Fue en Jaumave, Tamaulipas. Vicente Fox gobernaba el país y Tomás Yarrington lo hacía en Tamaulipas. Eran los tiempos en los que el Procampo era botín de funcionarios, comisariados ejidales y líderes vivales. Los campesinos hacían largas filas en la plaza del pueblo y se protegían del sol bajo la sombra de los gigantescos y frondosos nogales. Don Martín, por la edad, ya casi arañaba los 90 años, acudía como cada ciclo de siembra a cobrar “Su Procampo”.
Este programa de Apoyos Directos al Campo instrumentado por el gobierno de Carlos Salinas en 1993 para compensar a los productores nacionales por los subsidios que recibían sus competidores en Estados Unidos y Canadá tras la firma del Tratado de Libre Comercio. El apoyo se entregaba a razón de 1 mil pesos por hectárea. Todavía en el 2011, en el sexenio de Felipe Calderón llegó a incrementarse hasta 4 mil 284 pesos. Quien tenía 10 hectáreas, recibía 10 mil pesos en teoría, pero como muchos líderes campesinos, comisariados ejidales y hasta funcionarios primer nivel se apropiaban en calidad de renta de muchas parcelas, recibían millones de pesos. Los pequeños productores, legítimos dueños de las tierras nada más miraban pasar el dinero, en algunos casos, solo endosaban los cheques que llegan a su nombre y los devolvían a quienes se los entregaban.
Don Martín, originario de Miquihuana, tenía siete hectáreas y esa ocasión iba por los 7 mil pesos que le tocaban. Cuando se apersonó ante Chuy, comisariado y el ingeniero Bernabé Segura, representante de la Sagarpa, le dijeron que esta vez, la cantidad que recibiría de Procampo era menos: 90 pesos por hectárea, es decir: 630 pesos y no 7 mil pesos que le tocaban por ley.
-¿Por qué?, preguntó sorprendido y molestó Don Martín.
No hubo respuesta convincente, sólo un “los tomas o los dejas” del Chuy dirigente campesino. Para mediar y tranquilizar a Don Martín, el ingeniero Bernabé le dio un palmada y le dijo:
-Don Martín este gobierno panista que llegó al poder, es más sinvergüenza que los priistas que se fueron;ni modo, hay que aceptarlos; no nos queda de otra”.
Malhumorado y echando madres, Don Martín, le dijo a su nieto que lo acompañaba.
-¡Pinches ratas!…¡Vámonos hijo…estos sinvergüenzas no tienen llenadera, pero algún día se los va a cargar la chingada”.
Procampo, desde que nació, fue un programa donde la corrupción y los abusos de funcionarios lo llevaron a niveles extremos. Los apoyos o subsidios llegaron siempre rasurados a los productores, y en el peor de los casos, nunca llegaron.
Así ha sido siempre, los programas sociales de los gobiernos, nunca bajaron completos a los pobres. Los funcionarios, de todos los partidos se han apropiado de los presupuestos destinados para combatir el hambre y el rezago social, por eso en cada evaluación y medición que se hace de la pobreza, esta se incremente en millones cada cada sexenio.
El caso de Don Martín es apenas la piedra de toque de la corrupción en un sector del gobierno. Pero un ejemplo gigante de esto, es el trabajo de investigación periodística “La Estafa Maestra” que ventilaron los medios de comunicación desde el 2013, y que el Portal Animal Político y Mexicanos contra la Corrucpión y la Impunidad destaparon y que culminó con el juicio y encarcelamiento de la ex titular de Sedesol y Sedatu, Rosario Robles, y que representa el ícono de la corrupción de los programas sociales en el sexenio de Enrique Peña Nieto a través del programa “Cruzada contra el Hambre”.
Así como Don Martín en Jaumave, Tamaulipas, allá por el 2001, en un ranchería de Tabasco, un
hombre llamado Francisco, muy pobre que trabaja de conserje en una escuela haciendo la limpieza en los salones, según Pemex, relata la Auditoría Superior de la Federación que revisó la cuenta pñublica del 2013, es un exitoso empresario cuya compañía ganó contratos con la paraestatal por más de 500 millones de pesos. Cuando los reporteros de Animal Político lo abordan y le preguntan si es él, el magnate petrolero que andan buscando y admite que “sí”, pero aclara que unos contadores le pidieron que firmara los papales para crear la empresa, y él, como es un hombre bien intencionado firmó. Nunca los volvió a ver, tampoco jamás le dieron un centavo.
Esta es la corrupción en su máxima expresión, documentada en la “Estafa Maestra”.
La pregunta que se hacen todos ahora, a propósito del “Caso Rosario”, es cuántos en el país, cuántos en Tamaulipas, cuántos en Nuevo León, cuántos en Coahuila o San Luis Potosí, existen así. Cuántas Rosarios, cuantos casos de “Franciscos” existen.
Todo es cuestión de rascarle poquito y sale la pus…este es el país que tenemos.
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