella frase de Lorenzo, en la decadencia de los Médicis: “he hecho de mi casa mi propio patíbulo”. Y es que la soberbia tricolor,
tuvo días luminosos, disfrutados a espaldas de los marginados, estos que ahora reclaman las regalías acumuladas por el olvido.
XICO, MÉDICO A DOMICILIO
El slogan de que “el doctor Xico busca curar los males de Victoria”, ha resultado cierto, porque en ese objetivo, el hombre se ha metido a los hogares de cada colonia, barrio o comunidad, por más distantes y olvidadas que se encuentren.
Los males son endémicos e históricos, toda vez que la atención oficial a través del tiempo, ha preferido votos y no salud pública.
Es la diferencia de la campaña por la alcaldía victorense de Xicoténcatl González Uresti, con otras que disfrutan el confort citadino y huyen al sudor y el enojo de los marginados, “los sin voz”, decía un legendario héroe popular.
Durante sus largas jornadas entre los pobres, el candidato Xico recuerda a los médicos de antaño, que sin esperar pago alguno, cumplían la vocación de llevar salud familiar a cualquier hora y en las condiciones climáticas más adversas.
En su caso, por supuesto, se trata de lograr la presidencia municipal, para desde ahí, servir mejor. Y se puede, ¡claro que se puede!.
AZÚL PINTADO DE AZÚL
Al PAN lo afecta el divisionismo originado por la forma y manera en que surgió la candidatura de Ricardo Anaya. Dicho partido, es ahora, un mosaico donde cada región impone condiciones.
Son liderazgos locales con peso específico, que sustituyen la falta de contundencia de la dirigencia nacional, en tanto que otros grupos prefieren refugiar sus decepciones y, en ocasiones, combatir a sus ex compañeros.
Ni modo de negar la influencia de Margarita Zavala o Felipe Calderón, como la de otros ex panistas que desalientan el voto hacia el ‘Frente’, encabezado por el joven queretano.
Todos sabemos que Anaya sembró rencores en su partido durante la trayectoria, rumbo a la candidatura y no le importó. Pero también violentó la relación con aliados, ubicados en la cumbre del poder.
Por supuesto que esta clase de adversarios, afectan sus ansias presidenciales. Y no a través de palabras solamente, sino de acciones que ponen en entredicho su calidad moral.
Es público que estuvo a punto de no asistir al tercer debate, realizado en Mérida como protesta por el “hostigamiento” oficial del que según él, es víctima.
La agresividad mostrada en tal evento, dicen, fue parte del enojo por la exhibición, unas horas antes, del segundo video relacionado con el conocido delito de que lo acusa la PGR.
En síntesis, nos preguntamos ¿hasta dónde PRI y PAN están en posibilidad de convertirse en auténtica oposición, el próximo sexenio?.
Y hasta la próxima.