Antes que nada y para que no haya malentendidos de ahora en adelante, les saludo en la conciencia de que sin importar el resultado de las elecciones pasadas, hoy en el barco de los ganadores de ese proceso, han terminado por figurar las caras y el cuerpecito entero, de muchos –por no decir que casi todos– de megabeneficiarios del modelo que, durante décadas, ha instalado una desigualdad social donde una minoría diminuta, ha hecho fortunas sin pestañear ante la mendicidad de más de 50 millones de compatriotas. Felicidades –disculpen si son tardías– por su triunfo, muchachos.
Se suponía que el eje principal, o así fue entendido por algunos, de la elección del 1 de julio, había girado en torno a esa, para otros, insoportable realidad: no habría futuro para el país, si la política seguía bajo la influencia de un grupúsculo de potentados de tan famosa como infame voracidad, mirreyes de una cúspide soportada por hordas de miserables. Y que por tanto, lo que seguía, lo imperante, era que por el bien de México, primero los pobres. Se suponía.
Para lograr esa misión igualadora, que nadie se equivoque, no era menester que el próximo gobierno se planteara como un objetivo el destruir capital, o castigar indebidamente a los empresarios; y menos el confiscar a diestra y siniestra fincas y fábricas, revocar sin fundamento licencias o cancelar inopinadamente contratos. Es más, ni siquiera resultaba estratégico pelearse con los hombres y la mujeres del poder económico, nomás porque sí. Dificultarles por deporte su actividad, es tan ridículo e improcedente, como peligroso para la economía.
Nada de eso. Pero lo que sí se requería, era un poder político que se asumiera como juez de la balanza, un ente gubernamental que procurara condiciones para que el bienestar de unos, no fuera a costa de la sangría sin fin, de otros; de árbitros oficiales, cuyo objetivo primordial, fuera garantizar cancha pareja en el desarrollo: que todo aquel que así lo deseara, pudiera emprender e innovar en la actividad productiva de su predilección, a sabiendas de que esos nuevos jugadores no serían obstaculizados por monopolios, duopolios, cárteles económicos, actores ‘preponderantes’, camarillas, simuladores de la competencia y ‘soldados del presidente’ que los acompañan. Gobernantes que alienten un modelo en el que todos aquellos, sin importar el nivel en que se encuentren, que contribuyan al desarrollo, gocen de un salario digno, una seguridad social de calidad humana y, en su caso, una pensión decente.
¿El próximo gobierno aún buscará eso, ser el que manda y cumplir el mandato que se le dio de lograr la justicia social? ¿O basará fundamentalmente su modelo en dádivas para unos (jóvenes y viejos) y favores para otros (ustedes los ricos, con el perdón de Ismael Rodríguez)? Será en el tiempo que esas interrogantes se despejen y, el legado del futuro presidente, acusará si fue acertado o equívoco, el abrazarse a ustedes.
Porque hoy que nos enteramos, querida (es un decir) nueva mafia del poder, de que serás parte del entorno del próximo presidente, nos surge una duda enorme.
De verdad crees que le vas a dar consejos a alguien que tooooodo México sabe que no toma consejos de nadie. De nadie. O será que fiel a ti misma, aspiras a lo único que te ha salido bien desde los ochenta: lograr en cada coyuntura la dispensa presidencial, hacerte de información privilegiada, asentarte en el corredor del nuevo poder para que los previsibles ramalazos, que se antojan inéditos para todos (según tú), te cuesten menos.
¡Ay, querida nueva mafia del poder!. No tienes remedio. ¿Crees que estando cerca de Palacio Nacional, te puedes salvar si todo va mal? ¿Nada de lo que has visto estos cuatro meses y medio, te ha dejado claro que el cambio de régimen va en serio y, que lo único que puede atemperar situaciones insalvables, sería que cada cual fungiera un papel democrático?
Ah, pero a ti eso de la democracia no se te da. Se me olvidaba. Lo tuyo es caer el día después, o la noche misma, al festín y comenzar a negociar que el futuro se parezca al pasado. Híjole, querida (…) mafia del poder. Lamento decirte que a ti también te le van a hacer; y no que uno hubiera pensado que luego del 1 de julio, ibas a cambiar. Pero qué feo será el día en que veas, desde el helicóptero rumbo a Toluca, claro está, que pudiste contribuir a que pasara algo mejor y, que en vez de ello, en lugar de ser por una vez un actor social presentable, fuiste uno más de los que no supieron qué rol les demandaba México, ante la reconcentración del poder presidencial.
En ese México en apuros, con ustedes de nuevo, no se podrá contar. No será una novedad. Pero caray, por un momento uno pensó que quizá podrían cambiar, no sé, volverse patriotas, dejar de ser plutócratas.