Por la forma en la que llegó al poder en Reynosa, Maki Ortiz atrajo de inmediato los reflectores políticos del estado. Se le consideró automáticamente una de las figuras panistas a tomar en cuenta, de cara a una sucesión que a esas alturas todavía se veía muy lejana.
Pero, más que sus políticas públicas y sus acciones de gobierno, a la alcaldesa la distinguió su particular forma de relacionarse con quienes se supone, tendría que hacer equipo.
Muy pronto comenzó a hacerse evidente la distancia con el poder estatal; una primera administración inusualmente corta, la pintó como una alcaldesa con claras inclinaciones al pleito y el berrinche. Parecía que el mundo se le venía encima, y que lo único que la sostenía, era su buena relación con parte de la cúpula panista nacional.
Ese y otros factores se alinearon para que en la elección del 2018 la alcaldesa buscara la reelección, y recibiera sin regateo alguno, el apoyo que necesitaba para hacer una campaña que -por sus aceleres y dislates- se antojaba harto complicado.
Otra vez la sorpresa: ante el fantasma de Morena y lo que quedaba del PRI, Maki volvió a arrasar y se ganó tres años más en la alcaldía con una diferencia abrumadora.
Pero igual que la primera vez, tras cerrar el episodio electoral su comportamiento se ha vuelto indescifrable.
Encara su segunda administración con señales que hacen dudar de cuál será su proyecto político en el corto plazo.
Quienes la conocen de cerca, advierten que ella no tiene ninguna duda de que buscará estar en la boleta electoral del 2022, y para ello ha trabajado desde que arribó al Ayuntamiento.
La pregunta es cómo piensa llegar a esa elección con posibilidades reales de competir.
Desde la frontera advierten que tras el encontronazo de la campaña contra JR, a la alcaldesa recientemente se le ha visto muy cómoda en sus encuentros con él y con quienes hoy ocupan las posiciones más importantes de Morena en Tamaulipas.
Las fotografías que ha publicado acompañada por el propio López Obrador no son las de una más de las seguidoras del tabasqueño.
Maki entiende perfectamente dónde está parada y las cartas que tiene para jugar, la pregunta es si tendrá la astucia para sobrevivir a una partida tan larga con ese nivel de exposición, porque hasta en el poker la eficacia del “bluff” se acaba rápido.
Si bien la alcaldesa ha demostrado tener oficio político -y una buena dosis de fortuna- para librar sus últimas batallas, se necesita mucho más para llegar al final de una misión como la que se ha echado a cuestas. Por principio de cuentas, prudencia y templanza, dos rasgos fundamentales que difícilmente podrían contarse entre sus virtudes.
El tiempo seguirá su marcha, y por más que ella misma quiera apurarlo, Maki seguirá siendo por tres años la alcaldesa de uno de los municipios más complejos de Tamaulipas, con tantos retos y problemas que una mala gestión podría hacer estrellar cualquier proyecto político.