La alimentación vegana se basa exclusivamente en alimentos provenientes de plantas. A diferencia de algunas ideas populares los más eminentes nutriólogos sostienen que es posible nutrirse adecuadamente, cubriendo el total de calorías y proteínas que necesitamos con alimentos provenientes del reino vegetal. Una buena combinación de frutas, granos, hojas, raíces, hongos y similares es la alimentación más sana posible.
Alimentarse exclusivamente con palomitas de maíz y cerveza sería supuestamente vegano, pero pésimo. Lo que propone el veganismo es lo contrario, diversificar de manera importante los alimentos que se consumen. Eso en lugar de comidas siempre centradas en carnes y lácteos.
El veganismo, la forma más radical de alimentación basada en plantas, avanza rápidamente en Europa y los Estados Unidos mientras que, paradójicamente, también crece el consumo de carne en el mundo, impulsada sobre todo por el mejoramiento del ingreso en China.
Tres son los argumentos principales que convierten gente al veganismo.
El primero es que se trata de una alimentación ética, que no daña a otros seres vivos. Cada vez surge más información sobre la extrema crueldad con que maltratamos a otras especies a las que hemos convertido en fábricas de carne y lácteos sin la menor consideración a su sufrimiento. Desde su nacimiento viven de una manera extremadamente antinatural y dolorosa.
La difusión visual que permiten los medios modernos de los modos de crianza, control y muerte de vacas, cerdos, gallinas y otras especies, generan indignación. Incluso han dado lugar luchas judiciales; en Estados Unidos la gran industria de la carne ha logrado que se prohíba y se persiga la videograbación y difusión de estas imágenes. Se persigue legalmente a los que “difaman” a la industria. Acusaciones sin sustento pero que obligan a una defensa legal costosa de los que se atreven a tocar el tema en la televisión.
El segundo argumento es ambiental. La humanidad enfrenta el mayor riesgo de su historia, un asunto que compromete la supervivencia de la especie. Se trata del calentamiento global generado por los gases que emiten los actuales sistemas de transporte, generación de energía… y la producción agropecuaria. Reducir los dos primeros no será suficiente para enfrentar el problema ambiental; es indispensable reducir la contaminación que genera la producción de cárnicos y lácteos.
Desde 2006, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) advirtió que la ganadería era responsable del 65% de la emisión de óxido nitroso, el gas con más negativo efecto invernadero, el 64% del amoniaco o el 37% del metano que se emite a la atmósfera. E iba en aumento.
La carne y los lácteos proporcionan el 18 por ciento de las calorías y el 37 por ciento de las proteínas que se consumen y sin embargo su producción ocupa el 83 por ciento de la tierra cultivable. Sin consumo de carne y lácteos la tierra cultivada se podría reducir en un área equivalente a todo el territorio de los Estados Unidos, China, la Unión Europea y Australia combinadas, y aún así alimentar bien a la humanidad.
No se trata solo de la tierra; producir los granos, alimentar a los animales, matarlos y distribuirlos en una cadena de frio sin fallas del matadero al supermercado local, requiere un enorme gasto en transporte y energía.
Es también un uso de la tierra que lleva a la extinción de los grandes mamíferos que aun quedan, que ha destruido miles de especies y que cambia totalmente la composición de la vida en el planeta. Hoy en día el peso de las especies que consume la humanidad es muchas veces superior al del resto de la vida animal. Lo que nos lleva de nuevo al argumento ético; ¿tiene la humanidad el derecho a destruir al resto de la vida del planeta?
Los más serios estudios científicos señalan que el mejor modo que tenemos como individuos para contribuir a detener el cambio climático es cambiar nuestra dieta disminuyendo radicalmente nuestro consumo de productos animales.
El tercer argumento a favor del veganismo es que es una decisión saludable. De acuerdo a los departamentos de agricultura y salud de los Estados Unidos la alimentación vegetariana se asocia a menor obesidad, menor riesgo de enfermedades cardiovasculares y menor mortalidad total. Esta postura es compartida por los organismos similares de Canadá, Reino Unido, España y otros países. No solo es vivir más, sino vivir en mejores condiciones.
Seguir la dieta general recomendada, con mayor consumo de frutas y verduras y comiendo alimentos de origen animal de manera limitada, tendría efectos muy positivos. Llegar al nivel vegetariano, que incluye huevos y lácteos, sería aún mejor. Una humanidad convertida al veganismo evitaría millones de muertes prematuras y reduciría a un mínimo las enfermedades no transmisibles de tipo cardiaco, respiratorio, diabetes, cáncer y otras.
Una mejor salud derivada de una mejor dieta permitiría ahorrar miles de millones de dólares al año en costos de atención médica, incluyendo infraestructura hospitalaria.
En suma, bajar el consumo de carne y lácteos, reduce enormemente la necesidad de tierras cultivables y también de recursos hospitalarios y personal médico; baja el consumo de energía y la emisión de gases nocivos. También libera recursos económicos para atender otras prioridades. Y, a nivel personal, baja la pansa.
No es fácil cambiar de dieta; tiene que darse por pasos y no se debe empezar por simplemente reducir el consumo de algunos alimentos. La estrategia correcta es distinta; lo que se hace es añadir cada vez más alimentos provenientes de plantas. Añada más frutas, verduras y hojas verdes, granos, hongos y demás. Empiece por diversificar y no por disminuir.
En mi opinión las publicaciones del Dr. Greger, empezando por su libro “Comer para no morir” (How not to Die), es la mejor guía posible. Además de fácil de localizar en internet.
Cambiar de dieta en la dirección correcta, digamos hasta ser casi vegano, sería la más importante decisión que pueda tomar para su salud, para la economía y para el planeta.