En su adolescencia, a los 14 años de edad, José Luis Vargas Ortega descubrió su gusto por la política cuando estudiaba la secundaria y se registró para competir por la presidencia de la Sociedad de Alumnos.
Conforme avanzó en su campaña para encabezar a los estudiantes de la escuela secundaria federal número uno, ‘Benito Juárez’, de Tulancingo, Hidalgo, de donde es originario, sintió una atracción singular a la hora de buscar el apoyo de sus compañeros.
Alcanzar la victoria en aquella elección estudiantil fue una especial satisfacción en la vida de José Luis Vargas Ortega. Desde entonces, se interesó por lo que sucedía en la vida política, económica y social de su comunidad y del país.
Sin embargo, la pasión por el comercio fue más grande en su juventud. Fue una herencia directa de su familia: su padre, exigente en todo instante y de quien aprendió la disciplina laboral, fue un comerciante de frutas. Vendía naranja, plátano y papaya.
Fue su tío y padrino, Filemón Ortega Pérez, quien lo llevó de la mano al negocio de la comercialización de chile serrano, jalapeño y poblano. Junto a él, aprendió todas las etapas del proceso de venta.
La primera tarea que le encomendaron en la empresa de su tío fue la supervisión de la carga que partía rumbo a la Central de Abastos de la Ciudad de México. Luego, cuando apenas tenía 19 años, fue designado jefe de compras.
Con una carrera en ascenso en el comercio, siempre inquieto, José Luis Vargas Ortega comenzó a desarrollar otro gusto: la siembra. Con sus ahorros, adquirió unas hectáreas. Sembró dos productos de venta segura y masiva en México: frijol y chile.
Para entonces, José Luis Vargas Ortega ya vivía en Altamira, en Villa Cuauhtémoc, donde radica desde hace casi 35 años. Además de iniciar una activa vida en la agricultura y el comercio, se quedó en el campo del sur de Tamaulipas por otra razón central en su vida: se enamoró, se casó y formó una familia.
Con un chile que exporta a las principales ciudades (Houston, Los Angeles, Nueva York, Miami) de Estados Unidos, parecía que el gusto por participar en la política había quedado como un nostálgico recuerdo de la secundaria, pero un día del año 2004 el entonces diputado local Armando Martínez tocó a su puerta.
Armando Martínez era, mejor dicho, es su amigo. El legislador, quien en aquella ocasión estuvo a punto de quedarse con la candidatura del PRI a la presidencia municipal de Altamira, nominación que finalmente quedó en manos de Juvenal Hernández Llanos, lo proponía como candidato a regidor en la planilla del partido tricolor.
‘El Chilero’, como ya era conocido en las amplias zonas ejidales de Altamira, escuchó a su amigo y le respondió que lo iba a pensar. Algunos días después aceptó ir en la planilla priista y, tras el triunfo de Juvenal Hernández en las urnas, se convirtió en regidor.
Ser integrante del Cabildo de Altamira en el trienio 2005-2007 le dejó un aprendizaje especial y, sobre todo, la idea de que podía, ahora sí, dedicarle tiempo suficiente a la construcción de una carrera política y cumplir con el sueño que surgió cuando era un adolescente.
No obstante, se topó con la política real: intentó ser candidato del PRI a la presidencia municipal en 2010 y no pudo lograr el objetivo. La candidatura se la dieron al gris, mediocre e ignorante Pedro Carrillo Estrada.
Entonces, ‘El Chilero’ escuchó los cantos de sirena y aceptó la nominación del PAN a la alcaldía altamirense. El resultado de esa decisión tomada al calor del impulso y el resentimiento fue la derrota.
Como nunca se sintió cómodo en Acción Nacional, tiempo después regresó a la que considera su casa, el Revolucionario Institucional, una casa que hoy se encuentra abandonada, descuidada, corroída, con grietas y fisuras por todos lados, a punto de venirse abajo.
‘Debemos construir los nuevos cimientos del PRI’, dice José Luis Vargas Ortega. Añade: ‘Yo apuesto a que soy un hombre muy perseverante, que le gusta el trabajo y que le gustan los retos. Voy a hacer bien las cosas’.
En ese contexto, ‘El Chilero’ aceptó con gusto la candidatura priista a la diputación local por el Distrito 18, que abarca la zona norte de Altamira y el municipio de Aldama.
Según los sondeos aplicados por el PRI, ‘El Chilero’ es una de sus tres mejores cartas en todos los distritos de Tamaulipas. ‘Está muy bien posicionado, es muy conocido, tiene posibilidades reales’, comenta una fuente del comité estatal del priismo.
José Luis Vargas Ortega lo sabe: Existen encuestas que lo colocan en posición de combate, en un distrito que conoce como la palma de su mano.
También sabe que es un reto complejo enfrentar las aceitadas maquinarias del PAN y de Morena, pero es un hombre de fe, un comerciante y agricultor que vuelve a probar suerte en la actividad que lo atrapó cuando era un joven estudiante de secundaria: la política.
Y PARA CERRAR…
Las autoridades de Protección Civil y de Seguridad estimaron anoche una asistencia aproximada de 45 mil personas a lo largo de El Perimetral y del bulevar López Mateos para presenciar el colorido, el baile y la fiesta del Carnaval de Tampico. Los números indican que fue un éxito.