Desde hace casi 20 años, todas las críticas o discrepancias con las ideas y las políticas de Andrés Manuel López Obrador han sido respondidas con insultos, amenazas, linchamientos virtuales y, en ocasiones hasta ahora mínimas, con agresiones físicas. En aquél entonces se hacía por medio de correos electrónicos o llamadas telefónicas. Hoy la agresión, el hostigamiento y la intolerancia se da de manera más rápida y sin intermediario alguno, se da en las redes sociales. En aquél entonces se realizaban los atropellos contra políticos y periodistas, un fenómeno que, quizás por la transversalidad de la información actual, se ha extendido hacia toda la sociedad, en todos los estratos y demografías, que muchas veces convierten la arena pública virtual en un patíbulo.
La temporada de caza contra quienes piensan distinto a López Obrador abrió hace mucho y se ha intensificado. Tras la multa del Instituto Nacional Electoral a Morena por haber realizado operaciones financieras irregulares en un fideicomiso pensado para ayudar a los damnificados de los sismos de septiembre pasado en ocho entidades del país el jueves pasado, la frecuencia de insultos y amenazas que recibieron a través de las redes durante menos de 72 horas, fue mayor a la que se tuvieron, en total, durante los 11 meses que duró el proceso electoral. Quien organizó la elección donde arrasó López Obrador, perdió su áurea de árbitro imparcial para convertirse en un instrumento de los poderosos para lastimar al próximo presidente de México. A partir de ahí de un tweet de López Obrador donde acusó al órgano electoral de una “vil venganza”, la hoguera se extendió.
Arturo Sarukhán, un educado y fino diplomático mexicano que fue embajador de México ante el gobierno de Barack Obama, actualmente consultor en Washington, escribió en su cuenta de Twitter poco después que López Obrador dio a conocer el contenido de la carta que envió al presidente Donald Trump: “El último párrafo de carta (de) AMLO a Trump no va a caer muy bien en el Partido Demócrata; se nos sigue olvidando en MX el peso/papel que juegan en Congreso en temas comerciales (eventual aprobación TLCAN), migratorios (defensa Dreamers, rechazo muro) y en ciudades/estados clave para MX”. Un anónimo, “Alexander chvpacieco”, le respondió: “(SARUKHAN)) Duermes y sueña con el globalismo. Traidor a su país, Israel, asco de persona!”. El ex embajador comentó: “Nomás las chuladas con tufo antisemita con las que uno se topa… a bloquear en automático”. Isaac Katz, un respetado economista del ITAM, reprobó en su habitual columna de los lunes en El Economista la propuesta de López Obrador para descentralizar las secretarías de Estado, por lo que le cayó una lluvia de insultos. “En los 23 años que llevo escribiendo en @eleconomistacritiqué muchas de las decisiones de política económica de Zedillo, Fox, Calderón y Peña y nunca recibí por ello algún insulto”, apuntó en Twitter. “Por las críticas que he vertido sobre algunas de las propuestas de AMLO, eso ya cambió. De miedo”.
Para confirmar su pesimismo, “Soy una Pinche Pistola”, otro francotirador agazapado en el anonimato, espetó:“A este pendejo mentiroso no le gusta la discordancia por que cuando lo dejas en evidencia como el pendejo que es en sus análisis del precio de la gasolina en Estados Unidos en relación al de México responde con descalificaciones así que
pseudointelectual: aguante la verga”.
Alicia Alarcón, tuitera de años, recibió varios mensajes que resumió en un mensaje: “‘Ya ganamos’. ‘Cállate y guarda tu ardor’. ‘Dilo sin llorar’. ‘Cuando AMLO gobierne, acabarás en el paredón’. Eso y otras finuras me han dicho. Y no. No es ardor. Les di el beneficio de la duda casi tres semanas. Pero son el PRI reloaded. Con todo y paredón”. El beneficio de la duda fue breve, el de la transición tersa que se rompió mediante el tweet de López Obrador, sobre la multa del INE. Su palabra fue un llamado a las armas virtuales. El próximo presidente de México elevó su crítica y se refirió por nombre al periódico Reforma y a los consejeros electorales Ciro Murayama y Marco Baños. Los señaló, como en otros tiempos se señalaba a quienes no pertenecían a su raza y los estigmatizaba. Una vez más, los buenos y los malos, los fieles y los infieles.
Estos son días que recuerdan la película de Ingmar Bergman, “El huevo de la serpiente”, que narra la degradación de la sociedad alemana por la crisis económica y la emergencia de líderes carismáticos. “Todos tienen miedo y yo también”, dice en un inspector de policía que investiga un suicidio en la película. “El miedo no me deja dormir, nada funciona bien, excepto el miedo”. En ese entorno se empiezan a incrementar los ataques de las turbas nazis contra los judíos, sin que nadie trate de impedirlos. La película está llena de tomas oscuras donde aflora el temor generalizado y la indiferencia, que siembra la semilla del Holocausto que vendría.
Aquí viviendo momentos análogos. Las condiciones socioeconómicas no son como la Alemania de Weimar, pero la gente dice sentirse como si lo fueran. Las turbas virtuales están cazando voces críticas, sin que nadie trate de impedirlos. Los señalamientos claros de López Obrador parecen incipientes triángulos amarillos cosidos en la ropa para estigmatizar. ¿Cuánto falta para que de la palabra se salte a lo físico? La intolerancia a quien disienta es inexistente. No hay diálogo, no hay contraste. El pensamiento único es lo único. López Obrador, detonador involuntario de radicalismos intransigentes, tiene una responsabilidad para sosegar su tigre virtual. Sólo él puede apaciguarlo, y no puede decir que no puede controlarlo.
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