Cuidado, porque en la apología de
las transformaciones en que estamos
inmersos hay una exaltación
indirecta de que, en ciertos momentos, la
sangre es necesaria. Cuidado, porque despreciar
a las instituciones, mandarlas “al
diablo”, es un abierto coqueteo con la violencia.
Un dislate más de un funcionario menor,
una simple anécdota. No, el incidente
delata mucho más: una forma de razonar
inserta en la 4T. No es un hecho aislado.
Se revivió la premisa de que, en ciertas
condiciones, la violencia es válida. Suena
revolucionario, pero es el retorno a la justificación
de la barbarie.
“…cuando un comando de valientes jóvenes
de la Liga 23 de septiembre intentó
raptarlo se desató una balacera en la que
perdieron la vida don Eugenio y sus escoltas…
y dos guerrilleros”. Ellos sólo querían
secuestrarlo y pues… salió mal. Lo
mataron, ése es el hecho. Los “valientes”
pertenecían a un grupo subversivo que secuestraba,
mataba y lo que hiciera falta
para, así, obtener recursos para sus fines
superiores. Cada quien que se invente
los suyos. La violencia al servicio de las
entelequias. Ante la cerrazón política y la
división de la sociedad, “muchos jóvenes
buscaron cambiar las cosas por la vía violenta”,
tal el razonamiento del hoy exservidor.
Hay un punto de inflexión. La cerrazón
política era real, la división también, la
desesperación merodeaba. Los hechos están
allí, eso fue lo que detonó la apertura
política. Pero al calificarlos de “valientes”
se incorpora el discurso de justificación: se
vale matar. Luego, matar es valiente; cuidado,
porque en la apología de las transformaciones
en que estamos inmersos hay
una exaltación indirecta de que, en ciertos
momentos, la sangre es necesaria. Cuidado,
porque despreciar a las instituciones,
mandarlas “al diablo”, es un abierto coqueteo
con la violencia. Cuidado, porque
pisotear el derecho de tránsito durante semanas
por la inconformidad ante la elección
de 2006 fue un acto violento. Cuidado,
porque convertir en aliado a la CNTE,
que siempre ha defendido la violencia como
una de sus estrategias, se puede revertir,
ya vimos los amagos a los legisladores.
Cuidado, porque la simple mención de negociar
con delincuentes subvierte al Estado
de derecho. Ése es el contexto.
Para qué segar la vida de uno de los
mayores empresarios que ha dado México,
uno de los mexicanos que más ha hecho
por la educación en nuestro país al fundar
el Tecnológico de Monterrey. O quizá los
“valientes” odian la riqueza. Hizo bien la
Secretaría de Cultura en deslindarse: “No
hay ninguna causa que justifique la violencia…
representamos a un movimiento pacifista”.
Pero la gran mayoría morenista
guardó silencio. A ello agréguese premiar
a los sobrevivientes del ataque al Cuartel
Madera, donde hubo muertos de los dos
lados, es decir, guerrilleros… y soldados.
Lo mismo ocurrió durante la Guerra Sucia.
Son varias las señales, de allí el resquemor
nacional. Hasta dónde está dispuesta
la 4T a modificar leyes y comprimir
los cimientos del pacto democrático
mexicano, que pasa por respetar al INE
y garantizarle los recursos para su operación,
por respetar a la CNDH en su autonomía
y, sobre todo, por descartar la violencia
como arma política. Las dudas se
extienden: revocación del mandato para sí
mismos, tolerancia a la Ley Bonilla, amenaza
de modificación a modo de la SCJN.
Hay anclajes de nuestra democracia que
parecieran estar en la mira. Ése es el contexto
en que el atributo “valientes” y la
premiación sublevan. Qué pensarán en las
Fuerzas Armadas. A Echeverría se le responsabilizó
de alentar el rencor contra los
empresarios. Don Eugenio murió en ese
ambiente. ¿Acaso repetimos?
Ante las dudas generadas, es momento
de definiciones. El Presidente y Morena
deben asentar sus principios con toda claridad:
creen en el “comunismo”, en la reelección,
en los “valientes”, en cierta violencia
o son verdaderos demócratas del siglo
XXI. Representan al Estado, esas definiciones
básicas les allanarían el camino.
“Depurar el lenguaje” es el punto número
11 del ideario de don Eugenio Garza Sada
que bien harían en aplicar en la 4T.
Casi medio siglo después de su muerte,
don Eugenio sigue dando batallas. En
su nombre se exige una redefinición de un
régimen democrático y pacifista, sin valientes




