El equipo cercano de López Obrador trabaja en dos planos: define casi a cielo abierto las acciones iniciales de su gobierno y configura su gabinete, pero también silenciosamente arma un andamiaje de poder que le permita autonomía de vuelo para aterrizar sus proyectos, sobre todo en él área legislativa.
El encuentro con Peña Nieto, la productiva reunión con los empresarios, los mensajes a los expresidentes y la designación de Marcelo Ebrard como Secretario de Relaciones Exteriores forman parte de esa intención de enviar señales de confianza para que nada sacuda ni perturbe la transición.
Pero lo que los mantiene más ocupados en lo inmediato es una sorda lucha por ganar cuantas curules sea posible tanto en San Lázaro como en el Senado.
Con las impugnaciones que pretende llevar a cabo en Tamaulipas y en otros estados como Puebla y hasta Nuevo León, Morena envía el mensaje de que pelearán cada escaño legislativo como si se tratara de la elección presidencial.
La intención es clara: saben que un legislador puede hacer la diferencia entre un gobierno fuerte pero acotado, y -como dijera el clásico- la “plenitud del poder”.
Veamos cómo se van repartiendo las posiciones de acuerdo a las votaciones y entonces entendemos qué está pasando
Las cuentas -como van hasta ahora-, explican porque tanto ruido: según los avances registrados por el PREP, Morena alcanzaría en San Lázaro 185 diputados entre los de mayoría y los pluris; su aliado el PT tendría 62 y y el PES 55. En total, la coalición Juntos haremos historia, estaría representada por 302 diputados en la Cámara, una mayoría absoluta relativamente cómoda que le permitiría aprobar muchos de los asuntos legislativos, sin mayores problemas.
Lo mismo que en el Senado, donde entre los tres partidos concentrarían 70 posiciones suficientes para mayoritear a la oposición.
Pero López Obrador sabe que la ola que lo hizo arrasar en las votaciones del domingo pusieron a Morena a unos pasos de la mayoría calificada, la que pone en sus manos la Constitución para modificarla sin resistencias, sin más inconvenientes que la presión que pudiera generar la opinión pública.
Para alcanzarla, en San Lázaro Morena necesitaría 32 diputados más y en la Cámara Alta tendría que abrir cancha a otros 15 senadores.
La aprobación de los congresos locales sería otra barrera superada, porque la tiene prácticamente en la bolsa con la mayoría en 19 de las legislaturas locales.
Eso explicaría la insistencia del partido para pelear en Tamaulipas las dos posiciones del Senado e impugnar los cuatro distritos electorales, donde las tendencias no les favorecían de acuerdo al PREP.
El mismo esfuerzo se realiza en otra entidades porque cada voto cuenta, repiten como mantra los operadores de Morena.
Ahora bien, si Morena no logra la mayoría calificada los partidos de oposición tendrían una chance para frenar el poderío legislativo de los aliados de López Obrador a la hora de meterle mano a la Constitución, pero eso implicaría una alianza total que incluya los votos del PRI, PAN, Movimiento Ciudadano, PRD, Panal y Verde.
Bastaría por ejemplo, con que la bancada priísta fuera enamorada por Morena, para darle todo el poder.
¿Veremos una versión recargada del Pacto Por México en versión opositora?
Ni duda cabe, vienen tiempos muy interesantes para la política mexicana en los que veremos muchas sorpresas.