* El columnista es autor de las novelas: “Erase un periodista” y “Rinconada, la historia prohibida del maestro Ricardo”, además Premio Nacional de Periodismo 2016.
A la hora en que se escribía esta columneja las casillas apenas empezaban a cerrar, de modo que del resultado electoral poco se podrá decir. Sin embargo de los 89 y pico de millones de votantes inscritos se esperaba acudieran un máximo del 62 por ciento, lo cual sería histórico.
El asunto es que este domingo estuvieron en juego 3 mil 222 cargos, 500 diputaciones federales, 128 senadurías, 8 gubernaturas y la jefatura de gobierno de la CDMX en una
jornada que esperamos, haya culminado sin hechos que lamentar.
Casi todo concluyó y uno se pregunta: ¿qué jijos dejó esta campaña presidencial?.
Al margen de la pobreza exhibida en los mentados “debates”, el escribidor supone que lo más importante fue la sacudida de conciencia que recibió la república colocando a cada partido y al respectivo candidato en su lugar.
Fue una confrontación que mostró las limitaciones ideológicas (por no decir, nulas), desde luego de los abanderados del PRI, PAN y “el independiente” supliendo dicha carencia con ataques personales y acusaciones de todo tipo. En este sentido usted dirá que hubo errores de origen y tiene razón porque fueron públicos y notorios, sea que los interfectos no lograron su candidatura con la transparencia y honorabilidad requerida. Y ni modo que sea invento.
El columnista está ignorante de lo que sucedió entre la noche del domingo y la mañana de este lunes insisto, pero está cierto de que las autoridades electorales abundaron en anuncios llamando al voto libre hasta las últimas horas del sábado intercalando uno que otro mensaje subliminal como el dirigido a los jóvenes recordándoles que podrían definir el resultado.
Por supuesto no pasó desapercibido que se trataba del “voto útil”, esperanza suprema de Meade y Anaya para alcanzar lo imposible, es decir, arrebatar la ventaja que AMLO mantuvo e incrementó a medida que los días, las semanas y los meses de campaña se consumían.
Sea como fuere aun estamos en manos tanto del INE como del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, sea de Lorenzo Córdova y la magistrada Magda Janine Otálora Melassis, cabezas de los señalados organismos encargados de avalar lo resultados. ¿Que habrá impugnaciones?…depende.
Si la numeralia rebasa los quince puntos a favor de “ya sabe quién” no creo que haya oposición que se atreva a dudar sin hacer el ridículo. (“Si de por sí, ya bastante lo han hecho”, como diría aquel).
PAN, PRD, PRI…lo que sigue
Más bien el problema para los partidos será ¿qué van a hacer con su futuro?. Tanto PRI como PAN no podrán eludir las batallas internas que por anunciadas no dejarán de ser menos terribles. Ambas organizaciones quedan literalmente destrozadas ante el empuje de MORENA que indudablemente se instalará como la nueva fuerza política.
En tales partidos se avecina guerras para las que tendrán que abrirse muchas tumbas y todavía faltará saber si alguien queda vivo para echar la última palada.
En el tricolor los políticos están preparados para rescatar lo que resta del partido colocado por decreto presidencial en manos de la tecnocracia. Es de creer que ni Aurelio Nuño ni Meade volverán a figurar bajo la sombra del PRI.
¿Cómo sobrevivirá el tricolor?. “Eso es lo que vamos a ver”, como diría don Teofilito a aquella mujer que presumía pertenecer a la selecta comitiva de “las once mil vírgenes”.
Si todavía quedan energías el PRI tendrá que refundarse y hasta es probable que lo haga bajo otro nombre. No es descabellado, sucedió en los tiempos de “Tata Lázaro” como necesidad para participar en la reconstrucción del México que proponía el padre de la nacionalización petrolera, y el rompimiento con la hegemonía militar. Recordéis que hasta Plutarco Elías Calles hubo de salir del país, y de fea manera.
En cuanto al PAN, las pugnas internas rebasaron cualquier pronóstico, por lo que no extrañaría que el joven Anaya fuera expulsado debido a la serie de irregularidades que propiciaron su candidatura. Tal partido quedó literalmente desmantelado y lastimeramente comprometido por su alianza con lo más vergonzoso de una izquierda que sucumbió al llamado de la ambición, como es el PRD.
De este último partido ni vale la pena hablar después de que sus líderes mostraron descaradamente de lo que están hechos.
A fondo, nada más
Si las cosas transcurrieron como las evidencias marcaban, no hay duda que la nación empezará su transformación desde ya. En su último discurso de campaña AMLO dijo claramente que el cambio sería sin violencia “pero radical”. Y esto hay que interpretarlo en su exacta dimensión.
Ante el término “radical” y su irreversible aplicación, no cuentan los perdones ni las promesas de que no se dañará ni perseguirá a los corruptos, cuando solo se hará justicia y aplicará la ley. Y ello implica todo delito en contra de la república.
No puede haber transformación si la justicia revolucionaria queda a medias. ¡Ah, bruto!.
Y hasta la próxima.