En las elecciones para gobernador en Puebla el candidato triunfador y próximo presidente constitucional de México, Andrés Manuel López Obrador, va a probar si respetará las reglas del sistema electoral o seguirá siendo el agitador social que impondrá sus propias reglas del juego político.
Las mismas elecciones en las mismas casillas están siendo leídas de manera diferenciada por el candidato a gobernador por Morena en Puebla, el ex perredista y hasta hace poco furioso anti López Obrador, Luis Miguel Barbosa: un fraude en las actas en una de seis elecciones simultáneas. Sin embargo, hasta ahora no se han presentado pruebas sobre esa acusación y los seguidores de Barbosa quieren ganar, como en los viejos tiempos de López Obrador como agitador social, en las calles y con insultos en los medios.
El camino más fácil de los barbosistas estaría en la presentación física de las supuestas actas reales y las alteradas. El análisis de los resultados oficiales en Puebla de la elección presidencial, la de gobernador, de senadores, de diputados federales, de diputados locales y de alcaldes mantienen una consistencia en la correlación de datos y Barbosa dice que hubo fraude sólo en su elección y no en las demás.
El problema de Barbosa radica en que no pudo entregarle buenas cuentas a su nuevo líder moral López Obrador, sobre todo para borrar los insultos que como perredista hasta hace poco le endilgó al caudillo de Morena. López Obrador ganó en Puebla un millón 445 mil 355 votos (57.15%), en tanto que Barbosa apenas pudo conseguir 1 millón 27 mil 310 sufragios (33.93%); es decir, los poblanos no lo quieren como a López Obrador.
Pero igual le ocurrió al PAN: la candidata PAN-PRD-MC Martha Erika Alonso acumuló un millón 152 mil 125 votos (38.05%), en tanto que el candidato presidencial de esa misma coalición Ricardo Anaya apenas pudo juntar 505 mil 246 votos (19.97%); si acaso la candidata PAN-PRD-MC hubiera hecho fraude, de alguna manera también le hubiera echado algunos votos más a su candidato presidencial.
López Obrador ya manchó no sólo el proceso electoral poblano, sino el suyo porque se trató de la misma elección y porque calificó a Barbosa de gobernador legítimo antes de haber terminado el conteo legal de votos y dijo que “para nosotros el gobernador es Barbosa”. Por tanto, López Obrador va a convertir a Puebla en la definición de su presidencia absolutista que no toma en cuenta los resultados legales y legítimos de las autoridades electorales federales y estatales.
La señal que manda López Obrador es preocupante porque de ahora en adelante todos los candidatos de Morena a gobiernos estatales no se preocuparán por hacer campaña ni acumular votos legales, sino que se esperarán a que su presidente de la república los erija como gobernadores legítimos al margen de los votos.
Barbosa adelantó el estilo político del presidente López Obrador a partir de ahora: ganar por decisión del presidente-caudillo y no por las instituciones. Con Puebla, el sistema político podría regresar a los tiempos de Plutarco Elías Calles o el tabasqueño Tomás Garrido Canabal cuando las elecciones se ganaban desde la presidencia y a través de la violencia social y no en las urnas.
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@carlosramirezh