En tres días concluirá el 2018 y, como todo fin e inicio de un nuevo ciclo de la existencia, es momento de hacer un corte de caja, valorar lo que, tanto en la vida personal como en sociedad, se hizo bien y lo que se hizo mal, reconocer los errores, celebrar los aciertos y después de un análisis decidir qué acciones habrán de emprenderse en el 2019 para corregir los desatinos y ser más positivos.
Pero no solamente para bajar de peso o dejar de beber y tomar, como se acostumbra, también para ser ciudadanos responsables, más productivos en el trabajo y en la escuela. Ser mejores padres, esposos, hermanos, hijos, amigos, no tirar la basura en la calle ni contaminar el agua, la tierra y la atmósfera, así como ser servidores públicos más eficientes y honestos.
En la medida en la que cumplamos con estos buenos propósitos contribuiremos a construir un país y un mundo más próspero y justo para todos o al menos uno menos peores que los actuales.
El PRI, por otra parte, no habría tenido mejor regalo de navidad que el triunfo electoral que le permitió ganar la alcaldía del municipio de Monterrey.
Es tan adversa y deplorable la situación en la que la debacle de la sucesión presidencial dejó a la ex aplanadora electoral que la victoria de una ciudad tan importante como la capital regiomontana le ayudará si duda a terminar el año con menos pesar e iniciar el siguiente con un poco más de optimismo.
Mantener viva la esperanza de que en la elección legislativa del año que viene recuperará parte del terreno político perdido en la pasada disputa de la Presidencia de la República y el Congreso de la Unión.
Sin embargo, los priistas tendrán qué aprovechar también la próxima asamblea nacional para redefinir si el Revolucionario Institucional es un partido de izquierda, del centro o de
derecha, a efecto de captar a los votantes que se identifican con la ideología partidista, como lo han hecho el PAN, este como partido de derecha, y MORENA, como organización política de izquierda.
Las circunstancias aconsejan que adoptar la posición centrista sería la opción más recomendable a decir de los especialistas no solamente porque es distinta a las de las dos agrupaciones mayoritarias del país sino porque el grueso de las sociedades suele ubicarse más en el punto intermedio que con los extremos.
Pero tiene que ser una posición real, no como ha sido hasta la fecha en que el partido adopta la derecha, la izquierda o el centro, la que más sufragios le garantice, por mera conveniencia política.
Y erradicar la simulación, uno de los graves males por los que el tricolor perdió las dos terceras partes de los adeptos.
En contraste con el beneplácito que el triunfo de Monterrey provocó entre los simpatizantes del ex partido oficial, los que terminan el año con los nervios muy alterados deben de ser los jerarcas del sindicato petrolero.
La causa, la incertidumbre derivada del cambio de gobierno y que a ciencia cierta no tienen idea de si la Secretaría del Trabajo del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto les otorgó la toma de nota que avala el resultado de las elecciones de los nuevos secretarios generales de las 36 secciones del gremio que tuvieron lugar en octubre o si la calificación laboral quedó en el aire y los comicios podrían ser anulados y convocarse a nuevos comicios.
Así como si en una situación adversa estarían en posibilidades de obtener la protección de la justicia federal para evitar que les vayan a destituir del cargo.
Sean peras o sean manzanas, seguramente los dirigentes en turno ya deben de haberse asesorado política y jurídicamente para enfrentar lo que resulte.
Aunque, independientemente de lo que ocurra ahora, deben de aceptar que a las reglas del juego han cambiado y que en lo sucesivo, para acceder a un cargo directivo solo podrán hacerlo a través del voto universal, libre y secreto dispuesto por la reforma electoral, porque eso ya no tendrá marcha atrás.
Este viernes 28 de diciembre, mientras tanto, los mexicanos conmemoraran el tradicional Día de los Santos Inocentes, día aciago para los cristianos porque fue en una fecha como esa el Rey Herodes el Grande mandó asesinar a miles de niños menores de dos años de edad nacidos en Belén con el fin de eliminar a Jesús ‘El Mesías’, con las acostumbradas bromas e inocentadas.
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